jueves, 16 de diciembre de 2021

Premios de fotografía Caminos de hierro 2021


El fotógrafo Sergi Escribano ha ganado el primer premio de la 30º edición del prestigioso concurso fotográfico de tema ferroviario 'Caminos de Hierro' que convoca la Fundación de los Ferrocarriles Españoles. La obra premiada lleva por título 'Chronos'.
Escribano es especialista en fotografía callejera y también ha realizado trabajos para la agencia Corbis y para Getty Images, como fotógrafo creativo. Ha publicado fotografías para medios de comunicación como The The Guardian, National Geographic, Libération, El Pais, El Periódico de Catalunya, entre otros.


'Cargo', de Víctor Zurbarán, ha recibido el segundo premio. Nacido en Madrid en 1978 y máster internacional en fotografía creativa, ha participado en numerosas exposiciones individuales y colectivas. Ha sido finalista en los Premios de Fotografía Fundación ENAIRE y en el Festival PhotoEspaña 2021, y premiado en 2008 con el Concurso de Foto-Reportaje ARCO.


El premio Año Europeo del Ferrocarril se ha otorgado en esta edición con carácter excepcional para festejar este acontecimiento del ferrocarril. Ha recaído en la obra 'Una mirada en el tiempo', de Arancha Benedí Más. Nacida en Zaragoza en 1966, comenzó su carrera profesional en la Galería Spectrum de su ciudad natal, aunque lo que realmente la marcó fue su paso por el Centro de Tecnologías Avanzadas de Zaragoza, cuya formación le ha permitido dedicarse de pleno a la fotografía. Nominada a los Goya en 2012, ha sido merecedora de otros muchos premios.

miércoles, 1 de diciembre de 2021

Las imágenes ferroviarias de Almudena Grandes


Las letras hispanas están conmocionadas estos días por la muerte de la escritora Almudena Grandes (Madrid, 1960-1921). El catedrático Julio Neira dice de ella que «Su narrativa se encuadra en los decenios finales del siglo XX y los años transcurridos del XXI, en un contexto histórico, político y social de España muy definido. Sus obras ahondan en la historia reciente para recuperar las huellas de un pasado oculto durante la dictadura de Franco y explican las claves profundas de la sociedad actual.» Recomendamos la lectura completa del texto citado a los que quieran conocer o ahondar en su obra.

¿Vinculaciones con el ferrocarril? Ninguna de sus obras puede calificarse como de entorno ferroviario, pero Almudena Grandes ha utilizado el ferrocarril como metáfora en diversas ocasiones y le ha dado un papel relevante en aquellos textos ambientados en épocas en las que el ferrocarril tenía una función social distinta a la actual. He aquí algunos ejemplos:

La locomotora como metáfora
Le habría gustado decirle a Aguirre algunas cosas, preguntarle si siempre había distinguido con nitidez los contornos de todos los objetos, si nunca había sentido en la nuca el aliento de una locomotora, si procesaba siempre sin dudar las verdades de los libros de texto, pero el doctor Olmedo se le adelantó. Se movió tan deprisa que, cuando Sara quiso darse cuenta, ya había cogido a Aguirre por los hombros, la había empujado hasta dejarla apoyada en una pared, y había renunciado a las metáforas en beneficio de un lenguaje que ella seguramente entendía mucho mejor.

(...)

Ella acabó de vestirse, se puso los zapatos, fue a la cocina, se sirvió una copa, se la bebió de un trago, rellenó el vaso, encendió un cigarrillo, todo era igual, siempre igual, todo, desde el principio, cada episodio de su vida estaba escrito, cada decisión suya había sido ya tomada por otros, tendría que estar contenta, satisfecha, por una vez el tren que respiraba en su nuca no pretendía arrollarla, sino montarla encima, hacerla correr más, ir más deprisa, y sin embargo se sentía perdida, derrotada, manejada por el único hombre al que había amado, por el que lo habría dado todo, por el que habría hecho cualquier cosa.

Los aires difíciles (2002)

Entonces volvió, vino derecha hacia mí y, al detenerse para ofrecerme la cocacola que llevaba en la mano, sus dos pechos botaron a la vez, como la locomotora de un tren que ha llegado al final de su trayecto.

