jueves, 1 de octubre de 2020

Sherlock Holmes viajaba en tren 1/2

 

El médico y escritor escocés Arthur Conan Doyle publicó los primeros relatos de su inmortal personaje Sherlock Holmes en 1887 y los últimos, en 1903, con una postrera aparición en 1914. Durante ese periodo de tiempo el detective que se distinguia por aplicar el método científico, protagonizó cuatro novelas y más de cincuenta relatos, casi todos ellos publicados en The Strand Magazine. Su éxito fue inmediato y absoluto, hasta el punto de que, como ocurriera con las obras por entregas de Charles Dickens, era habitual que en tabernas y lugares de trabajo fueran leídas en voz alta por los que podían hacerlo en beneficio de los analfabetos.

Los años de las aventuras de Holmes se corresponden con los del esplendor del ferrocarril británico. El tren era el medio de transporte habitual para los pasajeros y las mercancías en distancias medias y largas. Era más potente, rápido y versátil que la navegación por canales que había sido el método rey hasta la revolución industrial, y los tiempos de la competencia del transporte por carretera aun tardarían en llegar. Como no podía ser de otra manera, Sherlock Holmes, para sus desplazamientos entre Londres y las ciudades y pueblos donde se reclamaban sus servicios, tomaba el tren.

Entre los relatos escritos por sir Doyle no hay ninguno que tenga como escenario el tren. Es decir, ningún caso transcurre en el interior de un convoy en marcha, y sólo en unos pocos el ferrocarril tiene un papel que vaya más allá de ser el medio de transporte de Holmes y Watson. A menudo ambos personajes aprovechan los viajes a través del país para ponerse al día del estado de la investigación en curso, siendo éste un recurso literario que también han usado otros autores. Pero no podemos seguir hablando de la relación entre Sherlock Holmes y el ferrocarril sin hablar antes de la policía ferroviaria británica.

La Policía Británica del Transporte

En la Gran Bretaña existe un cuerpo policial específico para la vigilancia de los ferrocarriles: la British Transport Police (BTP). La BTP es la fuerza pública nacional de ferrocarriles y presta servicio de policía a los operadores ferroviarios, a su personal y a los pasajeros a todo lo largo y ancho de Inglaterra, País de Gales y Escocia. También es responsable de la vigilancia del sistema de metro de Londres, del tren ligero de los Docklands, del MetroTram del centro de Inglaterra y del Croydon Tramlink.

William Owen Gay, que fue jefe de la British Transport Police entre 1963 y 1974, unió a su reconocida labor policial un amplio trabajo en el terreno del derecho y de las artes. Durante algunos años fue el editor del BTP Journal, el boletín del cuerpo. Es evidente que Gay fue un lector entusiasta de las novelas de Doyle, pues escribió un artículo que puede catalogarse de definitivo sobre la relación de Sherlock Holmes con el ferrocarril. Lo publicó en la sección "Murder in Transit" (asesinato en tránsito) del boletín y se titulaba The detective went by train, a contribution to Holmesiana (El detective iba en tren, una contribución a la holmesiana). El artículo entero puede encontrarse en el interesante sitio web de la BTP. Está escrito con fino sentido del humor y hace constantes comparaciones entre el funcionamiento del ferrocarril en tiempos de Holmes y el que él conoció como jefe de la policía ferroviaria. En su artículo, Gay prueba que es un muy buen conocedor de la saga holmesiana, como lo demuestra el hecho de aportar abundantes ejemplos de cada una de sus consideraciones. Veamos algunas de ellas:

Parece ser que Sherlock Holmes tenía una amplia cultura ferroviaria, hasta el punto de que en el caso Black Peter, cuando el comisario se estruja el cerebro para comprender qué pueden significar las iniciales CPR, Holmes le sugiere de inmediato que pruebe si Canadian Pacific Railway encaja con la investigación… y así es.

El doctor Watson se muestra siempre como un perfecto conocedor de los horarios de los trenes, hasta el punto de que cuando Holmes le pide que consulte los servicios para Little Purlington, cerca de Frinton, que según Gay es una destinación remota en una ramal local, Watson le contesta inmediatamente a qué hora tienen tren sin que, aparentemente, necesite consultar los horarios.

El articulista compara los trenes y horarios citados por Doyle, que solían ser rigurosamente reales, con los de su época, de manera que pude opinar sobre la eficacia de los trenes de cada momento y, en un caso, llega a la conclusión que Doyle hace que se retrase un tren para que a Holmes le cuadren sus horarios.

Según Gay, el detective no era un modelo de urbanidad: estruja los periódicos y los tira debajo del asiento a medida que los va leyendo durante sus viajes. Viajes que, gracias a los buenos oficios de Watson, la pareja suele hacer casi siempre ocupando en solitario un compartimiento.

Finalmente, en una nueva muestra de su humor inglés, Gay, que probablemente no tendría muy buen recuerdo de sus comidas en las cantinas (los refreshement rooms) de las estaciones, se sorprende de que ni Holmes ni Watson se quejen nunca de la calidad de la comida y del te que toman en sus viajes por ferrocarril.
Los planos del Bruce-Partington 

Éste es el caso en que el ferrocarril tiene un mayor papel, fue publicado en 1908 y arranca con la inesperada visita de Mycroft Holmes, el hermano de Sherlock que ocupa un lugar discreto pero clave en el gobierno de su majestad. El cuerpo del funcionario Cadogan West ha sido encontrado junto a la vía en la estación de metro de Aldgate. El joven trabaja en el arsenal de Woolwich y llevaba encima planos del submarino secreto Bruce-Partington cuando se encontró su cadáver. Holmes se pone en marcha: deduce que el cuerpo ha de haber caído de un tren y de que la caída se ha producido en un lugar en el que el convoy ha sufrido el traqueteo causado por el paso por unos cambios de agujas sucesivos. West no lleva billete y Holmes considera que este dato es muy relevante porque “en mi experiencia, no es posible alcanzar el andén del metro sin mostrar el billete.” 

No desvelaremos la trama y el desenlace del relato, pero sí que indicaremos que acaba conduciendo a Holmes y a la policía a un apartamento situado junto a las vías del metropolitano, a la salida de un túnel y justo en el lugar donde los convoyes suelen detenerse ante un semáforo. Los cristales de la ventana trasera bajo la que suelen pararse los convoyes del metro están permanentemente sucios por la condensación grasienta del humo de las locomotoras, toda la fachada está tiznada y encuentran la prueba de que un cuerpo ha sido sacado por la ventana porque el hollín que se ha depositado en la repisa muestra su rastro. La conclusión final es que el cuerpo del desgraciado West fue dejado, después de muerto, sobre el techo de un coche del metro y que no cayó de él hasta que las agujas de la estación de Aldgate lo hicieron resbalar.

El supuesto domicilio de Sherlock Holmes es el mítico 221b de Baker Street junto a la parada de metro del mismo nombre. El detective de ficción tiene una estatua a la salida de la estación y, además, la empresa del metropolitano de Londres rindió homenaje al detective diseñando una decoración alusiva para esta estación en la que se cruzan las líneas Jubilee, Metropolitan, Bakerloo y Circle.