jueves, 6 de marzo de 2025

Estructuras metálicas III (vías y catenarias)

Gabriel Casas Galobardes

A lo largo del trazado de las líneas, además de las grandes estructuras metálicas de los viaductos y de las estaciones que vimos en las entradas de octubre y de noviembre pasados, encontramos unas estructuras más pequeñas que tienen una función igual de imprescindible. En este grupo se incluyen desde las que soportan y elevan los depósitos para las aguadas, hasta los postes que sostienen las catenarias, desde los portales de señalización, hasta los pasos superiores sobre las vías en las estaciones, desde las líneas urbanas elevadas hasta algunos aparatos de vía.

En términos generales, las manifestaciones artísticas que se centran en estas pequeñas estructuras las encontramos a partir de inicios del siglo XX, en el siglo anterior la atención está puesta en la relación del ferrocarril con el paisaje, con la sociedad y con la ciudad; con el cambio de siglo, en parte por la aparición de las vanguardias, los detalles constructivos del ferrocarril van pasando a primer plano.

En 1908, el pintor alemán Fritz Gartner pintó el ferrocarril elevado de Colonia. En su composición, el tren cruza en diagonal en contraposición con la horizontalidad del viaducto superior y la verticalidad de las agujas de la catedral. 

Fritz Gartner 

Unos años después, las estructuras que en 1913 soportaban las vías elevadas en Elberfeld, Wuppertal, llamaron la atención del fotógrafo alemán August Sander, que captó la belleza de la estructura en curva sobre el canal y el impacto de la presencia del conjunto en el paisaje urbano. La fotografía es excepcional porque Sander se dedicó, sobre todo, a fotografiar a sus contemporáneos.

August Sander

Los pasos sobre las vías que unen los dos andenes en las estaciones también tiraron de estructuras metálicas durante muchos años. Son muy corrientes en las pequeñas estaciones de las líneas tradicionales británicas, y como fuera que los ingleses construyeron algunas líneas en Argentina, no nos ha de sorprender que en la estación de Coghan de la línea Mitre se encuentre un puente peatonal de hierro de estética británica que ha sido pintado en varias ocasiones, lo fue en 1982 por la arquitecta y pintora naíf Aniko Szabó y también por Gerardo Sesin, unos cuarenta años más tarde, en un estilo que nos remite a los años de la construcción de esta estación (1891) que, por cierto, debe su nombre a Juan Coghlan, Ingeniero del Ferrocarril Central Argentino.

Gerardo Sesin
 
Las catenarias, a pesar de su apariencia etérea y sencilla, son auténticas estructuras metálicas con sus pilares, sus travesaños, sus tensores y sus calculados equilibrios de fuerzas. Cuando se trata de suministrar corriente a varias vías, los soportes de las catenarias se convierten en auténticos pórticos estructurales.

Si se observan en paralelo los óleos de dos pintores que han trabajado a fondo el tema ferroviario como son Ricardo Sánchez y José Catalá, es manifiesta la diferencia en el tratamiento de la catenaria; ambos, más allá de su realismo, pretenden captar el aire y el espacio contenido en la instalación ferroviaria, pero mientras que en el primero la catenaria ayuda a definir el volumen y es descrita con detalle, en el segundo casi desaparece para que la mirada se centre en las vías y el material móvil. Podemos tomar como ejemplo paradigmático del tratamiento de las catenarias en Sánchez el óleo Estación de Segovia 2 (c. 1998). Las catenarias de Ricardo Sánchez pueden considerarse una excepción, mientras que la solución de José Catalá es muy generalizada.

Ricardo Sánchez
 
Es interesante analizar la obra del hiperrealista José Miguel Palacio Altaria entrando en estación puerta de Atocha (2008). El tema, casi corporativo, es la composición Altaria, pero el artista no puede dejar de considerar el contexto de la estación y esto le lleva a reproducir el sistema de catenarias con todo detalle. 

José Miguel Palacio

Otra cosa muy distinta es el acrílico Sydney 1 (2007) de Sergio Calleja que pertenece a una serie sobre estructuras ferroviarias de diversos lugares del mundo; aquí la catenaria es la protagonista absoluta y, en la serie, lo son los corredores ferroviarios y los elementos de las infraestructuras sin presencia ni humana ni de material rodante.