(...)

—No puede ser —estaba atónito, tan asombrado que apenas lograba escucharme a mí mismo—. Tú eres… —ella asintió con la cabeza, y sonrió, y la sonrisa embelleció instantáneamente una cara que no estaba hecha para la melancolía—. ¿Y…? —me llevé un dedo al entrecejo y se echó a reír, y la risa le sentaba todavía mejor.

—Depilación eléctrica. Nunca más volveré a tener una sola ceja.

—Pero tú eras gorda…

—Y lo sigo siendo.

—No —le dije, y casi podía escuchar el estrépito de la locomotora que se ponía en marcha, casi veía la columna de vapor que se elevaba desde la chimenea de un tren que me llevaba lejos, y el ala de un sombrero sobre mi cabeza, y la plata helada que se resquebraja en la superficie de las viejas fotografías en blanco y negro—. Ahora eres un merengue de fresa.

Mi prima cerró los ojos, insinuó una sonrisa, volvió a abrirlos.

—Eso es lo mejor que me han dicho en mucho tiempo —se acercó para darme un beso en una mejilla, luego en la otra, le puse las dos manos a la vez en la cintura, ella apartó primero la izquierda, luego la derecha, las dos con cuidado—. La próxima vez que me cene un huevo duro y medio melocotón en almíbar me acordaré de ti

Estaciones de paso (2005)

Eché a andar por el pasillo y me siguió mientras su hija empezaba a llorar, su marido a intentar consolarla emitiendo chasquidos sonoros, repetidos y rítmicos como el traqueteo de una locomotora

El corazón helado (2007) [El protagonista de esta novela realiza un largo trayecto en tren al regresar de Alemania donde ha combatido en la División Azul]

En cualquier caso, pasara lo que pasara, peor era pensarlo. Por eso, durante una semana, las palabras de la madre Carmen, vaya a verla, hable con las señoritas del ministerio, lo que sea, pero sáquela de allí, salve usted a su hermana, me golpearon el cerebro como si cada sílaba fuera un martillo. En el último tramo del viaje, mientras el frío de la madrugada y la proximidad del Cantábrico me hacían tiritar dentro del liviano vestido con el que había subido al tren en un sofocante atardecer madrileño, aquel rumor llegó a hacerse tan ensordecedor que el estrépito de la locomotora no parecía tener otro objeto que marcar el ritmo de aquellas palabras, salve usted a su hermana, sálvela, salve usted a su hermana, sálvela… Al poner los pies en el andén, le pregunté a un ferroviario si conocía un colegio llamado Zabalbide y sonrió antes de explicarme cómo llegar. Si se pierde, pregunte a cualquiera que ande por la calle, añadió al final. Aquí en Bilbao, lo conoce todo el mundo.

Las tres bodes de Manolita (2014)

De pequeños, a los dos les extrañaba mucho que su abuela Adela no fuera como su abuela Aurora, como las abuelas de los otros niños. Que no supiera cocinar, que no supiera coser, que nunca estuviera en casa. Que tuviera amigos que llevaban una melena hasta la cintura y amigas con el pelo cortado al uno. Que pusiera heavy metal a todo trapo mientras limpiaba la casa. Que fumara como una locomotora, no solo tabaco, y que nunca se quisiera quedar con ellos los fines de semana porque siempre tenía planes, cenas, viajes, cosas que hacer.

Los besos en el pan (2015)

La rabia congelaba su rostro y ralentizaba sus movimientos cuando tomó las fotografías, las alineó con mucho cuidado y las rompió en cuatro trozos para dirigirme una mirada desafiante, tan altiva, tan impropia de su situación al mismo tiempo, que la celebré con una carcajada.

—¿De que te ríes, cabrón? —se levantó de un brinco, rodeó la mesa, me miró de frente.

—Eran copias, Amparo, tengo más —buscó una respuesta que no encontró mientras respiraba ruidosamente, las aletas de su nariz palpitando como los engranajes de una locomotora—. Tampoco pretendo chantajearte, si eso es lo que estás pensando. Sólo quiero pedirte un favor y, desde luego, tienes la libertad de negármelo.

