lunes, 13 de mayo de 2013

Figuras ante la ventanilla del tren



Entre la treintena de aguafuertes que ha presentado la artista plástica Berta Oromí en la sala Arena de Barcelona, destaca la titulada Abril (2012 - aguafuerte, agua-tinta y acetato coloreado) por cuanto retoma un tema clásico en la pintura de interés ferroviario: dos figuras sentadas frente a frente en los asientos de ventanilla de un coche.



En 1862 el inglés Augustus Egg pintó The Travelling Companions durante una de sus estancias en el sur de  Europa aconsejadas por su precaria salud. Es una obra desconcertante, en la que el tratamiento del ropaje nos recuerda la actividad del autor como diseñador de vestuario teatral, y en la que la simetría de los vestidos juega con la simetría habitual en los compartimientos ferroviarios; eso ha propiciado todo tipo de interpretaciones, incluida la de que representa dos estados o actitudes de una misma persona. Nótese que ninguna de las dos figuras mira por la ventanilla; una duerme, la otra lee, el paisaje costero de la Provenza es solo un fondo.



Los personajes de Frederik Cayley Robinson en Long Journey (1923) tienen una actitud distinta, mientras el hombre mira por la ventanilla interesado en el tren que circula por el fondo del paisaje, la joven mira al pintor como quien mira a una cámara. El coche es simétrico como el anterior, son las figuras, sobretodo la presencia de la niña pequeña, las que rompen la simetría. Han pasado sesenta años entre las dos pinturas, los trenes británicos han cambiado de aspecto y los dos autores lo han reflejado.

El coche del aguafuerte de Berta Oromi es actual, pero menos identificable que los anteriores, puede pertenecer tanto a un cercanías como a un regional. Los detalles que han reproducido Egg y Robinson, como las cortinas, los tiradores o el mecanismo de sujeción de la ventanilla, han desaparecido: ahora los trenes son más lisos y austeros, no hay una puerta en cada compartimiento. Pero eso no es todo, la mirada de Oromí  no se interesa tanto por el ferrocarril como por las adolescentes viajeras. Ahora las dos figuras contemplan por la ventanilla el paisaje idéntico y cambiante por excelencia: el mar. Lo importante no es ni el ferrocarril ni el paisaje, sino la actitud. La mirada de los personajes y la mirada de la artista se acumulan; el círculo se cierra.