viernes, 16 de octubre de 2020

Sherlock Holmes viajaba en tren 2/2


En la entrega anterior hablábamos de la presencia del ferrocarril en las obras canónicas de Sherlock Holmes, es decir, en las que fueron escritas por sir Arthur Conan Doyle. Vimos que, aunque este medio de transporte fuera esencial para el detective, ninguno de sus casos se desarrolla realmente en un tren. Sin embargo, no ocurrió lo mismo con las múltiples secuelas, sobre todo las cinematográficas, que fueron apareciendo a lo largo de los años.

Terror by Night

En 1946, Roy William Neill rodó Terror by Night (Terror en la noche), una película escrita por Frank Gruber que retomaba los personajes de Doyle en un argumento más o menos inspirado en los relatos La desaparición de lady Frances Carfax y La aventura del carbunclo azul. Toda la acción transcurre en el expreso de las 19:30 que sale de Londres-Euston con destino a Edimburgo, con alguna escena ocasional en una funeraria y en los andenes de dos estaciones. Holmes es contratado por la familia propietaria de un valioso diamante y su cometido será evitar su robo y descubrir quien está detrás del frustrado intento anterior.

Se trata de un film rodado justo acabada la Segunda Guerra Mundial, de muy bajo presupuesto y con una duración inferior a los sesenta minutos. En realidad, su formato es más parecido a lo que posteriormente fueron los telefilmes que a una auténtica producción cinematográfica. Su calidad es más que mediocre, muy lejos, por ejemplo de Brief Encounter filmada sólo un año antes con la guerra aun en marcha. El hecho de que en el guión el perfil de los personajes sea mucho más bajo que el de los relatos originales de Doyle es uno de los muchos déficits de la cinta

Fue protagonizada por Basil Rathbone, uno de los actores británicos que mejor encarnó a Holmes, por Nigel Bruce en el papel de un tontorrón Watson y Dennos Hoey en el de un incompetente Lestrade. Estos mismos autores protagonizaron las anteriores entregas de esta serie que, en Terror by Night llegaba prácticamente a su agónico final

El bajo presupuesto disponible y la limitada pretensión artística de la cinta queda de manifiesto en la humildad de los decorados ferroviarios, que se limitan a dos andenes, al interior de un furgón de carga y al de un coche de pasajeros, cuyas ventanillas siempre tienen las cortinillas corridas para evitarse el tener que simular el paisaje exterior. Se utilizaron unas maquetas tan simples, que no hace falta ser aficionado al ferrocarril para darse cuenta que el convoy toma curvas de radio demasiado pequeño para ser reales. Los habituales planos del paso del tren que sirven para marcar los tiempos del film y la inevitable contemplación de las ruedas motrices poniéndose en marcha resultan poco interesantes para el aficionado ferroviario, que ni siquiera llega a disfrutar de un buen plano de la locomotora, aunque sí lo tiene de las manos del maquinista acelerando y frenando el convoy.


Se trata, pues, de un film en el que el ferrocarril es utilizado como mero contenedor y en el que está muy presente la alargada sombra de The Lady Vanishes (Alarma en el expreso) (1938) de Alfred Hitchcock. Una de las escenas iniciales merece ser destacada: una mujer encarga en Londres un ataúd para su difunta madre, a la que debe enterrar en Escocia; al despedirse le dice al carpintero: “Es una molestia tener que ir en tren, ¿no cree?” No nos extraña que una persona capaz de decir tamaña monstruosidad, resulte ser después una cómplice de Moriarty. 

The Seven-Per-Cent Solution

Si quisiéramos encontrar un ejemplo de como pueden llegarse a cambiar los títulos de los filmes al proyectarse en distintos países, éste sería un buen ejemplo. El título original de la película es The Seven-Per-Cent Solution (La disolución al siete por ciento). En francés se la tituló Sherlok Holmes attaque l’Orient-express (Sherlock Holmes ataca al Orient Express) y en español se la llamó Elemental, doctor Freud.

Esta película fue rodada en 1976, y es una adaptación cinematográfica de la novela del mismo nombre de Nicholas Meyer, autor de otros dos pastiches con los personajes de sir Doyle. El título se refiere a la adicción de Sherlock Holmes a la cocaína, la cual lleva a Watson a organizar un viaje a Viena para que el detective sea visitado por el doctor Sigmun Freud. Para arrastrarlo hasta Viena, Watson enreda a Sherlock, que cree que viaja tras la pista de su inefable enemigo, el doctor Moriarty. Una vez en la capital austríaca, el detective Holmes, el doctor Watson y el doctor Freud se lanzan a una trepidante aventura que se resolverá tras una espectacular persecución ferroviaria. La cinta fue protagonizada por Nicol Williamson (Holmes), Alan Arkin (Freud) y Robert Duvall (Watson), y cuenta con secundarios de lujo como Vanessa Redgrave (Lola Deveraux) y Laurence Olivier (Moriarty). Meyer fue nominado al Oscar por su guión.

