miércoles, 6 de diciembre de 2023

Trenes y migraciones


El fotógrafo Carlos Pérez de Rozas y Sáenz de Tejada, que perteneció a una estirpe de fotoperiodistas que actualizó la profesión, trabajó en La Solidaridad Nacional y, al cierre de esta, en La Vanguardia. En 1950 hizo una serie de fotografías sobre la emigración con una estética que le inscribía de lleno en el realismo social. La que reproducimos está tomada en la Estación de Francia de Barcelona y muestra a emigrantes que van a trabajar al país vecino.

Veinte años después, esta estación seguía siendo puerta de salida de los vendimiadores, y el cantautor Joan Manuel Serrat les dedicó una canción (a la derecha la versión original en catlán):
Al llegar septiembre                             Pels voltants de setembre
antes de que llegue el frio                    abans que arribi el fred
compran su billete                                compren el seu bitllet
para el tren de la esperanza                  per al tren de l'esperança.

Y los hemos visto alejarse                   I els hem vist allunyar-se
con la maleta al hombro                      amb la maleta a coll
caminando por un andén                     caminant per un moll
de la Estación de Francia                    de l'estació de França
(…)                                                     (…)
Los vendimiadores también salían de la Estación del Norte de Valencia, y el novelista de Játiva Toni Cucarella, en la novela Els camps dels vençuts (2002, Los campos de los vencidos), resiguió su salida de València, el paso del control de frontera en Portbou y la llegada a Narbona.
En la estación del Norte de València crecía un caos gritón y bullicioso. Diversas vías eran ocupadas per largos convoyes que se perdían al fondo de andén, los trenes especiales de vendimiadores. Era una muchedumbre la que se agitaba, de aquí para allá, buscando su coche. Las mujeres y los niños esperaban, de mientras, vigilando los montones de bultos. Acarreábamos un bagaje copioso y pesado: las maletas llenas de alimentos, sobre todo latas de conserva y embutidos de todo tipo. Había que ahorrar cuanto más mejor, por eso nos llevábamos la máxima manutención desde casa. El salario que habíamos de cobrar era elevado respecto del que se cobraba aquí, ya que en Francia el nivel de vida era bastante más caro, pero si teníamos que comprar allí la comida, perderíamos la poca ganancia.
El mismo año que Pérez de Rozas tomaba sus fotos en la Estación de Francia, nacía en Tarifa otro reconocido periodista gráfico, Manuel Sanvicente Valonero, que desarrolló su carrera en el diario Informaciones de Andalucía y, a su cierre, en ABC de Sevilla. De él es la fotografía de finales de los años 60 del siglo pasado de los emigrantes que parten de la estación de Sevilla Patio de Armas. Fue publicada en ABC de 27 de julio de 2009 para acompañar un texto de Aurora Flórez titulado El tren hacia el éxodo.

Apenas resta un segundo para que den las cinco de la tarde en la estación de Plaza de Armas. El aviso de salida del tren está a punto de romper el aire y envolver los nervios, la tristeza y la sensación de desarraigo de los viajeros, que ya caminan hacia las vías o empiezan a cargar celerosos los bultos. Un operario con mono amontona en un recogedor casero las colillas y papelitos que quedan en el suelo. (...) Se marchaban del asfixiante largo brazo de la posguerra para evitar a los suyos desde la lejanía y la nostalgia la apretura del traje remendado, el raído abrigo heredado de niño en niño, los zapatos desollados, el dolor de la miseria, el olor de la pobreza.
El dibujante Cesc, en el libro Arriba Spain! (1972), que recogía sus viñetas de crítica social en diversos periódicos y revistas, quiso mostrar que había matices en los motivos de la emigración aunque todas se realizaran en tren.


El contraste entre el lugar de salida y el de llegada es uno de los temas de la película La piel quemada (1967) de Josep Maria Forn. Mientras seguimos el largo viaje en tren de la mujer y los niños desde Andalucía hasta Barcelona pasando por Valencia y, después, en autobús hasta la Costa Brava de Gerona, vemos intercalada la vida que lleva el marido trabajando en la construcción y viviendo el choque cultural entre su tierra de origen y la que le ha acogido. Tras unos meses en solitario, el hombre ha logrado alquilar un lugar para vivir y poco a poco va conociendo a sus compañeros de trabajo, a los empleadores locales y a las turistas que están de vacaciones, incluida una muchacha belga que le descubre un mundo insospechado.



Si cruzamos el océano Atlántico y regresamos a nuestros días, nos encontraremos con una dramática vinculación entre ferrocarril y migración. “La bestia” es la denominación que recibe el lento tren de mercancías que atraviesa Centroamérica y México de sur a norte. Los emigrantes lo usan como medio de transporte para intentar cumplir el sueño de entrar en los Estados Unidos. Es un viaje peligrosísimo, no sólo por la dificultad de mantener el equilibrio encaramado en los vagones, sino también por la amenaza de las mafias, todo ello bajo el acoso constante de “la migra”, la policía de inmigración.