Seguía de pie, indecisa entre su primera reacción y la endeble garantía que acababa de ofrecerle. Su pasividad me iluminó, inspirándome una idea que al principio me pareció un mal pensamiento y a la larga resultó un hallazgo.

—Siéntate, Amparo —porque no tardé en comprobar que mi voz, en modo imperativo, conservaba intacto su poder—. Siéntate y escúchame.

Los pacientes del doctor García (2017)


Los espacios ferroviarios transfigurados

Ella debía viajar en Metro con frecuencia, y feliz propietaria de uno de esos cartoncitos de colores que, como vergonzantes pasaportes locales, distinguen al auténtico ciudadano de la canalla que se resiste a contribuir al esplendor de los transportes públicos, obtuvo en un instante la gracia de traspasar la barrera de metal para perderse en un pequeño laberinto de corredores, más allá de la hilera de cubículos metálicos que transfiguraba el vestíbulo de la estación en una moderna explotación ganadera con estabulado mecánico.

Te llamaré viernes (1991)


De repente, en el enésimo giro, bordeando una manzana de casas de lujo, me encontré en casa, un barrio distinto, viejo, con aire de pueblo viejo, que parecía haber brotado repentinamente de la tierra por un capricho del destino, tiendas baratas, edificios de un par de pisos, música de rumba escapando por los balcones y señoras en bata comprando pan, y una boca de Metro con un nombre familiar y doloroso, cinco sílabas que estallaron entre mis dos cejas como una pedrada.

—Para —dije entonces—. Me bajo aquí.

—Bueno, si quieres… Mis padres viven justo detrás de esta esquina, en la otra mitad de la manzana, espérame…

—No me has entendido —expliqué, abriendo la puerta del coche—. No voy a ir a casa de tus padres. Me vuelvo a la mía, en el metro.

Pisé la acera con fuerza, y sentí el cemento en las plantas de los pies y una emoción extraña, como si al descubrir el secreto de la ciudad de las dos caras ésta me hubiera desvelado la clave de mi única vida, y sólo entonces me incliné hacia delante, para despedirme desde la ventanilla.

—Tú no me miras, Miguel —dije despacio, aunque estaba segura de que no me entendería—. Porque no sabes mirarme.

Luego, la estación de Valdeacederas cerró sus brazos sobre mí como sólo saben cerrarse los brazos de una madre.

Modelos de mujer (1996),


La fascinación por los trenes eléctricos

Mi padre, que siempre ha sentido auténtica pasión por los juguetes mecánicos, le regaló a mi hijo Ignacio un tren eléctrico cuando cumplió ocho años. Él mismo cortó un tablero a la medida para clavar las vías, lo forró de césped artificial, se entretuvo en pegar arbolitos y señales de tráfico, consiguió en alguna parte balasto en miniatura para sembrarlo entre las traviesas, y compró una locomotora, un vagón de carga, otro de pasajeros y una estación. La alegría con la que mi hijo lo recibió fue tan inmensa que juró solemnemente en voz alta que nunca, en toda su vida, ninguna cosa podría gustarle como le había gustado aquel regalo. Su abuelo, entusiasmado por aquella respuesta, empezó a explicarle entonces lo que iban a hacer entre los dos para que aquel tren fuera verdaderamente especial, y decidieron que tendrían que comprar otras máquinas, y muchos vagones, y semáforos que funcionaran de verdad, y figuritas de viajeros para colocarlas en el andén, y medio millón de cosas más. Desde entonces, en cada cumpleaños de Ignacio, y en cada Navidad, mi padre escoge por mí los materiales necesarios para llevar a cabo la siguiente fase de su babilónico proyecto y mi hijo sigue agradeciendo ese regalo más que ningún otro.

Atlas de geografía humana (1998)

 

—Hola, José Antonio, ¿cómo estás? —antes de ir hacia él me detuve en el umbral, hasta que giró la cabeza sobre la almohada para mirarme—. Yo me llamo Rafa y soy médico. También soy amigo de tu madre, que me ha pedido que venga a verte.

