miércoles, 6 de diciembre de 2023

Trenes y migraciones


El fotógrafo Carlos Pérez de Rozas y Sáenz de Tejada, que perteneció a una estirpe de fotoperiodistas que actualizó la profesión, trabajó en La Solidaridad Nacional y, al cierre de esta, en La Vanguardia. En 1950 hizo una serie de fotografías sobre la emigración con una estética que le inscribía de lleno en el realismo social. La que reproducimos está tomada en la Estación de Francia de Barcelona y muestra a emigrantes que van a trabajar al país vecino.

Veinte años después, esta estación seguía siendo puerta de salida de los vendimiadores, y el cantautor Joan Manuel Serrat les dedicó una canción (a la derecha la versión original en catlán):
Al llegar septiembre                             Pels voltants de setembre
antes de que llegue el frio                    abans que arribi el fred
compran su billete                                compren el seu bitllet
para el tren de la esperanza                  per al tren de l'esperança.

Y los hemos visto alejarse                   I els hem vist allunyar-se
con la maleta al hombro                      amb la maleta a coll
caminando por un andén                     caminant per un moll
de la Estación de Francia                    de l'estació de França
(…)                                                     (…)
Los vendimiadores también salían de la Estación del Norte de Valencia, y el novelista de Játiva Toni Cucarella, en la novela Els camps dels vençuts (2002, Los campos de los vencidos), resiguió su salida de València, el paso del control de frontera en Portbou y la llegada a Narbona.
En la estación del Norte de València crecía un caos gritón y bullicioso. Diversas vías eran ocupadas per largos convoyes que se perdían al fondo de andén, los trenes especiales de vendimiadores. Era una muchedumbre la que se agitaba, de aquí para allá, buscando su coche. Las mujeres y los niños esperaban, de mientras, vigilando los montones de bultos. Acarreábamos un bagaje copioso y pesado: las maletas llenas de alimentos, sobre todo latas de conserva y embutidos de todo tipo. Había que ahorrar cuanto más mejor, por eso nos llevábamos la máxima manutención desde casa. El salario que habíamos de cobrar era elevado respecto del que se cobraba aquí, ya que en Francia el nivel de vida era bastante más caro, pero si teníamos que comprar allí la comida, perderíamos la poca ganancia.
El mismo año que Pérez de Rozas tomaba sus fotos en la Estación de Francia, nacía en Tarifa otro reconocido periodista gráfico, Manuel Sanvicente Valonero, que desarrolló su carrera en el diario Informaciones de Andalucía y, a su cierre, en ABC de Sevilla. De él es la fotografía de finales de los años 60 del siglo pasado de los emigrantes que parten de la estación de Sevilla Patio de Armas. Fue publicada en ABC de 27 de julio de 2009 para acompañar un texto de Aurora Flórez titulado El tren hacia el éxodo.

Apenas resta un segundo para que den las cinco de la tarde en la estación de Plaza de Armas. El aviso de salida del tren está a punto de romper el aire y envolver los nervios, la tristeza y la sensación de desarraigo de los viajeros, que ya caminan hacia las vías o empiezan a cargar celerosos los bultos. Un operario con mono amontona en un recogedor casero las colillas y papelitos que quedan en el suelo. (...) Se marchaban del asfixiante largo brazo de la posguerra para evitar a los suyos desde la lejanía y la nostalgia la apretura del traje remendado, el raído abrigo heredado de niño en niño, los zapatos desollados, el dolor de la miseria, el olor de la pobreza.
El dibujante Cesc, en el libro Arriba Spain! (1972), que recogía sus viñetas de crítica social en diversos periódicos y revistas, quiso mostrar que había matices en los motivos de la emigración aunque todas se realizaran en tren.


El contraste entre el lugar de salida y el de llegada es uno de los temas de la película La piel quemada (1967) de Josep Maria Forn. Mientras seguimos el largo viaje en tren de la mujer y los niños desde Andalucía hasta Barcelona pasando por Valencia y, después, en autobús hasta la Costa Brava de Gerona, vemos intercalada la vida que lleva el marido trabajando en la construcción y viviendo el choque cultural entre su tierra de origen y la que le ha acogido. Tras unos meses en solitario, el hombre ha logrado alquilar un lugar para vivir y poco a poco va conociendo a sus compañeros de trabajo, a los empleadores locales y a las turistas que están de vacaciones, incluida una muchacha belga que le descubre un mundo insospechado.



Si cruzamos el océano Atlántico y regresamos a nuestros días, nos encontraremos con una dramática vinculación entre ferrocarril y migración. “La bestia” es la denominación que recibe el lento tren de mercancías que atraviesa Centroamérica y México de sur a norte. Los emigrantes lo usan como medio de transporte para intentar cumplir el sueño de entrar en los Estados Unidos. Es un viaje peligrosísimo, no sólo por la dificultad de mantener el equilibrio encaramado en los vagones, sino también por la amenaza de las mafias, todo ello bajo el acoso constante de “la migra”, la policía de inmigración.

En 2013 el director de cine español afincado en México Diego Quemada-Díez rodó La jaula de oro (The Golden Dream), que narra las peripecias de dos adolescentes que huyen de su aldea para buscarse un futuro y emprenden un peligroso viaje durante el que trabarán amistad con un chico indígena, sufrirán en sus carnes abusos e injusticia, pero también descubrirán la amistad y la solidaridad, pasarán la frontera de la mano de una mafia y serán “recibidos” por un francotirador voluntario que abate inmigrantes. Una película dura pero imprescindible.

 

Ese mismo año, el granadino Daniel Rodríguez Moya, poeta y periodista vinculado a Nicaragua, escribió el poema “La bestia”, The American way of death, he aquí tres fragmentos:
(…)

Nadie duerme en el tren,
sobre el tren.
Agarrados al tren
todos buscan llegar a una frontera,
a un sueño dibujado como un mapa
con líneas de colores:
una larga y azul que brilla como un río
que ahoga como un pozo.
(…)
Las gentes congregadas muy cerca de la vía
con un trago en la mano,
el olor a fritanga y a tortilla
como si fueran fiestas patronales,
esperando el momento para subir primero,
y no quedarse en el andén del polvo,
montar sobre ‘La Bestia’, en el ‘Tren de la Muerte’
o esperar escondidos adelante,
en los cañaverales,
con un rumor inquieto.
Y esquivar a la migra.

 (…)

Transitan los vagones por los campos
donde explotan las más extrañas flores.
Pasan noches y días
como sogas del tiempo en marcha circular.
Cada milla ganada a los raíles
aleja en la llanura otra estación del sur.

Marcha lenta la máquina
con racimos de hombres a sus lados.
El humo del gasóleo
difumina un perfil que se pierde a lo lejos.

Ha pasado ‘La Bestia’ camino a la frontera.

Avanza hacia el norte
el viejo traqueteo de un tren de mercancías.
El poeta mejicano Mijail Lamas también habló de este drama en el poema de diez cantos Trenes (2014), en el séptimo podemos leer:
El trampa es el que sube a los cargueros,
él salta a los vagones desde el sur.
Huye de la miseria.
Busca el norte que no es más que otra forma
de nombrar a la muerte.
Los han visto pasar mirando hacia las casas,
deseando estar adentro.
Ellos vienen de paso, están cansados
dice la madre al niño
que mira fascinado el paso del convoy.
Ellos vienen de paso… pero el trampa no vuelve.
¿Alguien después de mucho,
cuando los trenes pasan por los pueblos del sur,
recordará sus nombres?