En 2013 el director de cine español afincado en México Diego Quemada-Díez rodó La jaula de oro (The Golden Dream), que narra las peripecias de dos adolescentes que huyen de su aldea para buscarse un futuro y emprenden un peligroso viaje durante el que trabarán amistad con un chico indígena, sufrirán en sus carnes abusos e injusticia, pero también descubrirán la amistad y la solidaridad, pasarán la frontera de la mano de una mafia y serán “recibidos” por un francotirador voluntario que abate inmigrantes. Una película dura pero imprescindible.

 

Ese mismo año, el granadino Daniel Rodríguez Moya, poeta y periodista vinculado a Nicaragua, escribió el poema “La bestia”, The American way of death, he aquí tres fragmentos:
(…)

Nadie duerme en el tren,
sobre el tren.
Agarrados al tren
todos buscan llegar a una frontera,
a un sueño dibujado como un mapa
con líneas de colores:
una larga y azul que brilla como un río
que ahoga como un pozo.
(…)
Las gentes congregadas muy cerca de la vía
con un trago en la mano,
el olor a fritanga y a tortilla
como si fueran fiestas patronales,
esperando el momento para subir primero,
y no quedarse en el andén del polvo,
montar sobre ‘La Bestia’, en el ‘Tren de la Muerte’
o esperar escondidos adelante,
en los cañaverales,
con un rumor inquieto.
Y esquivar a la migra.

 (…)

Transitan los vagones por los campos
donde explotan las más extrañas flores.
Pasan noches y días
como sogas del tiempo en marcha circular.
Cada milla ganada a los raíles
aleja en la llanura otra estación del sur.

Marcha lenta la máquina
con racimos de hombres a sus lados.
El humo del gasóleo
difumina un perfil que se pierde a lo lejos.

Ha pasado ‘La Bestia’ camino a la frontera.

Avanza hacia el norte
el viejo traqueteo de un tren de mercancías.
El poeta mejicano Mijail Lamas también habló de este drama en el poema de diez cantos Trenes (2014), en el séptimo podemos leer:
El trampa es el que sube a los cargueros,
él salta a los vagones desde el sur.
Huye de la miseria.
Busca el norte que no es más que otra forma
de nombrar a la muerte.
Los han visto pasar mirando hacia las casas,
deseando estar adentro.
Ellos vienen de paso, están cansados
dice la madre al niño
que mira fascinado el paso del convoy.
Ellos vienen de paso… pero el trampa no vuelve.
¿Alguien después de mucho,
cuando los trenes pasan por los pueblos del sur,
recordará sus nombres?

 

viernes, 3 de noviembre de 2023

Cine bélico chino con trenes

Los interesados por las películas con trenes chinos en plena acción ferroviaria o enzarzados en hazañas bélicas recordarán Tie dao wei shi (1960, Guardas ferroviarios) del director Ying Fang. Con un planteamiento claramente propagandístico, la cinta se centra en la lucha contra los agentes norteamericanos que pretenden sabotear los trenes chinos que intentan ayudar al pueblo de Corea del Norte, pero como es de esperar, serán derrotados por los agentes chinos con la ayuda de los ferroviarios que, con valor y arrojo, defienden su ferrocarril y su causa. 


La trama se centra en el esfuerzo abnegado de los ferroviarios, en su colaboración con los soldados y en la infiltración entre los enemigos para desenmascarar a los traidores que colaboran en el intento de volar un túnel. Así que vemos trenes circulando, saboteadores en acción, luchas sobre el techo de los vagones y héroes que salvan los convoyes en el último momento.



 

Para los que añoren cintas de este tipo, nada como Tie dao wei shi (2016, Los tigres del tren) de Sheng Ding. La escena inicial de la película nos muestra a un niño que, durante la visita a un museo ferroviario contemporáneo, se despista del grupo, sube a la plataforma de conducción de una locomotora de vapor preservada y descubre el dibujo en tiza de un tigre con alas en las puertas del hogar. Las portezuelas del hogar se abren y empieza una historia ambientada en 1941 durante la ocupación japonesa de parte de China.

 

Este arranque ya nos predispone a contemplar una fábula, una historia contada siguiendo los tópicos de las narraciones orales tradicionales y las formas del cine de aventuras del siglo pasado. Es en esta clave que los aficionados al ferrocarril disfrutarán de las inmensas locomotoras de vapor, de las circulaciones de trenes, de las operaciones de conducción al borde de lo imposible, de las heroicidades de los protagonistas dentro, encima y debajo de los convoyes, de los juegos estratégicos con los cambios de agujas y de las escenas de la lucha en las vías para poder volar un viaducto estratégico.

 

Los protagonistas son una panda de resistentes desarrapados que, capitaneados por un empleado ferroviario, se mueven por la línea de Tianjin a Nanjing, en el este de China, robando comida de los transportes japoneses para dársela a los lugareños empobrecidos por culpa de la invasión. Emboscan a los soldados japoneses con todo tipo de artimañas, muchas de ellas propias del teatro popular y, algunas de ellas, auténticas jaimitadas. No tienen armas, pero se las apañan con enseres domésticos, tablones, cuerdas, martillos y cualquier cosa que les caiga en las manos, incluida una pipa metálica que el jefe siempre lleva consigo, aunque nunca la usa para fumar.