Al cruzar el dormitorio, pasé por delante de una estantería empotrada entre dos pilares y vi muchos libros, una colección de coches en miniatura y, junto a una copia del retrato del falangista desconocido que estaba sobre el piano del salón, un tren de madera muy simple, tres cubos abiertos por arriba, que servían de vagones, pintados cada uno de un color, el cubo cerrado que hacía de locomotora de negro, igual que las ruedas. Al comprobar que me había detenido a mirarlo, mi paciente lo señaló desde la cama.

—Me lo hizo mi padre, en la guerra —su voz, un pito agudo, inmaduro, perturbado de vez en cuando por los tonos graves que anunciaban al adulto que se abría paso desde su infancia, me conmovió tanto como el bozo que sombreaba su labio superior—. No es muy bonito, pero es lo único que tengo de él.

—Entonces sí es bonito —le contradije con suavidad mientras me sentaba a su lado, le tocaba la frente y detectaba una febrícula que no pasaría de los treinta y siete grados y medio—. Dime una cosa, ¿has tenido una faringitis, o una amigdalitis, hace dos o tres semanas?

Los pacientes del doctor García (2017)

martes, 16 de noviembre de 2021

El arte ferroviario de Don Breckon

 

Don Breckon (Northamptonshire, Inglaterra, 1935) es uno de estos pintores que, como Terence Cuneo, Max Jacquiard, Howard L. Fogg o José Catalá, trabajan y tienen éxito en una especie de limbo atemporal y alejado de las sucesivas corrientes artísticas, dedicados de pleno a representar el mundo del ferrocarril en un estilo muy a gusto de la mayoría de aficionados.

Breckon se formó en la Bath Academy of Art y fue profesor de arte en escuelas de Bedford y Reading. Su pintura durante este período varió desde paisajes urbanos hasta la abstracción y algunos trabajos experimentales. Expuso regularmente en galerías locales y en exposiciones colectivas. En 1969 redujo su actividad docente, se fue especializando en temas ferroviarios y se unió al Grupo de Artistas Industriales. Hoy en día su obra está totalmente relacionada con la escena ferroviaria y ha publicado varios libros sobre ella.

 

El óleo de 1977 que encabeza esta entrada es representativo de su obra y en él puede apreciarse esta característica atemporalidad con un toque de nostalgia que comparte con otros pintores. Son de especial interés los esbozos previos y los dibujos de detalles que, en sus libros, acompañan las reproducciones de las telas. En ellos se ve la mano del profesor de arte y se pone de manifiesto su interés por comprender los detalles constructivos del material que dibuja y pinta.





lunes, 1 de noviembre de 2021

Las locomotoras de la Maquinista dibujadas por Castanys


La Maquinista Terrestre y Marítima (MTM) de Barcelona fue una de las grandes industrias metalúrgicas de España. Diseñó, fabricó y construyó estructuras metálicas, marquesinas, puentes, motores para buques, diques flotantes, calderas… y locomotoras.

En 1955 el dibujante Valentí Castany recibió el encargo de realizar unas aleluyas con motivo del centenario de la empresa. Las tituló Auca compendio y revista de los cien años que cumple “la Maquinista”, utilizando el catalanismo “auca” en lugar de “aleluyas”.

De las 48 viñetas del trabajo, doce contienen vehículos y elementos ferroviarios: tranvías, locomotoras, placas giratorias y metros. He aquí estas viñetas que, de una manera simpática e informal, dan buena cuenta de cómo evolucionó el transporte ferroviario entre 1855 y 1955.

 

3 - Una manera de decir de dónde veníamos y porqué MTM fue esencial para la industrialización del país.


4 - En 1948, MTM construyó una réplica de la primera locomotora que en 1848 inauguró el primer tren peninsular entre Mataró y Barcelona.


11- Antes de su electrificación, MTM construyó locomotoras compactas y carenadas para los tranvías de Barcelona.


12 - La fabricación de locomotoras fue uno de los grandes negocios de MTM.


22 - La fabricación de elementos ferroviarios se extendió más allá de las locomotoras.