Sergio Calleja

Terence Cuneo, en Voltage versus Steam (1967), pone un final de tramo de catenaria sobre un par de locomotoras, una de vapor y otra eléctrica, la segunda usa la catenaria y vemos como se produce una chispa de contacto. Al fondo de la imagen está la estructura porticada que sostiene las catenarias y, en primer plano, el poste de final de tramo con los aislantes correspondientes.

Terence Cuneo

Una curiosidad: las catenarias suelen suponer un serio problema para las escenas de acción en los thrillers de tema ferroviario, de manera que una solución muy habitual es hacerlas desaparecer, así ocurre en El puente de Casandra (1976) o en Misión Imposible (1996).

Con algunas características parecidas a las catenarias en lo que respecta a las estructuras metálicas que las sostienen, tenemos las señales. Su presencia en el arte es más escasa, pero hay algunas excepciones que merecen una mirada. Gabriel Casas Galobardes dio el protagonismo a la estructura que sostiene las señales en su fotografía del túnel de Montgat en la provincia de Barcelona (c. 1930); es la fotografía que abre esta entrada. 

En la película polaca Czlowiek na torze (1957, Hombre en las vías) Andrzej, un problema con una señal es la clave para desentrañar el misterio que rodea la muerte de un veterano y, a los ojos del nuevo régimen, conflictivo maquinista. En el filme vemos el sistema de señales luminosas cuando todavía se utilizaban lámparas de queroseno que había que subir cada día estructura arriba hasta su lugar detrás de los cristales de colores del brazo del semáforo.

Fotograma de Czlowiek na torze

La Bête humane (1938, La bestia humana), en su afán de reproducir con fidelidad las operaciones de conducción de un tren, nos muestra planos en los que aparecen señales o infraestructuras como el sistema de captación de agua en marcha desde la locomotora de vapor.

Fotograma de La Béte humaine

¿Y las torres de aguada que citábamos al principio? Una pequeña estructura de este tipo fue incluida por el pintor Rafael Estrany en un óleo (c. 1958).

Rafael Estrany


jueves, 6 de febrero de 2025

Ferrocarriles en los puertos

Antes de leer esta entrada, visiten el magnífico blog Ciudades y Puertos – Blog de Joan Alemany En él encontrarán completa información sobre el vínculo entre las ciudades y los puertos, con artículos sobre puertos de todo el mundo y enfoques desde todos los ángulos: social, económico, industrial, histórico, cultural, etc.

Hecha la visita, se comprenderá porqué ha habido tantos pintores que se han interesado por recoger en sus lienzos este paisaje único que es el de un puerto circulado por una vía ferroviaria y trenes de mercancías.

A continuación verán desde grandes puertos intermodales, como el de Barcelona, de la mano del hiperrealista Josep Segú, hasta pequeños puertos como el de Sant Feliu de Guíxols, en los trazos de un sutil apunte de Josep Amat. Pasaremos por Bilbao acompañando a Dario de Regoyos cuando pintaba el tráfico naval y ferroviario de la Ría, e iremos hasta Cardiff con Lionel Walden. En Castellón nos esperará Joan Porcar con sus perspectivas insólitas del puerto del Grau, y en Francia, el puerto de Rouen será de parada obligada con Albert Marquet. Al otro lado del Atlántico, nos detendremos en un puerto en tiempos de guerra pintado por John Ford Clymer.

