lunes, 8 de enero de 2024

Trenes en la nieve


Si pensamos en películas o series en las que el escenario sea un tren rodeado de nieve, es muy probable que la primera que nos venga a la cabeza sea Snowpiercer (Rompenieves). En 1984 apareció la primera entrega de la novela gráfica Le Transperceniege con guion de Jacques Lob y dibujos de Jean-Marc Rochette, en 2013 tuvimos la versión cinematográfica dirigida por Bong Joon-ho y en 2020 nos llegó la serie dirigida por Graeme Manson. La base de las tres obras es que un fallido experimento para solucionar el calentamiento global acabó helando el planeta y matando a la mayoría de seres vivos; los únicos humanos supervivientes son los pasajeros, clasificados por capas sociales, de un tren que recorre sin paradas el mundo impulsado por un motor de movimiento continuo.


Pero en la pantalla ya se habían proyectado trenes sitiados por la nieve muchos años antes. En 1956 José Antonio Nieves Conde dirigió Todos somos necesarios. Falangista convencido, Nieves Conde se adscribió a la corriente neorrealista que llegaba de Italia porque consideró que sus postulados encajaban con su preocupación por las desigualdades sociales y la conducta inmoral de los ricos, que el veía como una traición a los ideales del nacionalsindicalismo; acabó apartado por el franquismo.

 

La trama argumental es simple y eficaz. Un médico condenado injustamente, un empleado que ha cometido un desfalco y un ladrón habitual dejan la cárcel tras cumplir sus condenas y suben a un tren donde, por su calidad de expresidiarios, son mal recibidos por los viajeros. El convoy queda bloqueado por la nieve y el hijo de un empresario que sólo ama al dinero y planea una aventura con su secretaria, cae enfermo y hay que practicarle una traqueotomía para salvarle la vida. El médico, suspendido de ejercicio y resentido contra la sociedad, se niega a intervenir, pero acabará cambiando su actitud ante la mirada de ánimo de la secretaria y el ejemplo de un cura, dispuesto a arriesgarse a operar al niño con sus escasos conocimientos adquiridos en las misiones. Por su parte, el ladrón habitual no duda en partir bajo la tormenta de nieve para pedir ayuda. Al final, a pesar de su heroicidad, los viajeros seguirán recelando de ellos por el solo hecho de ser expresidiarios. Toda la acción de la película transcurre en el ferrocarril, convertido en un escenario aislado, donde los personajes muestran su verdadero rostro cuando se enfrentan a conflictos morales.

El convoy de Murder on the Orient Express (1934, Asesinato en el Orient Express) de Agatha Christie también queda bloqueado por la nieve y, mientras se espera la llegada del tren de rescate, Hercule Poirot resuelve un caso de asesinato. Hay varias versiones para la gran y la pequeña pantalla que ha sido profusamente promocionadas y reemitidas hasta convertir esta obra y sus versiones en una de las más conocidas tanto de la autora como del cine con trenes.

Vlak u snijegu (1976, Tren en la nieve) del croata Mate Relja es una película basada en una novela juvenil. Un grupo de escolares viaja a Zagreb para una actividad académica, al regreso, el profesor se indispone y debe ser ingresado en un hospital, los niños prosiguen el viaje solos, pero el convoy acaba bloqueado por un vestisquero, entonces los escolares colaboran con los ferroviarios para liberar el tren. Es una película menor, con niños que se las ingenian para ayudar a despejar la vía de la nieve y, además, cantan dirigidos por un maquinista barbudo y campechano.

 

También transcurre en medio de una tormenta de nieve la historia que se nos cuenta en la película japonesa de dibujos animados Byôsoku go Senchimêtoru (2007, Cinco centímetros por segundo) de Makoto Shinkai. A ella pertenece el fotograma que encabeza esta entrada. Los dos protagonistas, Takaki y Akari, se enamoran al final de la escuela primaria, pero sus vidas toman caminos distintos. Pasa el tiempo. Un buen día, el chico decide ir a visitar a la chica en tren en medio de una tormenta de nieve. La película describe con todo detalle el trayecto con diversos cambios de línea que realiza el protagonista desde la estación toquiota de Shinjuku hasta el pueblo de Tochigui. Durante el viaje, la nieve hace que los convoyes acumulen retrasos y uno de ellos incluso se detiene durante un buen rato hasta que se puede limpiar la vía; no hay que decir que las compañías ferroviarias no paran de disculparse por los altavoces de trenes y estaciones. Por fin el chico llega a la estación de destino con muchísimo retraso, pero ella le está esperando. A partir de aquí, la historia resulta un poco ñoña para los gustos occidentales. El tren tiene un papel relevante, y como tal es tratado en el detalle de las estaciones o del interior de los convoyes, que son presentados como espacios para el romance y la reflexión. Que la nieve haya llegado a detenerlo es presentado como un hecho excepcional.

Puede que algunos fotogramas de la película Vlak u snijegu le recuerden a alguien el óleo de Claude Monet de 1875 conocido como Tren en la nieve o La locomotora. Más allá de su extraordinaria factura, este tren entrando en la estación de Argenteuil parece que nos está indicando que el ferrocarril es la única manera de moverse tras una tormenta de nieve que debe haber bloqueado los caminos.

 

El óleo En la estación. Mañana de invierno en el tren de los Urales (c. 1885) de Vladimir G. Kazantsev, contemporáneo de Monet, tiene muchas similitudes con el anterior: la forma grisácea del convoy contrastando con la nieve que cubre todo el entorno, el humo destacándose sobre el cielo cubierto, las luces del testero… y la misma sensación de que el tren nos ofrece la única manera de movernos por el paisaje.

 

El paso del tiempo no le ha quitado al tren esta capacidad de llegar con nieve a donde no se puede llegar de otra manera. El pintor norteamericano Everett Longley Warner, que tomó como uno de sus temas el paisaje de Pensilvania, representó en Panther Hollow (c. 1930) un tren industrial circulando por este barrio de Pittsburgh.

 

Canadá nos proporciona un ejemplo actualísimo de la importancia del ferrocarril en tiempos de nieve. Cuando los rigores del invierno dejan el territorio congelado, solo él es capaz de comunicar ciudades y transportar mercancías. Un convoy, sea de vapor, sea diésel, atravesando las llanuras nevadas y heladas es un tema muy común en la pintura ferroviaria intemporal canadiense, como es el caso de Canadian at Morant's Curve (2001) de Glen Frear, que nos muestra un convoy de CP Rail circulando bajo la mirada de las Montañas Rocosas por un tramo de la línea que se ha convertido en un clásico por su belleza.


En los sistemas montañosos de nuestra península también la nieve puede poner al ferrocarril en dificultades, es lo que escogió como tema José Catalá en su obra Puerto de Tosas (c. 2002) que nos muestra una 435 dando servicio a la relación entre Barcelona y la frontera francesa en Puigcerdà pasando por este puerto de montaña pirenaico.

 

Todas estas obras tienen en común el recordar que uno de los logros del ferrocarril fue el haber sido el primer medio de transporte que pudo enfrentarse a gran escala a las nevadas copiosas. El contraste de las formas oscuras y geométricas de los convoyes contrastando con el blanco informe de la nieve, las ventanillas iluminadas de los coches recordando que en su interior se está a salvo del frio y la sensación de que podemos seguir viajando a pesar de la tormenta son imágenes que han quedado fijadas como lugares comunes en el imaginario artístico.