25 - MTM ha estado siempre asociada a las locomotoras en la memoria ciudadana, de ahí que el dibujante las representara junto a su nueva sede inaugurada en 1917.


27 - La marquesina en curva y de dos naves de la Estación de Francia de Barcelona es una de las maravillas tecnológicas realizadas por la MTM que ha quedado en la ciudad como tesoro patrimonial.


29 - La evolución en la complejidad de los modelos fabricados tuvo un ritmo acelerado.


32 - En realidad el coche representado es de la serie 100 y fue construido en 1926 por MACOSA .


33 - La mayoría de viaductos realizados con estructuras metálicas fueron diseñados para las líneas ferroviarias.


34 - Probablemente, esta nave, muy fotografiada y dibujada, se ha convertido en la imagen más emblemática de la empresa.


42 - MTM siempre supo hacer publicidad de sus consecuciones.


46 - Es significativo que, de seis elementos fabricados dibujados, la mitad sean locomotoras.

domingo, 17 de octubre de 2021

Trenes en la niebla de Manuel Rico

 Manuel Rico (Madrid, 1952), poeta, narrador, crítico literario y editor, publicó en 2005 la novela Trenes en la niebla, que ahora puede encontrarse también en edición digital. Los campos de trabajos forzados del régimen franquista son el tema de fondo de esta novela, como lo es también de otras publicaciones suyas. En este caso, se trata del campo de prisioneros que trabajó en la construcción de la línea de Madrid a Burgos en los años de la inmediata posguerra, trazado que se había empezado a principios de siglo y que fue inaugurado en 1968.

El protagonista de la novela vive bajo la sombra de la desaparición de su hermano, quince años antes, cuando estaba de campamentos por la sierra del norte de Madrid que la línea cruza. Llega a sus manos un cuaderno que perteneció a uno de los prisioneros y que, misteriosamente contiene escritura de su hermano. Este hallazgo le lleva a frecuentar la zona y a conocer personas que le ayudarán en su investigación.

Conocerá, entonces, viejas historias:
Y algún que otro maquinista de Renfe contaba la historia de que más de una vez se había visto forzado a reducir la marcha de la locomotora en medio de la noche porque al pasar el viaducto sobre el Lozoya, el tren entraba en una zona de niebla y, al poco, ya en la estación de Fresneda, en el andén se veían, alrededor de pequeñas hogueras, hombres desarrapados, pelados al cero algunos, barbudos otros, rodeados de soldados, o guardias con grandes capotes. Eso en los años ochenta, incluso a principios de los noventa…
Realidad y leyenda, presente y pasado se entrelazan en una novela que ofrece, para el aficionado ferroviario, magníficos fragmentos sobre la nostalgia que generan las líneas sin apenas circulaciones, los apeaderos tapiados y las estaciones desaparecidas. He aquí algunos fragmentos:
Aquella es la vía, ¿verdad?, dije, alargando el brazo hacia un lugar al otro lado de la ventana. Sí, claro. Es la única que existe en la zona. Traza un arco sobre el valle y atraviesa, por túneles, dos cadenas de montañas. En sus raíles, en cada una de sus traviesas, se dejaron parte de su dignidad, de su salud, de su vida, muchos hombres, algunos muy jóvenes...
(..)
Miré hacia el sur y, por un instante, contemplé aquella cinta de hierro que avanzaba por encima del viaducto y serpeaba hacia la montaña bordeando el término de Garganta de los Montes para perderse entre los pinos hacia el túnel en que una explosión se había llevado por delante, según el viejo maestro y antiguo guardián, al jovencísimo autor del diario.
(...)
–Me duele todo lo que se pierde. Derribaron un edificio hermoso, clavado en la falda de la montaña, del que me enamoré, si es que una se puede enamorar de un montón de piedras y de cemento, hace muchos años, cuando era una adolescente… Cuando volví a Fresneda, hace sólo unos meses, me conmovió el vacío que su desaparición ha dejado en el paisaje, en el propio trazado del ferrocarril. Será que una es una sentimental irremediable.
No desvelaremos el misterio de fondo de la novela a los que sigan la encarecida recomendación de leerla.

viernes, 1 de octubre de 2021

La vibración del metro de NY fotografiada por Josep Maria García


Josep Maria García (Barcelona, 1951) es un fotógrafo con 45 años de actividad artística en sus cámaras y en sus pinceles.