 

Los pueblerinos llaman al grupo “tigres del ferrocarril” y le ofrecen su apoyo, incluso el venerable jefe de estación les encubre ante los temibles soldados japoneses. En una de sus acciones entran en contacto con un agente del ejército que tiene la misión de volar un viaducto estratégico para cortar el transporte de suministros de las fuerzas japonesas. El joven muere y el grupo de desarrapados asume como propia su misión.

Terminada la epopeya, las portezuelas del hogar se cierran delante del niño como si fueran el telón de un teatro y el pequeño se reincorpora al grupo de su clase.
 

Que mientras circulan los créditos veamos las tomas falsas en una ventana lateral contribuye a recordarnos que se ha utilizado el lenguaje fílmico de la parodia para explicarnos una historia con contexto histórico, aunque también podría ser una especie de disculpa por armar una película tan simplona. Simplona porque lo es tanto desde el punto de vista argumental, como de la profundidad de los personajes, y es una lástima porque trabaja con unos materiales ferroviarios que podrían dar mucho más de sí.

Entre los guardas ferroviarios y los tigres del tren pasaron cincuenta y seis años, pero el cine sigue siendo un elemento propagandístico. De los contenidos de las dos cintas, nosotros nos quedamos con los trenes.

lunes, 2 de octubre de 2023

Fastuosas inauguraciones ferroviarias (y II)


Vimos en la entrega anterior como la pintura suele darnos una visión global de las inauguraciones y como las valoraciones ideológicas o políticas parece que se encuentra más en las obras literarias escritas para la ocasión, pero si analizamos las obras plásticas con detalle, veremos que también contienen un mensaje. En la composición de este tipo de escenas se suele dar relevancia a las autoridades y el público no suele ser representado como una aglomeración de curiosos sino como una muchedumbre henchida de fervor popular.

En mayo de 1875 se inauguró el denominado Ferrocarril Carlista por parte del pretendiente Carlos VII. En el dibujo que reproducia la ceremonia, no hay más asistentes que el pretendiente, su familia, su corte y sus mandos militares cobijados bajo la marquesina de la estación y, al otro lado de la vía, una formación de soldados. Solo una pareja con dos niños y un cura humilde parece que representan a la población de Tolosa.


Unos años antes, un 15 de agosto de 1864, cuando se inauguró el ferrocarril del norte en San Sebastián, no faltó el dibujo correspondiente en la prensa; es el que encabeza esta entrada. El podio para las autoridades y las banderas reales, con sus colores rojos, centran la atención de la imagen y parece que reduzcan el convoy inaugural a la categoría de personaje secundario. El elemento religioso es muy relevante, con un altar en el podio y la representación detallada del arzobispo, sus acòlitos y los monaguillos con sus cirios altos. Hay militares formados y, esta vez sí, público, aunque seleccionado a juzgar por sus vestimentas.

Este tipo de obra, a medio camino entre el documento gráfico y la voluntad de realización artística, es muy común en toda Europa, sobretodo, claro está, antes de la generalización de la fotografía. Era habitual que un dibujante tomara en vivo un apunte del acto y que, ya en la redacción del periódico o de la revista, él mismo o un artista realizara el dibujo que acabaría publicándose.

Véanse las semejanzas entre las dos ilustraciones citadas anteriormente y la que realizó Barbereux en 1849 para dar noticia de la inauguración de la línea entre Épernay y Reims. También en éste las locomotoras parecen tener un papel secundario y se da toda la relevancia al podio de las autoridades. El ángulo de la composición es casi idéntico.

 

Si hablamos de pintura, las cosas no cambian mucho. Si se compara el óleo de Pérez Villaamil de la inauguración del ferrocarril de Gijón a Langreo en 1852 con el firmado en 1840 por Salvatore Fergola, Inaugurazione della ferrovia Napoli a Portici, encontraremos bastantes similitudes. Las locomotoras no son representadas frontalmente, sino que se nos muestra el convoy completo desde una vista lateral, los elementos del paisaje son reproducidos con detalle, las multitudes parece que han acudido con espontaneidad y un cielo amplio y azul pone fondo y luz a la ceremonia.


 

La inauguración del primero de los ferrocarriles, el de Liverpool a Manchester, el 15 de septiembre de 1830, también tiene gran profusión de representaciones gráficas, siendo los dibujos de A. D. Clayton los más divulgados porque fue a partir de ellos que otros artistas realizaron litografías coloreadas. La más conocida muestra un convoy visto des de la cola, con una decena de coches descubiertos partiendo hacia Manchester. 


Pero la ilustración que mejor da idea de los fastos de la inauguración es la que publicó Isaac Shaw Junior el año siguiente. En ella quedan más claros los detalles de la ceremonia inaugural. Desde Liverpool partió un convoy en el que viajaba el primer ministro, que a la sazón era Arthur Wellesley, duque de Wellington, y, por la vía paralela circularon otros siete convoyes con el resto de invitados. La multitud abarrotaba los laterales de las vías, hasta el punto que en Manchester literalmente apartaba la gente con su empuje.

 

El programa incluía una parada en la estación de Parkside para reponer agua. Los empleados pidieron a los viajeros que no bajaran de los coches, pero muchos desobedecieron, entre ellos el parlamentario por Liverpool William Huskisson, que bajó del suyo para hablar con el primer ministro. Vio demasiado tarde que se acercaba otro de los convoyes por la vía paralela y fue atropellado. Como resultado de las heridas murió unas horas más tarde. El accidente fue recreado por los dibujantes de la prensa y esgrimido por los contrarios al ferrocarril.

