miércoles, 17 de agosto de 2016

Modelos, fotógraf@s y trenes


La reconocida fotógrafa Annie Leibovitz publicó el número de febrero de 2010 de la revista Vogue un reportaje titulado Brief Encounter en el que la supermodelo Natalia Vodianova se emparejaba con el magnate de la música, Sean Diddy Combs. El reportaje se había ideado con motivo del lanzamiento de Last Train to Paris, el último trabajo del rapero y productor. El texto de Robert Sullivan decía que Diddy y Natalia se retrotraían a la época dorada de los viajes en tren, cuando viajar significaba trajes glamorosos, dormir en coches cama y besos de despedida en la estación.

Las fotografías de Leibovitz tienen un glamour cargado de un erotismo latente, como el de la película homenajeada, y consiguen que los coches, las vías y las estaciones parezcan diseñadas para el romance o, mejor, para la imagen que ahora recreamos del romance en la época de los trenes de gran lujo. El texto glosa el entorno ferroviario antes de referenciar, no olvidemos que éste es el objetivo de todo el artículo, modelo, confeccionista y precio de cada pieza vestida por el magnate y la modelo.

Los trenes han sido, desde siempre, un escenario privilegiado para la fotografía con tintes eróticos. El fotógrafo alemán Stefan Söll lo exploró en la serie Dampfloks realizada en 2002 en el depósito de Tuttlingen donde se guardaban viejas locomotoras de vapor de la antigua DDR. La serie intenta captar el contraste entre la piel brillante y suave de la modela y el color oscuro del acero, entre la calidez del cuerpo y la frialdad de la locomotora apagada.


Otro ejemplo de fotografía erótica en contexto ferroviario podría ser la serie Railway Novel (2011) de Pavel Kiselev. “Tres viajes diferentes a diferentes destinos, en distintos periodos de tiempo. Tres mujeres diferentes y tres tiernas historias. Todas ellas unidas por un viejo compartimiento de coche ferroviario y mi cámara.”, según la presentación del propio artista. Puede que sí, que una modelo se dedique más a descansar, otra a desayunar y a maquillarse y la tercera, al relajo y al autoerotismo, sea como sea, el enfoque del trabajo fotográfico es el mismo en los tres casos.



Esta tradición no afecta sólo a los fotógrafos profesionales, a los aficionados también les gusta de fotografiar a los y a las modelos en vías, interiores de trenes o montados en locomotoras. Establecer fronteras entre la fotografía artística, la afortunada, la ingeniosa, la hortera o la soez es una tarea tan difícil como inútil. Valorar si el uso del cuerpo femenino en estas imágenes traspasa la línea roja de la cosificación, el uso machista, la legalidad o el buen gusto no es tarea fácil, porque ahí intervienen factores culturales, legales, religiosos, morales, etc. En cualquier caso, algunas de las fotos que aparecen en la selección que se presenta a continuación, algunas de profesionales otras de amateurs, no dejan de desprender un cierto olor a antigua sala de circulación de una estación, de depósito de locomotoras, de brigada de obras, de mundo de hombres solos dispuestos a perpetuar tradicionales modelos de mujer.


La fascinación por el contraste entre la máquina y el cuerpo humano es un tema que no se agota. Sin ir más lejos, este mismo verano el Museo del Ferrocarril de Arnstadt (Alemania), para recaudar fondos, ha organizado una sesión para fotógrafos profesionales y amateurs que combinaba modelos y locomotoras. Los fotógrafos debían pagar una inscripción, las fotos obtenidas podían ser colgadas en sus páginas, pero para el uso comercial era necesario un acuerdo con la modelo. Los talleres, las rotondas, los coches y las locomotoras fueron los escenarios para fotografía de moda y desnudo. He aquí una muestra del resultado:




Este texto forma parte del libro Erotismo y ferrocarril (2016) editado por Maquetren y puede ser adquirido en su web.




lunes, 1 de agosto de 2016

El erotismo latente en las estaciones


En este blog hemos hablado de obras que tienen a una estación como escenario para una historia amorosa. Recordemos las películas Brief Encounter (1945) de David Lean y Stazione Termini (1953) de Vittorio de Sica, o los relatos Darrers moments (1957, Últimos momentos) de Mercè Rodoreda y Hotel Estación (2003) de José Francisco Ventura.

Si las estaciones tienen consolidada la consideración de escenario erótico, se debe también a los carteles de publicidad de las compañías ferroviarias y de los operadores turísticos. Parece que la edición de carteles con magníficos paisajes no es suficiente para la promoción de un destino turístico y resulta mucho más efectivo incluir en la composición una imagen de una pareja disfrutando de su felicidad en el destino anunciado o de una bella mujer convocando al potencial cliente viajero.



Algo similar ocurre con les carteles de promoción de los trenes de lujo de los años veinte: en el coche restaurante debe haber una pareja de enamorados sentada a la mesa, una solitaria dama atractiva como la Madona des sleepings o un hombre y una mujer flirteando mientras se deleitan con el paisaje que ofrece el coche panorámico.



Jugando con las palabras y la profusión de pin-ups en los carteles de promoción de las compañías, la Suthern Railway System (USA) publicó un cartel que, bajo el título Our Pin-Up Girl!, mostraba a una empleada del ferrocarril poniendo alfileres en un mapa para marcar los emplazamientos de las industrias que se habían trasladado a las inmediaciones de las líneas de la compañía para tener buen servicio de transporte.


Si estos carteles, al decorar las estaciones, las están señalando como espacio para el romance, en la estación de Saint Pancras de Londres hay una escultura de bronce en la cabecera de las vías, obra de 2007 de Paul Day, llamada The meeting Place, que consagra definitivamente la estación como lugar de encuentro. La obra, de nueve metros de altura y veinte toneladas de masa, muestra una pareja en un tierno abrazo.



Este texto forma parte del libro Erotismo y ferrocarril (2016) editado por Maquetren y puede ser adquirido en su web.