viernes, 19 de mayo de 2023

Trenes nocturnos (y IV): criminales a bordo


El ferrocarril ha estado vinculado a los relatos y al cine de tema criminal desde buen principio: asaltos a trenes, asesinatos, contrabando, desapariciones, espías en acción. Los trenes nocturnos, claro está, son los más adecuados para este tipo de actividades. Vayamos por partes.

En 1924 se produjo un crimen en el tren correo nocturno de Madrid a Andalucía que quedó de tal manera en la memoria colectiva, que fue recreado en tres películas. La primera, la dirigió Ignacio F. Iquino en 1935 con el título Al margen de la ley. En 1956, Francesc Rovira Beleta se interesará por la misma historia en Expreso de Andalucía; fue una coproducción hispano-italiana (la versión italiana se llamó Il mondo sarà nostro) que introduce elementos no históricos, como la inclusión de un personaje femenino, para dar a la cinta el tono necesario para hacerla competitiva en el mercado italiano. En la segunda época de la serie de TVE La huella del crimen, se incluyó el episodio titulado El crimen del expreso de Andalucía (1991) dirigido por Imanol Uribe. Se hizo un gran esfuerzo para ajustar el argumento a los hechos reales, y este rigor se extiende también a los aspectos ferroviarios.

También va de robos que acaban en crimen Midnight Limited (1940) de Howard Bretherton. Un ladrón con halo de fantasma comete robos muy lucrativos en el expreso de lujo The Midnight Limited. El detective Val Lennon y su bella asistente van a su caza, y después de que el ladrón cometa un crimen en uno de sus robos, el propio detective, disfrazado de canadiense adinerado, hará de señuelo para atraparle. Buena parte de la acción transcurre dentro del tren y los aficionados encontraran muy pocos planos con interés ferroviario.

 

En 2009, Brian King dirigió Night Train. En un tren nocturno con muy poco pasaje, una estudiante de medicina, un agente comercial y el revisor del tren se conjuran para tirar del tren el cadáver de un hombre que ha muerto de un infarto y repartirse los diamantes de su maleta, pero las cosas se van torciendo, los conjurados se pelean entre ellos y todo fluye hacia un final esotérico. Todo transcurre durante el trayecto y, en esta ocasión, sí que podemos ver distintos elementos ferroviarios en acción.

 

Tenemos un asesinato y una desaparición en la novela The Sleeper (2013, Extraños en el tren nocturno) de la británica Emily Barr. La protagonista lleva en Cornualles una vida monótona con un matrimonio amortizado cuando acepta un trabajo en Londres que le obligará a tomar el tren nocturno a la capital dos veces por semana. En su nueva rutina, entabla una relación con otro viajero habitual. Un buen día, éste aparece asesinado y ella desaparece. Una amiga suya investigará por su cuenta porque desconfía de la versión oficial de la policía. Es interesante destacar que, a pesar de tratarse de un tren moderno, la escritora retrata muy bien la sensación de aventura que transmite el viaje en un tren nocturno.
Mi compartimento es más pequeño de lo que me esperaba. Hay solamente una cama —para mi alivio—, un lavamanos, que encuentro bajo una tapa, un espejo, una bolsa transparente que contiene artículos de aseo y algunas redecillas pegadas a la pared para meter cosas. Hay una pantallita de televisión en la posición perfecta para verla tirada con pereza desde la cama, y nada más.
Todo en esta diminuta estancia desprende eficiencia y limpieza. Por un momento, miro a mi alrededor y solo siento puro placer.
La persiana está echada, dispuesta para la noche. Si la abro, probablemente podría ver a Sam [el marido] a través de la ventana. Estará ojeando el tren, buscándome. En vez de eso, cierro la puerta y me siento en la cama. Con un pequeño temblor, el tren empieza a moverse.
Hay un espejo en la pared, cerca del lavabo, y otro detrás de la puerta. En el tren parezco distinta. En Falmouth soy una esposa sin hijos, una mujer simpática que ofrece su ayuda cuando es capaz de reunir la energía suficiente y el número requerido de sonrisas. Nada más montarme en este tren, sin embargo, me he convertido en una trabajadora que vive en las afueras.