 

En Japón, el ferrocarril se inauguró en 1872 y las representaciones gráficas de la ceremonia inaugural tomaron la forma de una manifestación artística que en aquellos años era muy popular: los ukiyo-e. Estas eran unas xilografías, normalmente de tres cuerpos, de artistas reconocidos y tenían un precio asequible para la emergente clase media. Sus temas habituales eran los paisajes, el teatro, las geishas y el sumo. El ferrocarril, la primera gran novedad llegada de occidente a raíz de la apertura de fronteras, se convirtió en el nuevo gran tema de los ukiyo-e. El que reproducimos, representa el momento en que el tren que lleva al emperador y su séquito regresa a la capital desde Yokohama después de hacer el viaje inaugural.

 

Es una cultura y un tipo de arte muy distinto al europeo, pero hay cosas que no cambian: la ilustración también incluye una tribuna para las autoridades, invitados relevantes con atuendos que explicitan su rango y, abajo del todo y pequeñito, el público.

viernes, 15 de septiembre de 2023

Fastuosas inauguraciones ferroviarias (I)


Las inauguraciones de líneas férreas durante el siglo XIX y primeros años del XX solían ser celebradas con oficios religiosos solemnes, bendiciones, festejos multitudinarios, certámenes literarios y exposiciones de bellas artes. El contenido de estas manifestaciones suele ser un buen reflejo de la enorme carga ideológica que tenía el ferrocarril en el momento de su aparición y extensión por el territorio español.

La pintura suele darnos una visión global de las inauguraciones y la carga ideológica o política queda bastante atenuada, aunque normalmente se da relevancia a las autoridades presentes y al fervor popular. Un buen ejemplo de este tipo de obras es el óleo (al inicio de esta entrada) de Jenaro Pérez Villaamil (1807-1854) Inauguración del ferrocarril Gijón Langreo (1852). El centro de la composición lo ocupa la locomotora con sus banderas, en la parte inferior aparece el público y en la parte superior la tribuna de autoridades presidida por la reina Isabel II.

Otro de los elementos artísticos que solían emitirse con motivo de las inauguraciones eran las monedas conmemorativas. Una que es bastante significativa por la cantidad de simbología que contiene es la que se acuñó en 1881 con motivo de la llegada del ferrocarril a Vilanova, ciudad situada en la costa sur de Barcelona. Esta se acuñó en bronce plateado de 5,7 mm de diámetro. En el anverso hay una figura femenina que representa a Cataluña con un escudo de armas sobre el pecho y las manos apoyadas en los blasones de las ciudades de Vilanova y de Valls, a su alrededor están los atributos referentes a la industria, la agricultura y el comercio; la inscripción reza Inauguración del trayecto de Villanueva a Barcelona 29 Diciembre 1881. En el anverso hay una locomotora en marcha, los dioses mitológicos Vulcano y Mercurio y la inscripción Compañía de los Ferrocarriles Directos de Madrid y Zaragoza a Barcelona.

Es en la literatura escrita con motivo de las inauguraciones donde más se manifiesta el trasfondo ideológico. Existen decenas y decenas de odas al ferrocarril que fueron escritas para ser leídas en actos públicos, declamadas en banquetes de celebración e impresas en publicaciones conmemorativas. En 1882 se publicó en Vilanova un volumen con las obras del certamen literario celebrado en 1881 «con motivo de los festejos con que solemnizó esta villa la inauguración de los ferrocarriles directos de Madrid y Zaragoza a Barcelona en la sección comprendida entre esta capital y Villanueva». Vicente Piera Tossetti ganó el premio Locomotora de Plata con un poema en castellano, Oda al ferrocarril, que bien puede tomarse como muestra representativa del estilo y contenido de la mayoría de poemas que se escribían en aquella época a propósito de la inauguración de ferrocarriles.
¡Salve! Sublime concepción del genio
En alas de la ciencia arrebatado.
Yo te miro avanzar, rauda y gigante,
Por el camino hermoso y acerado
De inmensa ferrovía,
Y el rumor majestuoso y atronante
De tus ruedas indómitas que guía
La fragua de volcán que en ti flamea
Retumba informe en los peñascos secos
Y del monte a los valles se propaga,
Trasportado en las ondas de cien ecos.
Brillan, perdidos en la sombra oscura
De la noche infernal, tus ígneos ojos
En cuyo centro abrasador fulgura
La luz siniestra de matices rojos;
Del férreo seno de calor henchido
Turbio penacho de vapor asciende,
Y, al deshacer sus blancas espirales
Y perderse en el aire, confundido
Con las rosadas brumas matinales,
Se derrama en diamantes de rocío
Sobre el cáliz abierto de las flores,
Pagando a la feraz Naturaleza
Con fraterna largueza
Sus aromas, su luz y sus rumores.
[…]
Los temas recurrentes de estas obras son la identificación del ferrocarril con el progreso, la unión de las personas y las ciudades, la admiración ante la potencia de la locomotora, la asimilación de las locomotoras a monstruos mitológicos y la loa de su capacidad de transformar el paisaje, salvar ríos y perforar montañas.

