viernes, 8 de agosto de 2025

Trenes militares sanitarios

El ferrocarril prestó servicios sanitarios en tiempos de guerra en paralelo a su uso para el transporte de tropas, armamento y suministros. En el siglo XIX se usó a gran escala en los conflictos armados, tanto en Estados Unidos, como en Europa, como en África. Durante la Primera Guerra Mundial, los trenes militares sanitarios ya disponían de quirófanos donde hacer primeras intervenciones en marcha. En la Guerra Civil de España y en la Segunda Guerra Mundial siguieron teniendo un papel esencial. Esta faceta del ferrocarril ha sido recogida por las artes al igual que otros aspectos del papel del ferrocarril en tiempos de guerra, sin embargo el grueso de las manifestaciones artísticas sobre los trenes ambulancia se dan mayoritariamente en el primer cuarto del siglo XX.

De la Guerra de Crimea (1853-1856), de la de Secesión en los Estados Unidos (1861-1865), de la franco-prusiana de 1870 y de la de los Boers (1889-1902) nos han llegado las ilustraciones que acompañaban en los periódicos y revistas las crónicas de los corresponsales de guerra. Estos grabados hacían la función informativa que unos años después harían las fotografías.

La imagen que reproducimos de la Guerra de los Boers es un grabado realizado a partir de una fotografía de F. C. Harrison. El título de la ilustración, realizada por Frank Dadd, es La Cruz Roja y la guerra: un tren ambulancia llegando a Durban. El texto dice: «Los trenes de la Cruz Roja circularon entre Ladysmith y Durban hasta que la línea fue cortada al sur de Ladysmith por los Boers cuando estos invadieron el pueblo. El tren representado en nuestra ilustración ha traído algunos heridos del frente.»

De la Guerra ruso-japonesa (1904-1905) nos han llegado también ilustraciones de trenes ambulancia. Una de ellas, un dibujo de 1904 a tinta atribuido a D. Macpherson, muestra a dos enfermeras con pacientes que yacen en literas en un tren ambulancia ruso.

 

Le Petit Journal de París publicó el 15 de mayo de 1904 una ilustración en la que un pelotón japonés estaba acechando a un tren ruso con una bandera de la Cruz Roja en la locomotora y otra en uno de los coches. En el dibujo no se ve ningún soldado disparando, pero el pie de la imagen se refería a «japoneses disparando a un tren de la Cruz Roja rusa que transporta heridos a Port Arthur por la vía del Transiberiano». Curiosamente, en uno de los cromos que salían en las tabletas de chocolate de la marca Ametller, apareció en 1905 una adaptación de la misma imagen, aunque ahora hay menos soldados japoneses, que han bajado de una veintena a siete, y el tren ruso no lleva identificaciones de la Cruz Roja. El dorso del cromo dice: «Emboscada japonesa sorprendiendo un tren militar ruso».

 

Es en la Primera Guerra Mundial que empiezan a publicarse ilustraciones de trenes ambulancia que van más allá de las hechas a partir de una fotografía. Como parte de la propaganda y la recolección de fondos, ambos bandos publicaron postales con imágenes de trenes hospitalarios y personal de la Cruz Roja en acción. En algunos casos es evidente que se trata de ilustraciones ya existentes a las que se les han añadido encima las cruces rojas sobre fondo blanco, en otras, el dibujante ha realizado imágenes nuevas de convoyes con el personal sanitario.



 

La eclosión de las vanguardias artísticas, entre ellas el futurismo, coincidió con la Primera Guerra Mundial. Esta corriente, poética y plástica, ensalzó la idea y la imagen de la velocidad y de la máquina, ferrocarril incluido, y uno de sus representantes, Gino Severini, realizó en 1915 dos telas sobre los trenes hospital, sus títulos: Tren de la Cruz Roja atravesando un pueblo y Tren hospital. Estos dos y otros que representaban trenes blindados y de transporte de tropas, los pintó durante su estancia en un pueblo de las afueras de París donde vivió junto a una vía de tren por la que circulaban trenes militares día y noche. La fracturación del paisaje en la obra de Severini remite a la percepción de un objeto veloz y el contraste de colores quiere sugerir la potencia y ruido del convoy.