En 2007, realizó una serie sobre el metro de Nueva York (USA) que expresa la permanente vibración del ferrocarril subterráneo, tanto en las infraestructuras, como en los convoyes, en los viajeros y en la atmósfera.

Su trabajo sobre el metro de Nueva York puede ponerse en paralelo con el de Janus van den Eijnden en el mismo metro, el de Gerry Lauzon sobre el de Montreal o el de Daido Moriyama sobre el de Tokio.



García ha realizado un sinfín de exposiciones colectivas e individuales, entre estas últimas destacan "Viento de marinada", "Tempus Fugit", "Bósforo", "Tiempo de jazz", "Bostik arte y filosofía", "Caminos de serpiente" o "Kitsob 8".

Define así su trabajo: "Desarrollo la creatividad y el arte a partir de la idea, mediante la poesía y la filosofía como elementos iniciales, la fotografía me ofrece la posibilidad de trabajar e investigar el art conceptual, con intervenciones sobre la imagen aplicando técnicas de acrílicos, anilinas y collage."




Ha sido impulsor y fundador de diversas entidades y proyectos relacionados con la fotografía contemporánea, en espacios de creación barceloneses barceloneses como la Nau Ivanow - Espai30 - Nau Bostik de La Sagrera, Galeria H2O, Pati Llimona o Can Basté.




Puede verse la amplitud de su trabajo en https://www.josepmariafoto.cat/ y en Instagram @jepmagar

sábado, 18 de septiembre de 2021

Trenes de amor y lujo

 

Atendiendo al principio de que las películas de amor y lujo son las que más éxito tienen entre los mortales comunes por aquello de ver como viven y lloran los ricos, no es de extrañar que la literatura y el cine de tema ferroviario haya utilizado los trenes de lujo como escenario. En una secuencia acorde con la evolución del sector, primero aparecen en los argumentos los coches de los presidentes de las compañías y los convoyes reales, después, los trenes de lujo en los que la buena sociedad hace viajes de negocios y de placer de gran hotel en gran hotel y, finalmente, el lujo llega al gran público en los expresos costa a costa y en los trenes turísticos. 


Existen diferencias notables entre la imaginería del lujo ferroviario a un lado y a otro del Atlántico, y un par de conocidas obras de teatro de principios del siglo XX pueden servir de ejemplo: la norteamericana On the Twentieth Century, ambientada en el tren del mismo nombre, y la británica Still Life que transcurre en la cantina de una estación. Mientras en la primera las relaciones entre una actriz de musicales y un director egocéntrico tienen por escenario el lujo desbordante de los nuevos expresos, en la segunda, el enamoramiento de una mujer de clase media y un médico, casados ambos, transcurre en un entorno de acomodo confortable y tradicional. De ambas obras existe versión cinematográfica: Howard Hawks dirigió Twentieth Century (1934, La comedia de la vida) y David Lean, Brief Encounter (1945, Breve encuentro).


Exagerando aun más el ambiente lujoso de los trenes, Leonard Fields dirigió Streamline Express (1935, El expreso aerodinámico). El guión coloca en un exclusivo tren, de dos pisos y formas futuristas, a una serie de personajes dispares de los que se cuentan las aventuras y desventuras mientras el convoy viaja de costa a costa. Broadway Limited (1941) de Gordon Douglas, Strangers on a Train (1951) de Alfred Hitchcock o Silver Strak (1976) de Arthur Miller son tres de los múltiples ejemplos de películas, de géneros diversos, ambientadas o con escenas relevantes en trenes de lujo.