 Lionel Walden. - Cardiff Docks (1894)

Albert Marquet - Le port de Bougie temps gris (1925)

Alfred Figueras - Puerto de Barcelona (1940)

John Ford Clymer - Dock (c. 1943)

Mariano Gomà - Los muelles del puerto II (1945)

Josep Mompou - Barcelona, Junta de obras del puerto (1945)

Josep Amat - Puerto (1946)

Joan Porcar - Espacial (Portuaria) (1950)

Josep Amat - El puerto de Sant Feliu (1951)
  
Antoni Tusell Ribas - Puerto de Barcelona (1957)

Josep Segú - Barcelona IX Puerto de mercancías (2011) 

 

domingo, 5 de enero de 2025

Montcada i Reixac y su vínculo con el ferrocarril


La relación de la ciudad de Montcada i Reixac (comarca del Vallès Occidental, provincia de Barcelona) con el ferrocarril ha sido y es de amor y odio. Amor porque, cuando llegó en 1854 con la entrada en servicio de la línea entre Barcelona y Granollers, trajo progreso y veraneantes. Odio porque por el término municipal pasan varias vías de ferrocarril con las consiguientes cinco estaciones en servicio. Tantas líneas significan tantos pasos a nivel y estos, lamentablemente, han sido escenario de accidentes mortales. Ahora, por fin, atendiendo una vieja reivindicación, se han iniciado las obras de soterramiento, que duraran siete años.

Adif ha abierto un centro de información donde puede verse el proyecto y seguir el avance de las obras y, paralelamente, en el auditorio puede verse, hasta el 12 de enero, la exposición Montcada i Reixac y el tren: 170 años de historias cruzadas. En ella, además de plafones informativos, mapas, maquetas y fotografías, pueden verse cuatro pinturas que captan distintos escenarios del paso del tren, incluido el característico puente ferroviario y los pasos a nivel.

Albert Carnicé Tura (1986)

Ricard Terraza Llasterri - Puente sobre el Ripoll (2017)

Gloria Cruz Lorente  - Recuerdo permanente (2017)

Gabriel Renom Belso (2019)

Ernest Descals (2021)



miércoles, 11 de diciembre de 2024

Libro de artista (con viaje en tren) de Adolf


Los días 1, 2 y 3 de noviembre de 2024 el pintor catalán Adolf viajó en tren a Bilbao para visitar la exposición antológica de la pintora sueca Hilma Af Klint (1862 – 1944) considerada pionera del arte abstracto.

Durante el viaje llevó consigo un cuaderno para esbozos y fue dibujando lo que pasaba ante sus ojos: estaciones, trenes, paisajes a través de la ventanilla, el museo Guggenheim, la obra de la pintora, el viaje de regreso… Todos los apuntes fueron hechos del natural; la mayoría de ellos con el tren en marcha.

 

 

De regreso a su estudio, con el cuaderno confeccionó el libro de artista (también llamado libro objeto o libro-arte), cuya fotografía encabeza esta entrada. Para ello tomó el cuaderno del viaje, pegó sobre él un tramo de vía y colocó encima la máquina de tren de su infancia. Puede verse el libro completo con la explicación del artista en este enlace y también en la web del artista, donde puede verse un ámplio ejemplo de su obra.  

miércoles, 6 de noviembre de 2024

Estructuras metálicas II (estaciones)


Las líneas que circulan por los viaductos que vimos en la entrada anterior suelen acabar en estaciones. En el mismo momento en el que las estructuras metálicas se imponían en la construcción de puentes, eran el elemento esencial de las grandes y espectaculares marquesinas que contribuyeron a acuñar el calificativo de “catedrales del siglo XIX” para referirse a las estaciones terminales.
Si los pintores y los fotógrafos se dejaron fascinar por las estructuras metálicas de los viaductos, más aún lo hicieron con las estructuras de las estaciones. El interés no estaba sólo en las formas de las marquesinas, sino también, y esto es muy relevante, en la atmósfera y la luz que se creaba debajo de ellas.

Claude Monet es la primera referencia en obras que captan la atmósfera interior de las estaciones. El impresionista francés pintó hasta cuatro veces el interior de la estación de Saint Lazare en el año 1877, lo hizo a diferentes horas del día y desde distintos ángulos; también pintó ocho telas sobre los exteriores y los accesos de la misma terminal. Su interés estaba más en el contenido que en el contenedor, pero reprodujo fielmente la estructura metálica y las claraboyas que dejaban pasar la luz del sol y daban a la atmósfera saturada de humo y vapor la textura que él quería captar.