Hay un recurso que aparece en algunas odas y que incide de lleno en la discusión entre aquellos que veían el ferrocarril como un símbolo y promotor del progreso y los que le achacaban todos los males del infierno. Consiste en presentar el ferrocarril como una realización de la técnica inspirada o bendecida por Dios. Lo hace la poeta catalana Dolors Monserdà en el poema Al ferro-carril (1883) en el cual habla de la transformación del paisaje y ve en la potencia mecánica una realización de la inteligencia humana inspirada por Dios.
Gegant, qu'entre férreas masses,
penetres dins altius monts,
y unint escampades rasses,
al màgich poder enllasses
les mes llunyanes regions,
al trovarme en ta presencia,
s'aixeca al cel l'esguard meu,
puig descobro en ta potencia,
lo foch de la inteligencia
encés per la ma de Deu!

Gigante, que entre férreas masas,
penetras en altivos montes,
y uniendo zanjas alejadas
al mágico poder enlazas
las más lejanas regiones,
al encontrarme en tu presencia
se levanta al cielo mi mirada,
pues descubro en tu potencia,
el fuego de la inteligencia
prendido por la mano de Dios!

El poeta social gallego Manuel Curros Enríquez (1851-1908) dedicó el poema Na chegada a Ourense da primeira locomotora a la llegada del ferrocarril a esta ciudad gallega en el año 1881. Si Dolors Monserdà intentaba ganarse el favor de los conservadores, Manuel Curros opone frontalemnte la locomotora a la imaginería religiosa.
(…)
Velaí ven, velaí ven tan oupada,
tan milagrosiña, con paso tan meigo,
que parece unha Nosa Señora,
unha Nosa Señora de ferro.
Tras dela non veñen
abades nin cregos;
mais vén a fartura
¡i a luz i o progreso!
(…)

(...)
Verla ahí viene, verla ahí viene tan firme,
tan milagrosa, con paso tan hechicero,
que parece una Nuestra Señora,
una Nuestra Señora de hierro.
Tras de ella no vienen
abades ni clérigos;
pero viene la abundancia
¡la luz y el progreso! 
(…)

En algunos casos, las odas hablan de cualquier cosa menos del ferrocarril; en el volumen que recoge el poema ya citado de Dolors Monserdà, publicado con motivo de la llegada del ferrocarril a Valls, 49 de las 61 colaboraciones no lo citan en absoluto. Algo parecido ocurre en la oda Las dos Isabeles (1863) de Ramón de Luna, composición poética escrita para solemnizar la inauguración del ferrocarril de León a Palencia y en la que se ensalzan las figuras de Isabel I...
(…)
Con cincel diamantino, en letras de oro,
la historia recogió tus altos dones,
heroica Isabel, terror del Moro,
que espantado huye aún de tus pendones.
(…)
… y de Isabel II…
(…)
A otro mundo de fuerzas productoras
con fe se lanza nuestra reina amada;
sus carabelas son locomotoras,
su América, la España inanimada.
(…)
… pero en el que la palabra “locomotoras” es la única referencia al ferrocarril en las siete estrofas del poema.

Con el paso de los años se va perdiendo esta rigidez protocolaria y queda espacio para el humor, como ocurre en este poema, Valencia y Aragón, de Pedro Puerto escrito en 1902 con motivo de la inauguración del Central de Aragón.
¡Por eso van ya del brazo!
Vino un padrino extranjero,
y al ver amor tan sincero
y tan firme y tan leal
ha tejido el nupcial lazo
de Aragón y de Valencia
con el genio de la ciencia
y el poder del capital
y ellos, su afán ya cumplido
colmadas sus dichas todas,
hacen su viaje de bodas
en opulento vagón;
y un rico tren, guarnecido
de gallardetes y flores,
es el tálamo de amor
de Valencia y Aragón.

 

miércoles, 16 de agosto de 2023

Pintores de la Cornisa Cantábrica (España) y II: Xoan Guerreiro


En el otro extremo de la cornisa tenemos a Xoan Guerreiro (Xove, Lugo, 1956). En el último decenio del siglo pasado obtuvo la beca de pintura Valdearte de O Barco de Valdeorras (Orense), fue seleccionado en la Mostra Unión Fenosa, ganó el primer premio de pintura Lugonova y, a partir de aquí, despegó su carrera como pintor con un sinfín de exposiciones individuales y colectivas.

Fue seleccionado para el volumen El tren en la pintura española (2007) publicado por la FFE, en el que se indica lo siguiente: "En su pintura convergen algunos de los elementos más característicos de la realidad gallega: la fuerza desbocada de las olas que van a morir a la costa; la nostalgia propia del emigrante que en espíritu nunca marchó y que desde la lejanía anhela regresar; la atmósfera que sobrecoge, a la vez que envuelve, al paisanaje gallego; o algunos de los encantos que, taciturnos, esconde los rincones de su tierra. El artista afirma que el tren es motivo recurrente en su obra y que la necesidad de transmitir movimiento, alegría, melancolía, tristeza, soledad, reencuentro, pasión; distancia... hacen que tome como modelo, para representar estos sentimientos, todo lo relacionado con estos elementos”.

