Canadá está viviendo una época dorada en diversidad y calidad de esta bebida ambarina. Al lado de las gigantes como Labatt o las ahora fusionadas Molton y Coors, han aparecido una gran cantidad de productores locales que compiten en calidad, proximidad al consumidor e imagen. Pale ale, lager, IPA, stout, blanche, ambrée... los distintos tipos buscan su público y, para singularizarse aún más, cuidan mucho la imagen de sus etiquetas. Visitar una tienda de cervezas en Montreal, en Toronto o en Vancuber significa enfrentarse a centenares de botellas y latas, cada una de ellas con un diseño meditado y distintivo. Si una fábrica de cerveza está ubicada, por ejemplo, en un edificio de una antigua mina, los nombres y las imágenes de sus productos probablemente tendrán temas mineros como vagonetas, picadores o torres de extracción. La náutica, los oficios y la naturaleza son también habituales. Ante tal diversidad de motivos, el aficionado ferroviario busca las de su tema favorito y, como no podría ser de otra manera en un país tan ferroviario como éste, las encuentra en abundancia. La cerveza que abre esta entrada ha sido fabricada y embotellada en una pequeña productora de Grabby en el estado de Quebec. Se trata de una edición limitada de rauchbier, una cerveza ahumada inspirada en las producidas en Bamberg, Alemania. Una locomotora de vapor era la imagen inevitable.
No podía ser de otra manera en un país que se ha construido y vertebrado con el ferrocarril. Un corredor une las principales ciudades de costa a costa, sus museos ferroviarios son espléndidos, los municipios conservan viejas locomotoras en parques y plazas y, lo que es más importante, mantiene una red que es el principal medio de transporte de mercancías.