Emily Court tiene una obra semejante de la estación de Saint Pancras de Londres, aunque realizada unos cuarenta años después y, por lo que respecta a la representación de la estructura, con el acento puesto en la cortina de vidrio de la embocadura, que está orientada hacia el norte.


Una radical mirada sobre la atmósfera de la estación es la de Luís Claramunt que, en Estación del Norte de Barcelona (1984), olvida la presencia de trenes, andenes y viajeros para mostrarnos el aire que contiene la caja que forman el suelo y la estructura metálica; al fondo, ya fuera del recinto, puede verse el puente de la calle Marina bajo el cual pasaban los trenes al poco de salir de la estación.


Una aproximación distinta es la de los artistas que se han dejado fascinar por los juegos geométricos de los elementos de las estructuras de las marquesinas. Algunos han querido captar el aspecto del conjunto, como es el caso de Anthony Robert Bateman en su Gloucester Central Station (1961) ...


... o de Richard Hollis en York Station Platforms (1987) . En estas dos telas no importan tanto los detalles constructivos de la marquesina como el aspecto global, que en los dos casos parece que quiera compararse con el aire que tienen los recintos de estilo gótico civil.


Otros artistas, con más tendencia al realismo e incluso al hiperrealismo, se han recreado en la posición, en la forma y en la luz de las distintas caras de cada pilar, rótula, viga, vigueta, tirante o remache. Es el caso de Alberto Apellániz en el óleo Estación de Francia que encabeza esta entrada o de Jaume Laporta que, en la obra de técnica mixta Bosque de acero, presenta las trece armaduras de esta estación con una perspectiva que da un aspecto de palmera a la parte central de la composición, para después recrearse con la trama del resto de elementos estructurales.

En la actualidad, los esbozadores o urban sketchers acuden también a las estaciones y trazan rápidos bosquejos de las marquesinas. Es el caso de Mila Santos Dolz y su esbozo de la estación del Norte de San Sebastián (2018)...


... o de Rosa Coll y su apunte acuarelado de la estación de Francia de Barcelona.


Los fotógrafos también han tomado las estructuras metálicas de las estaciones como tema de sus trabajos. Las compañías ferroviarias solían contratar, primero a dibujantes y después a fotógrafos, para documentar las obras, el material móvil y las estaciones. Estos fotógrafos no se resistieron a la tentación, más allá de su trabajo, de dejar que su vena artística fluyera. Es el caso de Pau Audouard Deglaire o Gabriel Casas Galobardes que trabajaron para MZA o Francesc Ribera Colomer que lo hizo para Renfe. Entre los cientos de fotografías que estos profesionales realizaron para documentar las sucesivas fases de la construcción de las marquesinas, también encontramos negativos en los que juegan con los rayos de luz que atraviesan la cubierta o se fijan en detalles constructivos, como es el caso del apoyo articulado que fotografió Gabriel Casas dándole un toque de dramatismo.


Una mirada mucho más moderna de estas estructuras es la que nos propone el ferroviario y fotógrafo Eduardo Perucha. En su imagen, el equilibrio de la composición coincide con el equilibrio de la estructura metálica, y la manera como capta la luz transmite perfectamente esta atmósfera especial que se crea bajo las marquesinas, tan diferente ahora de la época de la tracción a vapor.

Salgamos a la playa de vías de la parte trasera. Ahora la mirada sobre la marquesina de pintores y fotógrafos se fija más en su forma, en su curvatura, que en su tejido estructural. El pintor Juan Roldán, en su Estación de Atocha (1984) se aleja de la estación, no sólo para mostrarnos la playa de vías y los convoyes, sino también para mostrar la forma geométrica del perfil de las armaduras. 


Cincuenta años antes, Josep Brangulí, unos de los introductores del fotoperiodismo en nuestro país, había optado por un encuadre lateral y en contrapicado para realzar las formas de los arcos de entrada a la marquesina de la Estación de Francia.

 

El cine también ha sabido captar la belleza de las cubiertas metálicas de los andenes. Es muy larga la lista de películas en las que, antes de presentar una escena de llegada o de salida de un tren o una de acción en los andenes, la cámara se recrea en la estructura; también son habituales escenas en las que el plano se abre para que se vea bien la estructura al mismo tiempo que la acción principal.