Efectivamente, las estaciones de Xoan Guerreiro son escenarios de la metáfora universal de la vida como viaje. No suelen aparecer personas, lo que realza su característica de no-lugar. En Astorga el cielo azul ya nos lleva de viaje antes de que llegue el tren que estamos esperando, en Orense parece que los edificios del barrio próximo y el andén de la estación se impongan sobre la vía...


... en Venta de Baños la geometría austera de las marquesinas modernas se extiende a la locomotora, a los edificios y a las vías...


, en Lugo el texto lo dice todo "8 am comeza o espertar dun soño":


Pero hay una segunda capa de lectura, muy generacional, sobre todo cuando se observan los óleos de la serie En tránsito.


La imagen de estos coches, junto con las de las estaciones anteriores, ha quedado fijada en los ojos de toda una generación de gallegos que, de jóvenes, realizaban viajes a Madrid que se hacían interminables, y no digamos si el destino era Barcelona. Si siempre se ha dicho que los trenes son contenedores de la acción para las películas y las novelas, estos se recuerdan por inscribir escenas berlanguianas: conversaciones interminables explicando los motivos de los viajes, flirteos, cestas que se abren y aparece pan, queso y chorizo que se corta a trocitos y se comparte, botas de vino que circulan… estos son los ecos que emergen de los coches 5000 de los óleos de Guerreiro.

sábado, 15 de julio de 2023

Pintores de la Cornisa Cantábrica (España) I: Iñaki Bilbao


El pintor bilbaíno Iñaki Bilbao Delgado (1956) se graduó en la Escuela Superior de Bellas Artes de Bilbao y actualmente es profesor titular de pintura en la Universidad del País Vasco. En el catálogo de la exposición de 1996 en la Sala de Cultura del Ayuntamiento de Barakaldo, se habla así de los cuadros exhibidos: "...carácter insólito: poesía, metáfora, sueño, coexistencia de realidades no habituales y, sobre todo, presencia: aunque el pintor haya querido llevar al mismo pie de igualdad la figura y el fondo en que ella se inscribe, a la postre, el personaje gana la batalla. Es él quien hace que el cuadro esté vivo, quien alumbra con la luz de su humanidad la presencia del espacio que ocupa."

En algunas de las obras de Iñaki Bilbao, el personaje es el ferrocarril. Las vías y los convoyes que vemos en sus óleos son los que el visitante puede contemplar cuando recorre con ojos de aficionado a la historia de la tecnología la margen izquierda de la ría de Bilbao. Lo vemos circulando con los vestigios de los altos hornos al fondo (Horno Alto), llegando a apeaderos con andenes estrechos porque no hay más espacio entre montaña y ría (Olabeaga)...


... haciendo de tren de commuters (N1)...


... y respirando cuando la ría se ensancha (Simondrogas).


Los trenes aparecen siempre en contexto y, lo que es más importante, son tratados con aprecio, dándoles la categoría de imprescindibles. A diferencia de aquellas obras de otros pintores en las que la estación o el paisaje sirven sólo para encuadrar la locomotora o el convoy, en Iñaki Bilbao el tren no se concibe sin su función social. De esta manera, su obra recrea tanto el convoy como constructo tecnocientífico con sus valores estéticos propios, como recrea también el paisaje que el ferrocarril ha transformado y sigue contribuyendo a transformar.

Una de sus telas, Pancorbo, es un claro homenaje a Viernes Santo de Darío de Regoyos, toda una declaración de intenciones, tanto ideológica, como de amor por los trenes como tema pictórico.

 

martes, 13 de junio de 2023


La novela El tren cero (1997) del escritor ruso Yuri Buida, cuya traducción al castellano publicó Automática Editorial en 2013, no merece pasar desapercibida, ni por su calidad literaria ni por su contenido ferroviario. El ferrocarril ha sido y es empleado como metáfora en un sinfín de campos y, en este caso, actúa como metáfora social y política.

Esto es lo que se nos dice en la contraportada del libro:
Cuando se construyeron el puente y la estación de ferrocarril en aquel lugar perdido, se creó a su alrededor una pequeña comunidad de colonos (Iván Ardábiev —conocido como Don Dominó—, Esther y Misha Landáu, Vasili, Gusia...). Las instrucciones eran claras: cuidarían del mantenimiento de la estación y constatarían el paso del único convoy que transitaría esas vías (todos los días, a la hora exacta, sin preguntas), el misterioso tren cero: dos locomotoras delante, cien vagones perfectamente sellados, dos locomotoras detrás. Origen, una incógnita; destino indeterminado; carga desconocida. Con el paso de los años surgirán las primeras preguntas, las dudas y los miedos que amenazarán la existencia de este pequeño mundo y sus frágiles certezas.
Que la acción transcurre en la unión soviética entre 1938 y 1953, lo sabemos porque en un pasaje aparece fugazmente Lavrenti Beria, jefe de la policía y del servicio secreto (NKVD) en estos años.
 