Capítulo aparte merece la saga del Orient Express, de sobras conocida, que des de su arranque en la novela Murder on the Orient Express (1934) de Agatha Christie, ha pasado por la superproducción cinematográfica de Sindey Lumet (1974), la serie de televisión protagonizada por David Suchet y una larga secuela entre la que cabe citar el telefilme británico Romance on the Orient Express (1985), la parodia en la serie Get smart (Superagente 86) de 1965 e incluso la erótica Adventure on the Orient eXpress (1996) cuyo título lo explica todo. La popularidad de esta saga no ha de hacer olvidar otras novelas ambientadas en el mismo contexto, como Stamboul Train (1932, Orient-Express) de Graham Greene o Victoria Four-Thirty (1937, Estación Victoria a las 4'30) de Cecil Roberts, entre otras.


En la literatura española, autores como Vicente Blasco Ibáñez, Leopoldo Alas o Emilia Pardo Bazán ambientaron relatos en coches de primera clase, pero no puede hablarse de textos ambientados en trenes de lujo. Lo mismo puede decirse del cine, por mucho que en producciones de posguerra como Noche fantástica (1943) de Luís Marquina se nos presente a gente bien cenando en un lujoso coche restaurante, o en El andén de Eduardo Manzanos (1952) veamos los acomodados viajeros de los primeros TALGO siendo contemplados como bichos raros por los lugareños.

Los trenes de lujo llegaron a las series televisivas en un frustrado intento de llevar al ferrocarril la fórmula de The Love Boat (Vacaciones en el mar). La serie Supertrain (1976), de la que sólo se emitieron nueve episodios, estaba ambientada en un tren bala de lujo, propulsado por energía nuclear y equipado con las suntuosidades de un crucero tales como salones, piscina y centros comerciales. Se suponía que el tren tardaba 36 horas entre Nueva York y Los Ángeles y este tiempo lo dedicaban los pasajeros y la tripulación a sus escarceos amorosos, conflictos vitales e intrigas entrecruzadas.

 
Los trenes turísticos de lujo han generado una interesante obra gráfica y algunos de sus carteles, normalmente encargados a diseñadores y artistas de renombre, se han convertido en apreciadas piezas de coleccionista y motivo de ediciones facsimilares. Son obras que muestran la belleza de los coches, recrean el lujo de abordo y transmiten la comodidad de ver el paisaje por la ventanilla panorámica mientras se es atendido por un servicio esmerado; toda una invitación a unirse a la élite.


Novelas, películas y cartelismo como los citados han contribuido a que hacer un viaje de placer en un tren de lujo forme parte de la lista de deseos de personas que no necesariamente son aficionados ferroviarios, pero también han contribuido un sin fin de publicaciones, habitualmente libros de regalo y DVD de edición primorosa, que describen la ruta, el material rodante y la experiencia del viaje. En algunas ocasiones se han encargado estas obras a plumas y pinceles de renombre, un ejemplo doméstico lo tenemos en el volumen El Transcantábrico (2008), con texto de Juan Pedro Aparicio e ilustraciones de José S.-Carralero y Maribel Fraguas. El Al Andalus Expreso, por su parte, aparece en diversas colecciones de videos sobre trenes turísticos y de lujo. Estos volúmenes merecen una visita y su lectura ayudará hacer más corta la espera para el viaje.

miércoles, 1 de septiembre de 2021

Los viejos trenes de Puerto Rico de William Maldonado


William Maldonado, nacido en Ponce (Puerto Rico) en 1969, es un ingeniero informático que también estudió arte en la Art Students' League de Nueva York y que tiene una interesante obra pictórica anclada en el realismo. Un tema habitual en él es el Puerto Rico del pasado, en especial sus paisajes y sus gentes, y esto incluye la actividad ferroviaria, sobre todo de los tiempos en que esta estaba vinculada a la explotación de la caña de azúcar. Hay una mirada nostálgica sobre las locomotoras, los vagones, los coches, las estaciones y los viajeros, y también un deseo de rigor en la representación de los aspectos técnicos del ferrocarril.




lunes, 16 de agosto de 2021

Amamantar en el ferrocarril (un relato y tres cortometrajes)

 

Al cogerlo entre sus dos manos, apareció en la punta una gota de leche.
(Guy de Maupassant)