Las escenas ferroviarias fueron rodadas en el famoso, y cinematográfico donde los haya, ferrocarril preservado de Severn Valley en el condado inglés de Shropshire. Este ferrocarril es el que acumula más realizaciones cinematográficas y televisivas después del de Nene Valley de Peterborough. El Severn Valley Railway es famoso como atracción turística y es uno de los lugares de peregrinaje de los aficionados a los trenes antiguos. Fue construido en 1862, en 1870 fue absorbido por el Great Western Railway y en 1965, al cerrarse sus ramales principales, se iniciaron los planes de preservación. 

Holmes y Watson viajan a Viena en tren: parten de la estación Victoria de Londres y llegan a la estación del Oeste de Viena. Locomotoras, coches, estaciones y paisaje ferroviario son tratados con primor y merecen el interés del aficionado. Sin embargo, la escena más interesante es la de la persecución ferroviaria. El pachá, que ha secuestrado a Lola, la paciente de Freud, se dirige a Istambul en su tren especial. Los tres protagonistas se lanzan a su persecución después de abordar un tren de cercanías. “¿A donde se dirige este tren?” pregunta Watson. El jefe de estación responde: “Es el local de Dresde.” Watson saca su pistola y concluye: “Pues ahora es el Orient Express.”

Durante el recorrido se acaba el carbón y los tres héroes emulan a los hermanos Marx en el oeste alimentando el hogar de la locomotora con la madera de los vagones. Para completar la emoción ferroviaria, Holmes se cuelga de los coches cuando se cruzan con otros convoyes, suelta vagones de mercancías para atacar al otro tren, salta en marcha de su tren al de su enemigo, sortea portales de túneles y mantiene una lucha a sable correteando por los techos de los coches. Todo ello con todo lujo de detalles ferroviarios. ¿Qué más se puede pedir?


Una curiosidad final

La afición por Sherlock Holmes, por el mundo ferroviario y la filatelia no tienen límites, de manera que, en al menos una ocasión las tres se han unido. Se trata de un sello de 6 dólares del Caribe Oriental emitido por la Mancomunidad de Dominica, la inscripción de cuya hojita reza: “Sherlock Holmes y el doctor Watson contemplando el tren de Brunigline (construido en 1888) descendiendo de Brunig hacia Meiringen”. La referencia es canónica, pues en el relato Problema final el detective pasa la noche en Meiringen el día antes del encuentro supuestamente mortal con Moriarty en las cataratas de Reichenbach.




jueves, 1 de octubre de 2020

Sherlock Holmes viajaba en tren 1/2

 

El médico y escritor escocés Arthur Conan Doyle publicó los primeros relatos de su inmortal personaje Sherlock Holmes en 1887 y los últimos, en 1903, con una postrera aparición en 1914. Durante ese periodo de tiempo el detective que se distinguia por aplicar el método científico, protagonizó cuatro novelas y más de cincuenta relatos, casi todos ellos publicados en The Strand Magazine. Su éxito fue inmediato y absoluto, hasta el punto de que, como ocurriera con las obras por entregas de Charles Dickens, era habitual que en tabernas y lugares de trabajo fueran leídas en voz alta por los que podían hacerlo en beneficio de los analfabetos.

Los años de las aventuras de Holmes se corresponden con los del esplendor del ferrocarril británico. El tren era el medio de transporte habitual para los pasajeros y las mercancías en distancias medias y largas. Era más potente, rápido y versátil que la navegación por canales que había sido el método rey hasta la revolución industrial, y los tiempos de la competencia del transporte por carretera aun tardarían en llegar. Como no podía ser de otra manera, Sherlock Holmes, para sus desplazamientos entre Londres y las ciudades y pueblos donde se reclamaban sus servicios, tomaba el tren.

Entre los relatos escritos por sir Doyle no hay ninguno que tenga como escenario el tren. Es decir, ningún caso transcurre en el interior de un convoy en marcha, y sólo en unos pocos el ferrocarril tiene un papel que vaya más allá de ser el medio de transporte de Holmes y Watson. A menudo ambos personajes aprovechan los viajes a través del país para ponerse al día del estado de la investigación en curso, siendo éste un recurso literario que también han usado otros autores. Pero no podemos seguir hablando de la relación entre Sherlock Holmes y el ferrocarril sin hablar antes de la policía ferroviaria británica.

La Policía Británica del Transporte

En la Gran Bretaña existe un cuerpo policial específico para la vigilancia de los ferrocarriles: la British Transport Police (BTP). La BTP es la fuerza pública nacional de ferrocarriles y presta servicio de policía a los operadores ferroviarios, a su personal y a los pasajeros a todo lo largo y ancho de Inglaterra, País de Gales y Escocia. También es responsable de la vigilancia del sistema de metro de Londres, del tren ligero de los Docklands, del MetroTram del centro de Inglaterra y del Croydon Tramlink.

