Hoy se ha estrenado en España Snowpiercer (Rompenieves, Transperceniege), la adaptación dirigida por el director coreano Bong Joon-ho de la novela grafica del mismo nombre. La versión cinematográfica bebe, como no podía ser de otra manera, de la primera de las tres partes de del cómic, la que dibujó Jean-Marc Rochette según el guión de Jacques Loeb (Lob) en 1984 y que reflexiona sobre las desigualdades sociales en un mundo tecnificado; la segunda y tercera partes, con guión de Legrand, se apartan bastante de la idea fuerza de la primera.
Argumento: Un fallido experimento para solucionar el problema del calentamiento global casi acabó destruyendo la vida sobre la Tierra. Los únicos supervivientes fueron los pasajeros del Snowpiercer, un tren que recorre el mundo impulsado por un motor de movimiento eterno. (Filmaffinity)
La historia que hemos visto en la pantalla plantea el mismo conflicto moral, que no ha envejecido en absoluto, y la manera de plantearlo se ve enriquecida por 30 años de cine y literatura que le aportan agilidad, tensión narrativa y una mirada más poliédrica. La lucha de clases sigue en el fondo del guión, aunque ahora ya no son obreros y burgueses sino desposeídos y privilegiados.
Si el cómic pecaba de falta de agilidad y de un tempo vacilante, el montaje de la película es impecable y sus efectos especiales confieren una brillantez singular a los coches donde se elabora la comida y donde viven los privilegiados, en claro contraste con el gris próximo al dibujo de los coches de los desposeídos.
La violencia, como algo visceral y atávico, está presente en toda la cinta. La mentalidad oriental del director queda reflejada en una curiosa mescolanza entre las ideas actuales sobre la sostenibilidad de los ecosistemas y la consideración tradicional de la manera de abordar y aceptar nuestro lugar en el mundo.
El riesgo de spoiler no permite ser más preciso, pero el espectador seguramente encontrará un poco pueril el uso de los niños, reconocerá la fidelidad al cómic original en el destino del héroe y estará de acuerdo en que las últimas escenas son la única concesión a la segunda y tercera partes.