Al otro lado del canal, en Inglaterra, la poeta Carola Oman se alistaba como enfermera voluntaria y, de su tarea, nació su poema, publicado una vez acabada la contienda, Unloading Ambulance Train (Descargando el tren ambulancia). En la estación, por debajo de los gemidos de dolor, de los gritos del inspector ferroviario y del ruido de la lluvia, se escucha una canción antigua. Una melodía que suena en el chirrido del tren cuando se detiene junto al andén con las camillas donde descargará su cargamento de sufrimiento. Y concluye la autora que esta canción antigua ha acompañado el regreso a casa de los heridos desde la guerra de Troya.
[…]
¿Es un canto antiguo
llegado de alguna orilla clásica?
Los camilleros se ponen de pie
dos en cada extremo.
Se agachan y levantan
donde las puertas se abren de par en par
con luz amarilla de llamas.
Hacia el exterior oscuro
pasa cada camilla. Aquí
(como si a cada uno en su féretro
llevaran con pena)
todo es paz, y un canto sordo.
[…]
Otro curioso poema inglés de estos mismos años es el que narra la presentación a los habitantes del pueblo de un tren ambulancia construido en los talleres de Wolverton. Los vecinos pagaron entrada para verlo y el dinero recaudado fue destinado a los fondos de ayuda. Se trataba de un convoy de 16 coches con capacidad para 362 pacientes junto con el personal sanitario, pintado de color caqui y con una cruz roja en cada puerta. Un poeta aficionado anónimo publicó un poema al respecto en el periódico local:
Era sábado, veinticinco de marzo,
era la una de la tarde,
y se reunía alrededor de la puerta de entrada
toda una multitud de hombres.
que habían traído a sus esposas e hijas
para ver el Tren Ambulancia.

El objeto valía la pena,
la entrada era de seis peniques por persona
y la gente estaba ansiosa por pagar su parte,
ayudar al "Socorro del soldado".

Y así esperaron, allí de pie,
pacientes, ordenados, pulcros.
[...]
Pero el día se tuerce cuando un grupo de notables del pueblo, algunos de ellos altos cargos de la empresa constructora del convoy, se saltan la cola para visitarlo. El poeta local se lamenta entonces de que:
Todavía hay algunas lecciones
que tienen que aprender,
un nivel que tienen que subir,
hasta que se les meta en sus pomposas cabezas
que ellos y los trabajadores son uno,
que no sólo ellos tienen conocimientos,
los capataces de “Wolverton”.
Al entrar su país en guerra junto a los aliados, el pintor australiano Harold Septimus Power fue enviado a Francia por el gobierno para hacer dibujos y cuadros que documentaran la acción de sus tropas. En 1918 pintó Un tren de la Cruz Roja, Francia. A pesar de que se trata de un pintor oficial del ejército, la pintura está realizada en el estilo propio del artista, alejado de la rigidez de los dibujos anteriores. Lo mismo puede decirse del dibujo coloreado de Olive Mudie-Cooke, una de las pocas artistas oficiales inglesas, que representa la descarga nocturna de heridos en el andén del Hospital de Etaples.



En la Guerra Civil española, dos poetas coincidieron en escribir un poema con el título El tren de los heridos. Un fue Rafael Duyos y el otro Miguel Hernández. Duyós puso el acento en la hombría y la españolidad de los heridos:
[…]
A lo lejos brillan, tímidas,
las luces de Ponferrada,
mientras en la estacionzuca
unas mujeres aguardan
con un alivio de cántaros
para bocas que se abrasan...

Y el tren sigue su camino
–sangre, vendas, sueros, gasas...
sin un ¡ay!, porque son hombres
los que lleva,
¡hombres de España!
[…]
Mientras que Hernández le da profundidad al tema y el paso del tren transmite frio y pide silencio.
[…]
El tren lluvioso de la sangre suelta,
el frágil tren de los que se desangran,
el silencioso, el doloroso, el pálido,
el tren callado de los sufrimientos.

Silencio.

Tren de la palidez mortal que asciende:
la palidez reviste las cabezas,
el ¡ay! la voz, el corazón la tierra,
el corazón de los que malhirieron.

Silencio.
[…]
En 1965 el escritor Meliano Peraile publicó el relato Tren de los heridos en el que se sigue a corta distancia el pensamiento y las percepciones de un soldado durante el trayecto hacia el hospital. He aquí dos párrafos que son un buen ejemplo del enfoque del autor:
Un rumor pasaba y repasaba a lo largo del departamento. Para Juan era el sanitario de guardia vigilante entre las dos hileras de camillas. «Si ese quisiera leerte la tarjeta…» Pero inmediatamente se arrepintió. «Si llevas un buen recado te va a engañar, leyéndote lo que se les ocurra…»

Tableteaba el tren. Juan imaginaba un montón de tablas botando y rebotando. Piafaba el tren. Juan fabulaba un enorme caballo, con crines de humo, y haciendo equilibrios en las paralelas de un circo inmenso, extendido por el campo. Al instante, Juan sonreía y le echaba la cupa a los residuos de los calmantes.
Durante la Segunda Guerra Mundial, la representación por parte de los artistas de los trenes ambulancia no cambió demasiado respecto de la primera. La pintora inglesa Evelyn Dumbar, que se distinguió por reflejar en su obra el papel de la mujer en esta contienda, también representó el trabajo en los trenes ambulancia, como en Tren hospital (1942). A partir de esta guerra, ya es más difícil encontrar dibujos y pinturas de los trenes ambulancia y del personal que viaja en ellos, la fotografía toma su lugar. Aunque hay excepciones, como la ilustración con estética de dibujo técnico de la publicidad de la New York Central.