En 1884, el escritor francés Guy de Maupassant publicó en una revista un relato titulado Idylle (Idilio) que fué recogido después en el volumen Miss Harriet. El relato está ambientado en un tren que circula entre Génova y Marsella. En un compartimiento coinciden una campesina de 25 años y un joven de 20. Ella, ha dejado a sus tres hijos con su familia para ir a trabajar como nodriza para una buena familia francesa, él, espera encontrar trabajo en la construcción; ella lleva maletas y un cesto con comida, él, un atillo con cuatro piezas de ropa y un par de herramientas. «El sol, que ascendía en el cielo, derramaba sobre la costa una lluvia de fuego; era en los últimos días de mayo; revoloteaban por los aires aromas deliciosos, que penetraban en los vagones por las ventanillas abiertas.» Ambos dormitan en su intento de soportar el calor.
Súbitamente, al salir de una pequeña estación, pareció despertarse la campesina, abrió su cesta, sacó un trozo de pan, huevos duros, un frasco de vino y ciruelas, unas hermosas ciruelas coloradas, y se puso a comer.
También el joven se había despertado bruscamente, la miraba, siguiendo con la vista el trayecto de cada bocado, desde las rodillas a la boca. Permanecía con los brazos cruzados, fija la mirada, hundidas las mejillas, cerrados los labios.
Comía ella con gula, bebiendo a cada instante un sorbe de vino para ayudar a pasar los huevos, y de cuando en cuando suspendía la masticación para dejar escapar un ligero resoplido.
Se lo tragó todo: el pan, los huevos, las ciruelas, el vino. En cuanto ella acabó de comer, el joven cerró los ojos. La joven se sintió algo apretada y se aflojó el corpiño. El joven volvió súbitamente a mirar.
Sin preocuparse por ello, la mujer se fue desabrochado el vestido; la fuerte presión de sus senos apartaba la tela, dejando ver, entre los dos, por la abertura creciente, algo de la ropa blanca interior y un trozo de piel.
Cuando la campesina se sintió más a sus anchas, dijo en italiano:
—No se puede respirar, de tanto calor como hace.
Entablan conversación, son de pueblos cercanos, tienen conocidos comunes. Ella, que cada vez tiene peor aspecto, les explica que «desde ayer no he dado el pecho, y estoy mareada, como si fuera a desmayarme. Con la cantidad de leche que yo tengo, es indispensable dar de mamar tres veces al día; de lo contrario, se siente una molestia.»

La continuación del relato es entrañable y no lo transcribiremos para no romper la satisfacción lectora de llegar a él siguiendo el flujo del texto completo.

Al final:
—Me ha hecho usted un gran favor. Se lo agradezco mucho, señor.
Pero el joven le contestó con acento reconocido:
—Soy yo quien le da las gracias, señora. ¡Llevaba dos días sin probar bocado!

En 1978, el director mexicano Jaime Humberto Hermosillo realizó un cortometraje con esta historia, pero ambientándola en una estación. Ahora los dos protagonistas esperan el tren que ha de llevarlos a Puebla y que se está retrasando. Hace un calor que casi impide respirar. Ella está sentada en un banco del andén y él, después de dormitar en distintos rincones, acaba sentándose en el mismo banco que ella. La conversación que establecen y el desenlace del cortometraje es absolutamente fiel al relato de Maupassant.


Por el deambular del joven por la estación, el espectador puede interpretar que el chico la está rondando atraído por su belleza y, de hecho, una de las reseñas del corto así lo daba a entender: «En una estación de ferrocarril se encuentra una chica, ella cree que hay un hombre enamorado de ella. Sin embargo, el hombre busca algo más que su corazón. Un drama que intenta explorar la deconstrucción de las relaciones humanas y lleva al espectador a un lugar conocido, donde puede verse reflejado.» Otra de las reseñas opinaba que estamos ante un «cortometraje que busca identificar las relaciones humanas a partir de la deconstrucción del amor.»

El relato puede encontrarse aquí y el cortometraje puede verse aquí. Juzguen ustedes si las reseñas tienen razón o si, simplemente, el cineasta quiso ser fiel al escritor.


Por si les interesa, hay también una versión de 1983 realizada por Françoise Prouvost. Incluso hay otra de 2016 de Justin Anderson (aquí) en la que la directora ha suprimido la frase final del relato y parece que no sea la misma historia.