También tenemos un asesinato y una desaparición en L'ultimo treno della notte (1975, Violación en el último tren de la noche) de Aldo Lado, un director de serie B que explotaba el filón de las películas violentas que denunciaban la violencia. De hecho, es una versión de La última casa a la izquierda de Wes Craven. En su momento, la película tuvo partidarios y detractores. Los partidarios querían ver en ella una dura reflexión sobre la doble moral burguesa. El hecho de que la música fuera de Ennio Morricone y que incluyera una canción de Demis Rousos, a la sazón en plena popularidad, puede ser un indicador de que la producción se tomó en serio las pretensiones críticas de Aldo Lado. Va de un grupo de descerebrados y de una dama misteriosa que humillan, violan y matan a dos chicas que regresan a casa por Navidad, y de cómo la familia de una de las víctimas se toma la justicia por su mano matando a los asesinos mientras la dama sale impune. Bien los escenarios ferroviarios.

 

La frontera entre el género negro y el de espías es muy permeable y, además, los espías prefieren la nocturnidad, de manera que hay muchas cintas con tramas de espionaje situadas en trenes nocturnos.

Night Train to Munich (1940, Tren nocturno a Munich) de Carol Reed tuvo muy buena crítica en su momento. Un científico experto en blindajes, al que desean tanto los alemanes como los ingleses, consigue escapar de los nazis en el momento de la invasión de Checoslovaquia. Para hacerse con él, su hija Anna es recluida en un campo de concentración. Consigue escapar, pero será una fuga organizada con un objetivo muy bien calculado: que lleve a los nazis hasta su padre. El científico y su hija son secuestrados y llevados a Alemania. Un agente británico irá a rescatarlos haciéndose pasar por nazi. Los momentos álgidos del filme los vemos durante el viaje en un tren nocturno a Munich, donde el agente británico se burlará de la SS con la ayuda de unos simpáticos compatriotas y logrará pasar a Suiza con el científico y su hija.

 

En Sleeping Car to Trieste (1948, Coche cama a Trieste), del británico Philip Ford, el tren es el medio de fuga de un agente que traiciona a sus compañeros de comando después de robar unos documentos de la embajada francesa. La trama de los espías dentro del convoy en marcha se entremezcla con otros hilos argumentales protagonizados por una variopinta galería de personajes.

 

En Night Train to Venice (1993, Tren nocturno a Venecia) de Carlo U. Quinterio, un joven periodista británico se dirige a Venecia en el Oriente Express con unos peligrosos documentos referentes a un posible movimiento neonazi skinhead en Europa. En el tren se enamora de una actriz, mientras un misterioso personaje los asedia y convierte el viaje en una terrible pesadilla. Es una película mala, con toques de terror gótico que no quedan justificados.


Se acerca al género de espías la película Catorce estaciones (1991) de Antonio Giménez-Rico. Su acción tiene lugar casi exclusivamente en el tren nocturno que realiza el recorrido entre París y Madrid, parando en las catorce estaciones de su título. Transcurre el año 1947 cuando un profesor español exiliado intenta llegar clandestinamente hasta Estoril para colaborar en una acción contra el régimen de Franco. Al mismo tren sube en el último momento su esposa, que se ha enterado de que el gobierno franquista ha enviado a un mercenario para matarle y decide viajar para avisarle. Argumento a imitación de las buenas novelas de espías, pero fallido. El asesino y la mujer del profesor tienen un romance apasionado poco creíble, y hay personajes inverosímiles de los que no se aclara el papel en el argumento. Desde el punto de vista ferroviario tampoco es gran cosa, aunque los planos en los interiores de los vagones están bastante bien resueltos.


Algunas series estadounidense han incluido episodios con trenes nocturnos repletos de espías como Night train to Madrid (1965) de la serie I Spy, Night Train to Dallas (1976) de Gemini Man o Night Train to Moscow (2009) de My Own Worst Enemy. En Night train to Madrid (1965), dos agentes americanos tienen la misión de controlar un incómodo comediante durante su gira, en el mismo tren viaja un espía soviético que intenta complicar las cosas. Hay una curiosa aparición de la Guardia Civil con unos uniformes aproximados.

Un último grupo es el compuesto por las obras en la que la acción criminal, sea la de un asesino perverso o la de un fenómeno paranormal, genera un terror cerval en los viajeros de un expreso o de un metro nocturno; estamos entonces más en el subgénero del terror que en el del relato negro, de manera que hablaremos de ellas en otra ocasión.