miércoles, 6 de noviembre de 2024

Estructuras metálicas II (estaciones)


Las líneas que circulan por los viaductos que vimos en la entrada anterior suelen acabar en estaciones. En el mismo momento en el que las estructuras metálicas se imponían en la construcción de puentes, eran el elemento esencial de las grandes y espectaculares marquesinas que contribuyeron a acuñar el calificativo de “catedrales del siglo XIX” para referirse a las estaciones terminales.
Si los pintores y los fotógrafos se dejaron fascinar por las estructuras metálicas de los viaductos, más aún lo hicieron con las estructuras de las estaciones. El interés no estaba sólo en las formas de las marquesinas, sino también, y esto es muy relevante, en la atmósfera y la luz que se creaba debajo de ellas.

Claude Monet es la primera referencia en obras que captan la atmósfera interior de las estaciones. El impresionista francés pintó hasta cuatro veces el interior de la estación de Saint Lazare en el año 1877, lo hizo a diferentes horas del día y desde distintos ángulos; también pintó ocho telas sobre los exteriores y los accesos de la misma terminal. Su interés estaba más en el contenido que en el contenedor, pero reprodujo fielmente la estructura metálica y las claraboyas que dejaban pasar la luz del sol y daban a la atmósfera saturada de humo y vapor la textura que él quería captar.


Emily Court tiene una obra semejante de la estación de Saint Pancras de Londres, aunque realizada unos cuarenta años después y, por lo que respecta a la representación de la estructura, con el acento puesto en la cortina de vidrio de la embocadura, que está orientada hacia el norte.


Una radical mirada sobre la atmósfera de la estación es la de Luís Claramunt que, en Estación del Norte de Barcelona (1984), olvida la presencia de trenes, andenes y viajeros para mostrarnos el aire que contiene la caja que forman el suelo y la estructura metálica; al fondo, ya fuera del recinto, puede verse el puente de la calle Marina bajo el cual pasaban los trenes al poco de salir de la estación.


Una aproximación distinta es la de los artistas que se han dejado fascinar por los juegos geométricos de los elementos de las estructuras de las marquesinas. Algunos han querido captar el aspecto del conjunto, como es el caso de Anthony Robert Bateman en su Gloucester Central Station (1961) ...


... o de Richard Hollis en York Station Platforms (1987) . En estas dos telas no importan tanto los detalles constructivos de la marquesina como el aspecto global, que en los dos casos parece que quiera compararse con el aire que tienen los recintos de estilo gótico civil.


Otros artistas, con más tendencia al realismo e incluso al hiperrealismo, se han recreado en la posición, en la forma y en la luz de las distintas caras de cada pilar, rótula, viga, vigueta, tirante o remache. Es el caso de Alberto Apellániz en el óleo Estación de Francia que encabeza esta entrada o de Jaume Laporta que, en la obra de técnica mixta Bosque de acero, presenta las trece armaduras de esta estación con una perspectiva que da un aspecto de palmera a la parte central de la composición, para después recrearse con la trama del resto de elementos estructurales.

En la actualidad, los esbozadores o urban sketchers acuden también a las estaciones y trazan rápidos bosquejos de las marquesinas. Es el caso de Mila Santos Dolz y su esbozo de la estación del Norte de San Sebastián (2018)...


... o de Rosa Coll y su apunte acuarelado de la estación de Francia de Barcelona.


Los fotógrafos también han tomado las estructuras metálicas de las estaciones como tema de sus trabajos. Las compañías ferroviarias solían contratar, primero a dibujantes y después a fotógrafos, para documentar las obras, el material móvil y las estaciones. Estos fotógrafos no se resistieron a la tentación, más allá de su trabajo, de dejar que su vena artística fluyera. Es el caso de Pau Audouard Deglaire o Gabriel Casas Galobardes que trabajaron para MZA o Francesc Ribera Colomer que lo hizo para Renfe. Entre los cientos de fotografías que estos profesionales realizaron para documentar las sucesivas fases de la construcción de las marquesinas, también encontramos negativos en los que juegan con los rayos de luz que atraviesan la cubierta o se fijan en detalles constructivos, como es el caso del apoyo articulado que fotografió Gabriel Casas dándole un toque de dramatismo.


Una mirada mucho más moderna de estas estructuras es la que nos propone el ferroviario y fotógrafo Eduardo Perucha. En su imagen, el equilibrio de la composición coincide con el equilibrio de la estructura metálica, y la manera como capta la luz transmite perfectamente esta atmósfera especial que se crea bajo las marquesinas, tan diferente ahora de la época de la tracción a vapor.

Salgamos a la playa de vías de la parte trasera. Ahora la mirada sobre la marquesina de pintores y fotógrafos se fija más en su forma, en su curvatura, que en su tejido estructural. El pintor Juan Roldán, en su Estación de Atocha (1984) se aleja de la estación, no sólo para mostrarnos la playa de vías y los convoyes, sino también para mostrar la forma geométrica del perfil de las armaduras. 


Cincuenta años antes, Josep Brangulí, unos de los introductores del fotoperiodismo en nuestro país, había optado por un encuadre lateral y en contrapicado para realzar las formas de los arcos de entrada a la marquesina de la Estación de Francia.

 

El cine también ha sabido captar la belleza de las cubiertas metálicas de los andenes. Es muy larga la lista de películas en las que, antes de presentar una escena de llegada o de salida de un tren o una de acción en los andenes, la cámara se recrea en la estructura; también son habituales escenas en las que el plano se abre para que se vea bien la estructura al mismo tiempo que la acción principal.

Esta apreciación de la estructura metálica la encontramos en algunos clásicos del cine de tema ferroviario como en La bête humaine (1938, La bestia humana) del francés Jean Renoir o en Bab el hadid (1958, Estación central) del egipcio Youssef Chahine, pero también en multitud de películas de tema general que, a la que aparece una escena en una estación terminal, nos muestran la belleza de la marquesina.

 

La estación de Delicias de Madrid, estructura metálica incluida, ha servido de escenario para muchas películas: Doctor Zhivago (1965), Nicholas and Alexandra (1971) o Pánico en el transiberiano (1973), en la primera se caracterizó de Moscú, en la segunda, de San Petersburgo y, en la tercera, de Pequín. Las cosas del querer (1989) de Vicente Aranda acaba con la dramática partida del cantante protagonista y una imagen de la estación vacía como plano final.

Cuando entramos en una estación construida en la época dorada de las estructuras metálicas no podemos resistirnos a levantar la cabeza y dejar que nuestra mirada pasee por los pilares, vigas y viguetas disfrutando de sus formas geométricas y de sus juegos poliédricos, el arte siempre ha hecho lo mismo