Un fragmento de las páginas iniciales, cuando uno de los protagonistas rememora la inauguración del tren, nos sitúa en el estilo del autor y en el mundo literario donde se desarrolla la acción.
Cien vagones. Destino desconocido. Procedencia oculta. Punto en boca. Vosotros a lo vuestro: que los carriles estén en perfecto estado. Desde aquí hasta allá. Ni más ni menos. Así hablaba aquel coronel que los reunió la primera noche en la exigua habitación de uno de los barracones. Era pelirrojo y de ojos azules. ¿Cómo se llamaba aquel coronel? ¿De veras era solo coronel? Porque lo que es mandar, mandaba más que un general. Orden, orden sobre todo, y nada de preguntas. ¿Preguntas? Desde luego, ninguna, camarada coronel. Estará todo en orden, camarada coronel. El coronel no tenía la menor duda. Ni la más mínima. ¿Para qué estaba allí si no? ¿Para qué estaban, si no, todos aquellos hombres más que probados? Antes del invierno los zapadores ya habían levantado las viviendas para el personal de la estación y los obreros, el almacén de mercancías, un cobertizo provisional para el taller, la torre del agua, los depósitos de carbón. Al filo de la primavera estuvo listo el puente, su cuerpo huesudo se extendió por encima del valle anegadizo del terco riachuelo y se apoyó en la cima de la apartada colina, apenas visible entre los árboles fundidos en una masa homogénea. A finales de mayo terminaron el aserradero, la planta de impregnación de traviesas y la cantina. El uno de junio, Don Dominó nunca olvidaría ese día, pasó el primer tren cero.
El tren cero es una metáfora del estado, de una verdad absoluta, de un principio superior, es algo por lo que trabajar para sentirse útil… hasta que empiezan las dudas en la comunidad aislada de la estación Nueve y cada uno de los personajes genera su propia manera de interpretar, oponerse o someterse al sistema. No hagamos más spoilers.

Disfruten de esta magnífica literatura y del esclarecedor epílogo de José María Muños Rovira, que ha hecho la traducción con Yulia Dobrovolskaya.

Yuri Buida


viernes, 19 de mayo de 2023

Trenes nocturnos (y IV): criminales a bordo


El ferrocarril ha estado vinculado a los relatos y al cine de tema criminal desde buen principio: asaltos a trenes, asesinatos, contrabando, desapariciones, espías en acción. Los trenes nocturnos, claro está, son los más adecuados para este tipo de actividades. Vayamos por partes.

En 1924 se produjo un crimen en el tren correo nocturno de Madrid a Andalucía que quedó de tal manera en la memoria colectiva, que fue recreado en tres películas. La primera, la dirigió Ignacio F. Iquino en 1935 con el título Al margen de la ley. En 1956, Francesc Rovira Beleta se interesará por la misma historia en Expreso de Andalucía; fue una coproducción hispano-italiana (la versión italiana se llamó Il mondo sarà nostro) que introduce elementos no históricos, como la inclusión de un personaje femenino, para dar a la cinta el tono necesario para hacerla competitiva en el mercado italiano. En la segunda época de la serie de TVE La huella del crimen, se incluyó el episodio titulado El crimen del expreso de Andalucía (1991) dirigido por Imanol Uribe. Se hizo un gran esfuerzo para ajustar el argumento a los hechos reales, y este rigor se extiende también a los aspectos ferroviarios.

También va de robos que acaban en crimen Midnight Limited (1940) de Howard Bretherton. Un ladrón con halo de fantasma comete robos muy lucrativos en el expreso de lujo The Midnight Limited. El detective Val Lennon y su bella asistente van a su caza, y después de que el ladrón cometa un crimen en uno de sus robos, el propio detective, disfrazado de canadiense adinerado, hará de señuelo para atraparle. Buena parte de la acción transcurre dentro del tren y los aficionados encontraran muy pocos planos con interés ferroviario.

 

En 2009, Brian King dirigió Night Train. En un tren nocturno con muy poco pasaje, una estudiante de medicina, un agente comercial y el revisor del tren se conjuran para tirar del tren el cadáver de un hombre que ha muerto de un infarto y repartirse los diamantes de su maleta, pero las cosas se van torciendo, los conjurados se pelean entre ellos y todo fluye hacia un final esotérico. Todo transcurre durante el trayecto y, en esta ocasión, sí que podemos ver distintos elementos ferroviarios en acción.

 

Tenemos un asesinato y una desaparición en la novela The Sleeper (2013, Extraños en el tren nocturno) de la británica Emily Barr. La protagonista lleva en Cornualles una vida monótona con un matrimonio amortizado cuando acepta un trabajo en Londres que le obligará a tomar el tren nocturno a la capital dos veces por semana. En su nueva rutina, entabla una relación con otro viajero habitual. Un buen día, éste aparece asesinado y ella desaparece. Una amiga suya investigará por su cuenta porque desconfía de la versión oficial de la policía. Es interesante destacar que, a pesar de tratarse de un tren moderno, la escritora retrata muy bien la sensación de aventura que transmite el viaje en un tren nocturno.
Mi compartimento es más pequeño de lo que me esperaba. Hay solamente una cama —para mi alivio—, un lavamanos, que encuentro bajo una tapa, un espejo, una bolsa transparente que contiene artículos de aseo y algunas redecillas pegadas a la pared para meter cosas. Hay una pantallita de televisión en la posición perfecta para verla tirada con pereza desde la cama, y nada más.
Todo en esta diminuta estancia desprende eficiencia y limpieza. Por un momento, miro a mi alrededor y solo siento puro placer.
La persiana está echada, dispuesta para la noche. Si la abro, probablemente podría ver a Sam [el marido] a través de la ventana. Estará ojeando el tren, buscándome. En vez de eso, cierro la puerta y me siento en la cama. Con un pequeño temblor, el tren empieza a moverse.
Hay un espejo en la pared, cerca del lavabo, y otro detrás de la puerta. En el tren parezco distinta. En Falmouth soy una esposa sin hijos, una mujer simpática que ofrece su ayuda cuando es capaz de reunir la energía suficiente y el número requerido de sonrisas. Nada más montarme en este tren, sin embargo, me he convertido en una trabajadora que vive en las afueras.