Esta apreciación de la estructura metálica la encontramos en algunos clásicos del cine de tema ferroviario como en La bête humaine (1938, La bestia humana) del francés Jean Renoir o en Bab el hadid (1958, Estación central) del egipcio Youssef Chahine, pero también en multitud de películas de tema general que, a la que aparece una escena en una estación terminal, nos muestran la belleza de la marquesina.

 

La estación de Delicias de Madrid, estructura metálica incluida, ha servido de escenario para muchas películas: Doctor Zhivago (1965), Nicholas and Alexandra (1971) o Pánico en el transiberiano (1973), en la primera se caracterizó de Moscú, en la segunda, de San Petersburgo y, en la tercera, de Pequín. Las cosas del querer (1989) de Vicente Aranda acaba con la dramática partida del cantante protagonista y una imagen de la estación vacía como plano final.

Cuando entramos en una estación construida en la época dorada de las estructuras metálicas no podemos resistirnos a levantar la cabeza y dejar que nuestra mirada pasee por los pilares, vigas y viguetas disfrutando de sus formas geométricas y de sus juegos poliédricos, el arte siempre ha hecho lo mismo

sábado, 5 de octubre de 2024

Estructuras metálicas I (viaductos)


Si bien los primeros puentes ferroviarios fueron de madera, desde la mitad del siglo XIX hasta la introducción del hormigón en las primeras décadas del siglo XX, la mayoría de los puentes se levantaban en obra de fábrica o metálicos. En muchos casos, los pilares eran de obra de fábrica y los tableros, metálicos. La construcción con piedra y ladrillo era más duradera y requería menos mantenimiento, pero era más lenta, mientras que con acero era mucho más barata y permitía una mayor rapidez en la construcción, aunque requería el posterior mantenimiento de los remaches y soldaduras y un pintado periódico. En la segunda mitad del siglo XX se substituyeron muchas estructuras metálicas por otras de hormigón que eran más sólidas, estables y duraderas.

Los pintores que en la segunda mitad del siglo veinte, gracias a los avances de la industria química, pudieron salir a pintar al aire libre con sus pinturas en tubos, plantaron sus caballetes delante de esta novedad que eran las construcciones ferroviarias que transformaban el paisaje.

En 1874, Claude Monet pintó en varias ocasiones los puentes sobre el rio Sena en Argenteuil, incluido el ferroviario. Una de las telas, la que abre esta entrada, presenta el puente con una vista a unos 45 grados y, en otra, casi perpendicular, ambas desde la orilla. En ellas vemos las celosías metálicas que refuerzan los pilares de obra de fábrica que sostienen el tablero también metálico. Las embarcaciones de recreo que se acercan al puente contribuyen a transmitir la idea que el novedoso puente convive pacíficamente con el paisaje por el que cruza ahora el ferrocarril.

Monet pintó también la estructura metálica de Le Pont d'Europe que sobrevuela la estación parisina de Saint Lazare, pero fue Gustave Caillebotte (que también pinto el puente de Argenteuil) quien, en 1876, lo representó poniendo de manifiesto lo imponente de esta construcción.

Una pareja burguesa pasea tranquilamente, un hombre mira el movimiento de trenes de la playa de vías, la ciudad se muestra elegante y moderna al fondo de la composición, pero lo que lo sustenta todo es la revolución industrial representada per una de sus realizaciones: el puente metálico que articula el nuevo espacio parisino.

Unos años más tarde, en 1898, Darío de Regoyos pintó el viaducto de Ormáiztegui (Guipúzcoa) de la línea Madrid-Irún-París que había sido construido en 1864 y que, en su momento, fue un hito de la ingeniería. 

Es obligado comparar este cuadro con el de Monet, no sólo hay coincidencia en el estilo, la composición y la modernidad del tema, sino también en la voluntad de entender la estructura y reproducirla con rigor. En 1995 el viaducto dejó de prestar servicio porque se construyó otro de hormigón que transcurre paralelo a pocos metros de distancia.

