Probablemente no habría leído el relato Slake's Limbo (1974) de la escritora californiana Felice Holman si no fuera porqué la traducción que cayó en mis manos en una librería de viejo se titulaba El Robinson del metro (1982). Esta obra, dirigida al público adolescente y que en 1989 fue llevada a la pequeña pantalla con el nada original título de Runaway, narra la huida a los túneles del metro neoyorquino de un chaval de trece años, demasiado débil i cegato para ser aceptado en las bandas callejeras, y que lleva siempre un billete en el bolsillo para poder refugiarse en el metro cuando a las pandillas les da por divertirse cazándolo. En una de sus desesperadas huidas, descubre una cavidad en un túnel de Grand Central Station y decide quedarse ahí. Sobrevivirá revendiendo periódicos y barriendo un bar durante cuatro meses hasta que se produce un desprendimiento estructural junto a su escondrijo. En paralelo, se narra la historia de un conductor del metro que siempre ha deseado ser pastor de ovejas en Australia y cuyo sueño se aleja con cada quilómetro de vía recorrido. Las dos historias confluyen en el tramo final.
Se trata, pues, de un relato ambientado completamente en la red del metro de Nueva York. Aprendemos la señalización con los ojos del protagonista, con él vivimos el palpitar de las estaciones y descubrimos los vericuetos de la inmensa red subterránea. Al tiempo que vamos conociendo las aspiraciones del conductor, le acompañamos en su trabajo rutinario y repetitivo, pero en el que no puede bajar la guardia, y descubrimos las singularidades del trazado de la línea y los trucos de su oficio.
No desvelaremos el final de las dos historias paralelas, ni nos detendremos en las facetas morales y educativas, que las tiene, pero lo recomendaremos porque es uno de estos relatos para adolescentes que satisfacen a todos los públicos, incluso al de los aficionados ferroviarios.