También tenemos un asesinato y una desaparición en L'ultimo treno della notte (1975, Violación en el último tren de la noche) de Aldo Lado, un director de serie B que explotaba el filón de las películas violentas que denunciaban la violencia. De hecho, es una versión de La última casa a la izquierda de Wes Craven. En su momento, la película tuvo partidarios y detractores. Los partidarios querían ver en ella una dura reflexión sobre la doble moral burguesa. El hecho de que la música fuera de Ennio Morricone y que incluyera una canción de Demis Rousos, a la sazón en plena popularidad, puede ser un indicador de que la producción se tomó en serio las pretensiones críticas de Aldo Lado. Va de un grupo de descerebrados y de una dama misteriosa que humillan, violan y matan a dos chicas que regresan a casa por Navidad, y de cómo la familia de una de las víctimas se toma la justicia por su mano matando a los asesinos mientras la dama sale impune. Bien los escenarios ferroviarios.

 

La frontera entre el género negro y el de espías es muy permeable y, además, los espías prefieren la nocturnidad, de manera que hay muchas cintas con tramas de espionaje situadas en trenes nocturnos.

Night Train to Munich (1940, Tren nocturno a Munich) de Carol Reed tuvo muy buena crítica en su momento. Un científico experto en blindajes, al que desean tanto los alemanes como los ingleses, consigue escapar de los nazis en el momento de la invasión de Checoslovaquia. Para hacerse con él, su hija Anna es recluida en un campo de concentración. Consigue escapar, pero será una fuga organizada con un objetivo muy bien calculado: que lleve a los nazis hasta su padre. El científico y su hija son secuestrados y llevados a Alemania. Un agente británico irá a rescatarlos haciéndose pasar por nazi. Los momentos álgidos del filme los vemos durante el viaje en un tren nocturno a Munich, donde el agente británico se burlará de la SS con la ayuda de unos simpáticos compatriotas y logrará pasar a Suiza con el científico y su hija.

 

En Sleeping Car to Trieste (1948, Coche cama a Trieste), del británico Philip Ford, el tren es el medio de fuga de un agente que traiciona a sus compañeros de comando después de robar unos documentos de la embajada francesa. La trama de los espías dentro del convoy en marcha se entremezcla con otros hilos argumentales protagonizados por una variopinta galería de personajes.

 

En Night Train to Venice (1993, Tren nocturno a Venecia) de Carlo U. Quinterio, un joven periodista británico se dirige a Venecia en el Oriente Express con unos peligrosos documentos referentes a un posible movimiento neonazi skinhead en Europa. En el tren se enamora de una actriz, mientras un misterioso personaje los asedia y convierte el viaje en una terrible pesadilla. Es una película mala, con toques de terror gótico que no quedan justificados.


Se acerca al género de espías la película Catorce estaciones (1991) de Antonio Giménez-Rico. Su acción tiene lugar casi exclusivamente en el tren nocturno que realiza el recorrido entre París y Madrid, parando en las catorce estaciones de su título. Transcurre el año 1947 cuando un profesor español exiliado intenta llegar clandestinamente hasta Estoril para colaborar en una acción contra el régimen de Franco. Al mismo tren sube en el último momento su esposa, que se ha enterado de que el gobierno franquista ha enviado a un mercenario para matarle y decide viajar para avisarle. Argumento a imitación de las buenas novelas de espías, pero fallido. El asesino y la mujer del profesor tienen un romance apasionado poco creíble, y hay personajes inverosímiles de los que no se aclara el papel en el argumento. Desde el punto de vista ferroviario tampoco es gran cosa, aunque los planos en los interiores de los vagones están bastante bien resueltos.


Algunas series estadounidense han incluido episodios con trenes nocturnos repletos de espías como Night train to Madrid (1965) de la serie I Spy, Night Train to Dallas (1976) de Gemini Man o Night Train to Moscow (2009) de My Own Worst Enemy. En Night train to Madrid (1965), dos agentes americanos tienen la misión de controlar un incómodo comediante durante su gira, en el mismo tren viaja un espía soviético que intenta complicar las cosas. Hay una curiosa aparición de la Guardia Civil con unos uniformes aproximados.

Un último grupo es el compuesto por las obras en la que la acción criminal, sea la de un asesino perverso o la de un fenómeno paranormal, genera un terror cerval en los viajeros de un expreso o de un metro nocturno; estamos entonces más en el subgénero del terror que en el del relato negro, de manera que hablaremos de ellas en otra ocasión.