Si los pintores y los fotógrafos se dejaron fascinar por las estructuras metálicas de los viaductos, más aún lo hicieron con las estructuras de las estaciones. El interés no estaba sólo en las formas de las marquesinas, sino también, y esto es muy relevante, en la atmósfera y la luz que se creaba debajo de ellas.
Claude Monet es la primera referencia en obras que captan la atmósfera interior de las estaciones. El impresionista francés pintó hasta cuatro veces el interior de la estación de Saint Lazare en el año 1877, lo hizo a diferentes horas del día y desde distintos ángulos; también pintó ocho telas sobre los exteriores y los accesos de la misma terminal. Su interés estaba más en el contenido que en el contenedor, pero reprodujo fielmente la estructura metálica y las claraboyas que dejaban pasar la luz del sol y daban a la atmósfera saturada de humo y vapor la textura que él quería captar.
Emily Court tiene una obra semejante de la estación de Saint Pancras de Londres, aunque realizada unos cuarenta años después y, por lo que respecta a la representación de la estructura, con el acento puesto en la cortina de vidrio de la embocadura, que está orientada hacia el norte.
Una radical mirada sobre la atmósfera de la estación es la de Luís Claramunt que, en Estación del Norte de Barcelona (1984), olvida la presencia de trenes, andenes y viajeros para mostrarnos el aire que contiene la caja que forman el suelo y la estructura metálica; al fondo, ya fuera del recinto, puede verse el puente de la calle Marina bajo el cual pasaban los trenes al poco de salir de la estación.
Una aproximación distinta es la de los artistas que se han dejado fascinar por los juegos geométricos de los elementos de las estructuras de las marquesinas. Algunos han querido captar el aspecto del conjunto, como es el caso de Anthony Robert Bateman en su Gloucester Central Station (1961) ...
Otros artistas, con más tendencia al realismo e incluso al hiperrealismo, se han recreado en la posición, en la forma y en la luz de las distintas caras de cada pilar, rótula, viga, vigueta, tirante o remache. Es el caso de Alberto Apellániz en el óleo Estación de Francia que encabeza esta entrada o de Jaume Laporta que, en la obra de técnica mixta Bosque de acero, presenta las trece armaduras de esta estación con una perspectiva que da un aspecto de palmera a la parte central de la composición, para después recrearse con la trama del resto de elementos estructurales.
Una mirada mucho más moderna de estas estructuras es la que nos propone el ferroviario y fotógrafo Eduardo Perucha. En su imagen, el equilibrio de la composición coincide con el equilibrio de la estructura metálica, y la manera como capta la luz transmite perfectamente esta atmósfera especial que se crea bajo las marquesinas, tan diferente ahora de la época de la tracción a vapor.
El cine también ha sabido captar la belleza de las cubiertas metálicas de los andenes. Es muy larga la lista de películas en las que, antes de presentar una escena de llegada o de salida de un tren o una de acción en los andenes, la cámara se recrea en la estructura; también son habituales escenas en las que el plano se abre para que se vea bien la estructura al mismo tiempo que la acción principal.
La estación de Delicias de Madrid, estructura metálica incluida, ha servido de escenario para muchas películas: Doctor Zhivago (1965), Nicholas and Alexandra (1971) o Pánico en el transiberiano (1973), en la primera se caracterizó de Moscú, en la segunda, de San Petersburgo y, en la tercera, de Pequín. Las cosas del querer (1989) de Vicente Aranda acaba con la dramática partida del cantante protagonista y una imagen de la estación vacía como plano final.
Cuando entramos en una estación construida en la época dorada de las estructuras metálicas no podemos resistirnos a levantar la cabeza y dejar que nuestra mirada pasee por los pilares, vigas y viguetas disfrutando de sus formas geométricas y de sus juegos poliédricos, el arte siempre ha hecho lo mismo