miércoles, 31 de diciembre de 2014

Novelas ambientadas en el metro de Barcelona



Se cumplen 90 años del metro de Barcelona, y se cumplen diez de la publicación de una novela de Ramon Solsona íntegramente ambientada en él: Línia blava (Línea azul). La línea V tenía, en el momento de publicarse la obra, su origen en el barrio de Horta y su final en la ciudad de Cornellá, y cada capítulo lleva por título el nombre de una estación del recorrido, incluida la entonces ya cerrada estación de Gaudí y la planificada y nunca construida de Cardenal Reig.

La estructura de la novela está basada en las fabulaciones de un viajero anónimo que observa y escucha a sus compañeros de viaje y va tejiendo historias en las que se entrelazan los distintos personajes creados a partir de la contemplación y de la curiosidad, que és la base de la creación literaria. La intención del autor queda clara con la cita de Mr Benett y Mrs Brown de Virginia Wolf que precede la novela: “Yo creo que todas las novelas empiezan con una vieja sentada en el asiento de enfrente”.

Los personajes son muchos y diversos: un entrenador de baloncesto, una exprostituta, una vieja que hace ganchillo, una emigrante, un exempleado del metro, una taxista… Las historias personales dejan espacio a insertos en los que se describe el ambiente de las distintas estaciones:

El tren entra en la estación y la Pólvora se dispone a bajar. Seguramente irá a buscar la línea roja para ir a casa del administrador. Se sabe el camino de memoria, lo podría hacer con los ojos cerrados. No se deja engañar por estas dos estaciones iguales, calcadas.
Si no fuera por las franjas de color que identifican claramente las estaciones de cada línea, no sabrías decir si estás en la estación de Sagrera de la línea roja o de la línea azul. Son prácticamente idénticas, con un tercer andén central por donde transitan miles de personas cada día. Son miles de pies que hacen un ruido sordo, un roce que resuena en la vuelta ancha y elegante ambas estaciones. Además, están tan cerca la una de la otra que el viajero se desconcierta, tiene la sensación de reencontrarse en la estación de partida. En Sagrera no hay ninguno de estos pasillos inhóspitos, tortuosos y absurdamente largos que enlazan algunas líneas y que sólo se humanizan con las notas que hacen volar un violinista retirado o un joven canadiense que toca la guitarra y la armónica.

En otro fragmento tenemos notícia de qual era el trabajo del exempleado del metro:

Hacía el trabajo más solitario, el más humilde. Calzado con unas botas gruesas, con una lámpara y una llave inglesa suficientemente grande como para apretar algún tronillo díscolo de las traviesas, consumía las noches y las madrugadas recorriendo el tramo de Sagrera a Diagonal para inspeccionar el estado de las vías y la catenaria. Sólo sentía el silencio de sus pasos, el goteo de las filtraciones y, de vez en cuando, los pasos de un perro desorientado, alguna pareja que se había refugiado en los túneles, un drogadicto… 
Àfrica Ragel
Cuatro años después, una conductora del metro de Barcelona, Àfrica Ragel, publicaba la novela La moneda del malfat (2008, La moneda del infortunio). Está ambientada en los años ochenta del siglo pasado en el barrio barcelonés del Poblenou. Situado al norte de la ciudad y junto al mar, sufrió una gran transformación cuando sus fábricas y sus casas de obreros fueron substituidos por la villa de los atletas de los Juegos Olímpicos de 1992. El barrio era atravesado por la línea IV del metro y uno de los protagonistas de la novela encuentra trabajo como taquillero en una estación del mismo barrio y allí, a pesar de la subterraneidad y de lo rutinario del trabajo, se enamora de una viajera.

Esa misma tarde, Sergi empezó a trabajar en el metro de Poblenou, vendía billetes y tarjetas, y vigilaba la estación para que nadie saltara los torniquetes sin pagar (...). Y fue allí, precisamente en aquella estación, dentro de aquella jaula de vidrio con agujeros, entre aquellas paredes oscuras que le impedían ver la luz del sol, allí donde creía que nada podría alegrar su vida; donde se enamoró.

