Las inauguraciones de líneas férreas durante el siglo XIX y primeros años del XX solían ser celebradas con oficios religiosos solemnes, bendiciones, festejos multitudinarios, certámenes literarios y exposiciones de bellas artes. El contenido de estas manifestaciones suele ser un buen reflejo de la enorme carga ideológica que tenía el ferrocarril en el momento de su aparición y extensión por el territorio español.
La pintura suele darnos una visión global de las inauguraciones y la carga ideológica o política queda bastante atenuada, aunque normalmente se da relevancia a las autoridades presentes y al fervor popular. Un buen ejemplo de este tipo de obras es el óleo (al inicio de esta entrada) de Jenaro Pérez Villaamil (1807-1854) Inauguración del ferrocarril Gijón Langreo (1852). El centro de la composición lo ocupa la locomotora con sus banderas, en la parte inferior aparece el público y en la parte superior la tribuna de autoridades presidida por la reina Isabel II.
Otro de los elementos artísticos que solían emitirse con motivo de las inauguraciones eran las monedas conmemorativas. Una que es bastante significativa por la cantidad de simbología que contiene es la que se acuñó en 1881 con motivo de la llegada del ferrocarril a Vilanova, ciudad situada en la costa sur de Barcelona. Esta se acuñó en bronce plateado de 5,7 mm de diámetro. En el anverso hay una figura femenina que representa a Cataluña con un escudo de armas sobre el pecho y las manos apoyadas en los blasones de las ciudades de Vilanova y de Valls, a su alrededor están los atributos referentes a la industria, la agricultura y el comercio; la inscripción reza Inauguración del trayecto de Villanueva a Barcelona 29 Diciembre 1881. En el anverso hay una locomotora en marcha, los dioses mitológicos Vulcano y Mercurio y la inscripción Compañía de los Ferrocarriles Directos de Madrid y Zaragoza a Barcelona.
Es en la literatura escrita con motivo de las inauguraciones donde más se manifiesta el trasfondo ideológico. Existen decenas y decenas de odas al ferrocarril que fueron escritas para ser leídas en actos públicos, declamadas en banquetes de celebración e impresas en publicaciones conmemorativas. En 1882 se publicó en Vilanova un volumen con las obras del certamen literario celebrado en 1881 «con motivo de los festejos con que solemnizó esta villa la inauguración de los ferrocarriles directos de Madrid y Zaragoza a Barcelona en la sección comprendida entre esta capital y Villanueva». Vicente Piera Tossetti ganó el premio Locomotora de Plata con un poema en castellano, Oda al ferrocarril, que bien puede tomarse como muestra representativa del estilo y contenido de la mayoría de poemas que se escribían en aquella época a propósito de la inauguración de ferrocarriles.Los temas recurrentes de estas obras son la identificación del ferrocarril con el progreso, la unión de las personas y las ciudades, la admiración ante la potencia de la locomotora, la asimilación de las locomotoras a monstruos mitológicos y la loa de su capacidad de transformar el paisaje, salvar ríos y perforar montañas.¡Salve! Sublime concepción del genio
En alas de la ciencia arrebatado.
Yo te miro avanzar, rauda y gigante,
Por el camino hermoso y acerado
De inmensa ferrovía,
Y el rumor majestuoso y atronante
De tus ruedas indómitas que guía
La fragua de volcán que en ti flamea
Retumba informe en los peñascos secos
Y del monte a los valles se propaga,
Trasportado en las ondas de cien ecos.
Brillan, perdidos en la sombra oscura
De la noche infernal, tus ígneos ojos
En cuyo centro abrasador fulgura
La luz siniestra de matices rojos;
Del férreo seno de calor henchido
Turbio penacho de vapor asciende,
Y, al deshacer sus blancas espirales
Y perderse en el aire, confundido
Con las rosadas brumas matinales,
Se derrama en diamantes de rocío
Sobre el cáliz abierto de las flores,
Pagando a la feraz Naturaleza
Con fraterna largueza
Sus aromas, su luz y sus rumores.
[…]
Hay un recurso que aparece en algunas odas y que incide de lleno en la discusión entre aquellos que veían el ferrocarril como un símbolo y promotor del progreso y los que le achacaban todos los males del infierno. Consiste en presentar el ferrocarril como una realización de la técnica inspirada o bendecida por Dios. Lo hace la poeta catalana Dolors Monserdà en el poema Al ferro-carril (1883) en el cual habla de la transformación del paisaje y ve en la potencia mecánica una realización de la inteligencia humana inspirada por Dios.
Gegant, qu'entre férreas masses,
penetres dins altius monts,
y unint escampades rasses,
al màgich poder enllasses
les mes llunyanes regions,
al trovarme en ta presencia,
s'aixeca al cel l'esguard meu,
puig descobro en ta potencia,
lo foch de la inteligencia
encés per la ma de Deu!
Gigante, que entre férreas masas,
penetras en altivos montes,
y uniendo zanjas alejadas
al mágico poder enlazas
las más lejanas regiones,
al encontrarme en tu presencia
se levanta al cielo mi mirada,
pues descubro en tu potencia,
el fuego de la inteligencia
prendido por la mano de Dios!
(…)
Velaí ven, velaí ven tan oupada,
tan milagrosiña, con paso tan meigo,
que parece unha Nosa Señora,
unha Nosa Señora de ferro.
Tras dela non veñen
abades nin cregos;
mais vén a fartura
¡i a luz i o progreso!
(…)
(...)
Verla ahí viene, verla ahí viene tan firme,
tan milagrosa, con paso tan hechicero,
que parece una Nuestra Señora,
una Nuestra Señora de hierro.
Tras de ella no vienen
abades ni clérigos;
pero viene la abundancia
¡la luz y el progreso!(…)
(…)… y de Isabel II…
Con cincel diamantino, en letras de oro,
la historia recogió tus altos dones,
heroica Isabel, terror del Moro,
que espantado huye aún de tus pendones.
(…)
(…)
A otro mundo de fuerzas productoras
con fe se lanza nuestra reina amada;
sus carabelas son locomotoras,
su América, la España inanimada.
(…)
… pero en el que la palabra “locomotoras” es la única referencia al ferrocarril en las siete estrofas del poema.
Con el paso de los años se va perdiendo esta rigidez protocolaria y queda espacio para el humor, como ocurre en este poema, Valencia y Aragón, de Pedro Puerto escrito en 1902 con motivo de la inauguración del Central de Aragón.
¡Por eso van ya del brazo!
Vino un padrino extranjero,
y al ver amor tan sincero
y tan firme y tan leal
ha tejido el nupcial lazo
de Aragón y de Valencia
con el genio de la ciencia
y el poder del capital
y ellos, su afán ya cumplido
colmadas sus dichas todas,
hacen su viaje de bodas
en opulento vagón;
y un rico tren, guarnecido
de gallardetes y flores,
es el tálamo de amor
de Valencia y Aragón.