Si hablamos de Lisboa y
de viajar hasta ella en tren, es inevitable pensar en Fernando Pessoa. El
ferrocarril aparece en su obra como los semáforos entre la niebla, como
reconfortantes y atrayentes puntos de luz coloreada en medio del desasosiego. El
tren, y el viaje en él, es utilizado por varios de los heterónimos del autor.
La metáfora del corazón
como tren de cuerda del poema Autopsicografia
(Esse comboio de corda / Que se chama coração) ha dado mombre a antologías,
blogs y poemarios.
En El libro del desasosiego, el tren de juguete es medida de valores
absolutos (No hay imperio que valga el que por él se rompa la muñeca de una
niña. No hay ideal que merezca el sacrificio de un tren de juguete).
La conversación informal
con un desconocido se transmuta en metáfora de la vida en Dije adiós al compañero de viaje (Nosotros, en el tren al que llamamos vida / somos todos casuales
los unos para los otros)
El tren es el mirador para apreciar el paisaje en Alentejo visto de comboio y el medio escogido para un viaje de mucha más trascendencia en Víspera de viaje.
El tren es el mirador para apreciar el paisaje en Alentejo visto de comboio y el medio escogido para un viaje de mucha más trascendencia en Víspera de viaje.
Víspera de viaje,
campanilla...
¡No me avisen con excesiva estridencia!
Quiero disfrutar del reposo de la estación del alma que tengo
antes de ver avanzar hacia mí la llegada de hierro
del tren definitivo,
antes de sentir la partida verdadera en la boca del estómago,
antes de poner en el estribo un pie
que nunca aprendió a no emocionarse siempre que tuvo que partir.
¡No me avisen con excesiva estridencia!
Quiero disfrutar del reposo de la estación del alma que tengo
antes de ver avanzar hacia mí la llegada de hierro
del tren definitivo,
antes de sentir la partida verdadera en la boca del estómago,
antes de poner en el estribo un pie
que nunca aprendió a no emocionarse siempre que tuvo que partir.