La línea IV era, en aquellos tiempos, la más ruidosa de la ciudad y hacía vibrar las casas a su paso, fenómeno que queda reflejado en la novela junto con los intentos de la compañía para solucionarlos:

Quería contar a Lurdes que trabajaba cobrando los billetes de ese monstruo gigante que pasaba por debajo tierra haciendo temblar los muebles de las casas del barrio y agrandando las grietas de los patios de luces.
(...)
Aquella noche Sergi salió de casa después de que el reloj marcara la media. Tenía que estar en la estación de Poblenou haciendo un refuerzo, los ingenieros catalanes de la Universidad Politécnica y otros ingenieros venidos de Inglaterra estarían toda la noche instalando unas grapas especiales, que ya se usaban en el metro de Londres, para ver si apaciguaban un poco los temblores que el paso de los convoyes hacía sentir a medio barrio.

Las largas y vacías horas de servicio de esa noche acaban creando una metáfora a propósito de las vibraciones. 
Las horas se hicieron eternas y el aleteo del amor le llevó toda la noche, mientras pensaba que quizás con el final de la vibración de las vías, también terminaría el temblor de su vida insípida y vacía.

lunes, 15 de diciembre de 2014

La bestia humana salta los Pirineos


La reciente aparición de la primera traducción al catalán de La Bête humaine de Émile Zola es una buena ocasión para recordar las vicisitudes de esta novela al sur de los Pirineos. Se publicó en Francia en 1890 y ese mismo año apareció la traducción al castellano y, como las obras anteriores y posteriores del mismo autor, generó polémica: los tradicionalistas la consideraban materialista y pecaminosa, mientras que los liberales la defendían. La iglesia católica desaconsejaba su lectura y no hace falta decir que no se consideraba una lectura apropiada para las jóvenes.

                                 

En Portugal, la primera traducción fue publicada en 1912 por Guimarães e C.ª, en dos volúmenes, y fue obra de Henrique Marqués, que firmaba con el pseudónimo de Pandemónio. En años sucesivos, se hicieron reediciones y nuevas traducciones al portugués. No existen traducciones al gallego o al vasco de esta novela.

El agotamiento del naturalismo y la aparición de las vanguardias literarias no supuso el olvido de esta novela, pero después de la Guerra Civil no se reeditó y los libreros no tenían a la vista los ejemplares que les quedaran en existencia por razones obvias. Mientras, en México, en 1945, se publicaba una excelente edición ilustrada.

        

Hubo que esperar a los años sesenta para que una editorial barcelonesa reeditara el ciclo Rougon Macquart al que pertenece La Bête humaine. Hubo un goteo de ediciones en los años setenta y ochenta y, en 2002, se reeditó en facsímil la edición mexicana de 1945.

                                
La edición en castellano más reciente es de 2010, una traducción de José Antonio Pérez Pulido para Capitán Swing Libros.

                                   

La traducción catalana de Josep M. Muñoz Lloret para la editorial L’Avenç ha tomado para su portada, reproducida al inicio de esta entrada, un fotograma de la versión cinematográfica de Jean Renoir de 1938 con un primer plano del actor Jean Gabin en el papel del maquinista Jacques Lantier.

Curiosidad: la publicación de la traducción al catalán coincide en el tiempo con una nueva al portugués, realizada por Dilson Ferreira da Cruz, de la Universidad de São Paulo, para la editorial Disal,

                                        

Acabamos con una colección de portadas de ediciones peninsulares del siglo XX.









Un acertijo final: ¿de qué película se tomó la imagen para esta portada? Respuestas a arteyferrocarril@gmail.com


Fuentes de las fechas de edición:
El naturalismo español de Walter Pattison (1969)
Crítica das Traduções Portuguesas de La Bête humaine de Émile Zola de Ana Cristina Tavares e José Manuel Lopes (1991)