lunes, 7 de marzo de 2016

El fenómeno del otaku enamorado


Tokio, un joven de 23 años regresa en tren del barrio de Akihabara donde ha efectuado varias compras. Es un otaku, es decir, un aficionado compulsivo, en este caso, al manga. En el trayecto, se prenda de una chica que viaja sentada delante de él. Un borracho irrumpe en el vagón y molesta a los pasajeros, especialmente a las mujeres. Nuestro protagonista se arma de valor y se enfrenta al hombre para que deje de acosar a la chica que le ha embelesado, recibe un golpe. Intervienen los eficientes empleados ferroviarios y acaban todos en comisaría para el atestado. La chica le pide al chico que le dé su dirección y, días después, recibe como regalo de agradecimiento un par de tazas de porcelana fina.

A partir de aquí se desencadena la historia que triunfó en el Japón. Cómo el joven se ha pasado la vida encerrado en sus estudios, en su trabajo y en su habitación, no tiene la más remota idea de cómo debe responder al detalle de la chica y pide ayuda en su foro habitual de Internet. Desde ese momento todos sus interlocutores, una fauna de lo más variopinta, se volcarán para darle consejos de todo tipo para conseguir que triunfe la relación entre “tren” y “hermès”; estos son los apodos que les ponen en la red, a él por el lugar de su enamoramiento, a ella por la marca de las tazas que le regala. Se supone que se trata de una historia basada en hechos reales.

Esta historia dio de sí para una novela, 電車男 (2004, El hombre del tren) de Nakano Hitori, 


la película Densha otoko (2005, Train Man) dirigida por Shôsuke Murakami, 


una serie de televisión de once episodios (2005),


 y cuatro adaptaciones distintas en manga de la que se ha traducido al español la de Hedinori Hara (Editorial Glénat).


¿Qué puede tener de especial una historia como ésta para que tenga semejante éxito? ¿Lo tendría en otro país? ¿Tan relevante es el tren en ella? Vayamos por partes.

La edad del protagonista no es casual. La edad media de iniciación sexual en el Japón está precisamente en 23 años. Cada vez son más los jóvenes que prácticamente no hacen otra cosa que trabajar y dedicar el escaso tiempo libre de que disponen a sus aficiones. Cuando se trata del manga, del anime y de todo el mundo que lo rodea no es de extrañar que pasen muchas horas solos, se relacionen mayoritariamente a través de la red y, ocasionalmente, acudan a una concentración de cosplay de su manga favorito.

Que la historia se inicie con un acoso en el tren, tampoco es casual. Uno de los problemas que se dan en algunas líneas es precisamente este, lo que ha llevado a reservar vagones exclusivos para mujeres en horas punta. Isabel Coixet lo reflejó en Mapa de los sonidos de Tokio (2009) y hablamos en el post anterior de cómo esta lacra da tema al manga y al anime "para adultos".

Desde el punto de vista ferroviario, todas las manifestaciones transmedia del fenómeno ponen de manifiesto la importancia de los trenes de cercanías en la metrópolis japonesa. No es sólo que su red sea imprescindible para que Tokio no se colapse, sino que es de los pocos lugares donde perfiles tan distintos como los de “tren” y “hermès” pueden acabar en contacto. Para ello, claro, hay que romper las barreras comunicativas, cosa que sólo ocurre en circunstancias excepcionales, circunstancia que el cómic refleja magníficamente. Una vez más, pues, nos encontramos ante una obra de creación que caracteriza el ferrocarril como lugar de encuentro y propicio para la comunicación... y el romance.