Esta imagen del puente metálico preservado junto a su sucesor de hormigón la tenemos también sobre el rio Guadahortuna. El puente del Hacho está situado en el punto kilométrico 104,4 de la linea Almería - Linares y fue puesto en servicio en 1898 como el más largo de la red española. En este caso ha sido el fotógrafo Alberto Sánchez López quien ha apreciado su valor estético y patrimonial y lo ha incluido en su libro La estación del olvido. Ferrocarril en la provincia de Granada (2018). 


La estructura metálica ferroviaria más impresionante de Europa probablemente sea The Firth of Forth Railway Bridge, la mastodóntica construcción de la línea de Edimburgo a Aberdeen que salva este fiordo escocés. Como es lógico, una construcción de esta magnificencia atrajo a los artistas plásticos y la compañía LNER utilizó la obra de H.G. Gawthorn para sus carteles publicitarios. 

Varias películas han usado este viaducto como escenario, aunque, sin duda, North by Northwest (1959, Con la muerte en los talones) de Alfred Hitchcock sea la más conocida.

Saliendo del viejo continente, encontramos también interés artístico por los viaductos metálicos en lugares tan alejados como en Japón. En 1872, cuando se construyó la primera línea entre el barrio tokiota de Shimbashi (actual Shiodome) y el puerto de Yokohama (actual Sakuragicho), eran muy populares los ukiyo-e, xilografías que solían representar a samuráis, damas de la corte y escenas de teatro, pero el ferrocarril se hizo un lugar entre ellos como tema novedoso. Los grandes artistas del momento representaron al ferrocarril en su viaje inaugural y junto al puerto, pero sólo uno, que no ha sido identificado, incluyó en su composición las estructuras metálicas rojas de la línea.

 

Años después, el ilustrador japonés Yasui Koyata, que publicó el grueso de su obra entre 1922 y 1944 y revalorizó la ilustración hasta el punto de ser considerado un precursor del manga, gustaba de dibujar les trenes que estaban transformando el país y dedicó especial atención a les estructuras de los viaductos.

 

Si saltamos a la otra orilla del Pacífico, al Canadá, el dibujante E.J. Russell captó a la perfección en On the Road to Bedford Range: A Consignment by the 8 A.M. Train (1871) que los viaductos metálicos eran una de las claves de la eficiencia del nuevo medio de transporte.

 

Cuando la Cámara de Comercio de Milán encargó a Gaetano Previati una serie titulada Vie del commercio, el pintor italiano incluyó en ella la obra La ferrovia del Pacifico (1914) inspirada tanto en las construcciones que permitieron el avance del ferrocarril en los Estados Unidos como en las noticias magnificadoras que llegaban sobre él. El óleo tiene un estilo que anticipa el futurismo y una composición que pone de relieve el vértigo que transmite el aparente atrevimiento de algunas construcciones.

 

Ya entrados en el siglo XXI, a pesar del predominio de las estructuras de hormigón, el territorio sigue llenándose de estructuras metálicas. Carles Sarrate, pintó una larga serie de acuarelas sobre las obras de construcción del Ave en la comarca barcelonesa del Vallès Oriental. En Montmeló, puente de hierro sobre el rio Congost (2008), la composición y la perspectiva que escoge nos muestran el puente como un elemento estático y pesado que contrasta con el fluir del rio, pero en la mirada del pintor también hay admiración por la solidez y la belleza formal de la obra de ingeniería.

 

¿Algún poema con un puente ferroviario metálico? Hay uno de Joan Margarit, de quien hablamos en el número de abril a raíz de su muerte: “El puente del ferrocarril” del volumen Cálculo de estructuras (2005).
El tren nocturno surge iluminado
de dentro del túnel y entra en el puente de hierro,
muy alto y por encima de los tejados,
sobre pilares de piedra en medio de los huertos.
Parece el fugaz estrépito del amor:
el tren es trepidante, igual que el sexo.
Desaparece vertiginoso. De repente,
sólo hay el viento haciendo temblar el tallo
de una flor entre las vías. Si sufres
se insomnio, te hará mucha compañía
esta herramienta de hierro vieja y sólida.
El puente cruza nuestra intimidad.