William Owen Gay, que fue jefe de la British Transport Police entre 1963 y 1974, unió a su reconocida labor policial un amplio trabajo en el terreno del derecho y de las artes. Durante algunos años fue el editor del BTP Journal, el boletín del cuerpo. Es evidente que Gay fue un lector entusiasta de las novelas de Doyle, pues escribió un artículo que puede catalogarse de definitivo sobre la relación de Sherlock Holmes con el ferrocarril. Lo publicó en la sección "Murder in Transit" (asesinato en tránsito) del boletín y se titulaba The detective went by train, a contribution to Holmesiana (El detective iba en tren, una contribución a la holmesiana). El artículo entero puede encontrarse en el interesante sitio web de la BTP. Está escrito con fino sentido del humor y hace constantes comparaciones entre el funcionamiento del ferrocarril en tiempos de Holmes y el que él conoció como jefe de la policía ferroviaria. En su artículo, Gay prueba que es un muy buen conocedor de la saga holmesiana, como lo demuestra el hecho de aportar abundantes ejemplos de cada una de sus consideraciones. Veamos algunas de ellas:

Parece ser que Sherlock Holmes tenía una amplia cultura ferroviaria, hasta el punto de que en el caso Black Peter, cuando el comisario se estruja el cerebro para comprender qué pueden significar las iniciales CPR, Holmes le sugiere de inmediato que pruebe si Canadian Pacific Railway encaja con la investigación… y así es.

El doctor Watson se muestra siempre como un perfecto conocedor de los horarios de los trenes, hasta el punto de que cuando Holmes le pide que consulte los servicios para Little Purlington, cerca de Frinton, que según Gay es una destinación remota en una ramal local, Watson le contesta inmediatamente a qué hora tienen tren sin que, aparentemente, necesite consultar los horarios.

El articulista compara los trenes y horarios citados por Doyle, que solían ser rigurosamente reales, con los de su época, de manera que pude opinar sobre la eficacia de los trenes de cada momento y, en un caso, llega a la conclusión que Doyle hace que se retrase un tren para que a Holmes le cuadren sus horarios.

Según Gay, el detective no era un modelo de urbanidad: estruja los periódicos y los tira debajo del asiento a medida que los va leyendo durante sus viajes. Viajes que, gracias a los buenos oficios de Watson, la pareja suele hacer casi siempre ocupando en solitario un compartimiento.

Finalmente, en una nueva muestra de su humor inglés, Gay, que probablemente no tendría muy buen recuerdo de sus comidas en las cantinas (los refreshement rooms) de las estaciones, se sorprende de que ni Holmes ni Watson se quejen nunca de la calidad de la comida y del te que toman en sus viajes por ferrocarril.
Los planos del Bruce-Partington 

Éste es el caso en que el ferrocarril tiene un mayor papel, fue publicado en 1908 y arranca con la inesperada visita de Mycroft Holmes, el hermano de Sherlock que ocupa un lugar discreto pero clave en el gobierno de su majestad. El cuerpo del funcionario Cadogan West ha sido encontrado junto a la vía en la estación de metro de Aldgate. El joven trabaja en el arsenal de Woolwich y llevaba encima planos del submarino secreto Bruce-Partington cuando se encontró su cadáver. Holmes se pone en marcha: deduce que el cuerpo ha de haber caído de un tren y de que la caída se ha producido en un lugar en el que el convoy ha sufrido el traqueteo causado por el paso por unos cambios de agujas sucesivos. West no lleva billete y Holmes considera que este dato es muy relevante porque “en mi experiencia, no es posible alcanzar el andén del metro sin mostrar el billete.” 

No desvelaremos la trama y el desenlace del relato, pero sí que indicaremos que acaba conduciendo a Holmes y a la policía a un apartamento situado junto a las vías del metropolitano, a la salida de un túnel y justo en el lugar donde los convoyes suelen detenerse ante un semáforo. Los cristales de la ventana trasera bajo la que suelen pararse los convoyes del metro están permanentemente sucios por la condensación grasienta del humo de las locomotoras, toda la fachada está tiznada y encuentran la prueba de que un cuerpo ha sido sacado por la ventana porque el hollín que se ha depositado en la repisa muestra su rastro. La conclusión final es que el cuerpo del desgraciado West fue dejado, después de muerto, sobre el techo de un coche del metro y que no cayó de él hasta que las agujas de la estación de Aldgate lo hicieron resbalar.

El supuesto domicilio de Sherlock Holmes es el mítico 221b de Baker Street junto a la parada de metro del mismo nombre. El detective de ficción tiene una estatua a la salida de la estación y, además, la empresa del metropolitano de Londres rindió homenaje al detective diseñando una decoración alusiva para esta estación en la que se cruzan las líneas Jubilee, Metropolitan, Bakerloo y Circle.