martes, 15 de enero de 2019

Los trenes de Lyonel Feininger


Lyonel Feininger (Nueva York, 1871-1956), que residió en Alemania hasta el ascenso del nazismo, fue una figura destacada del expresionismo y profesor en la Escuela de la Bauhaus. También cultivo la caricatura, el dibujo, la tira cómica, la fotografía y la composición musical. Tocó temas urbanos y se interesó por las consecuciones de la tecnociencia: molinos, buques, viaductos y ferrocarriles.


En las pinturas, sus ferrocarriles suelen estar contextualizados: aparecen circulando por viaductos, detenidos en estaciones acompañados de personal o dando servicio a fábricas de gas. En algunas ocasiones representa material histórico.  




Los dibujos son una cosa distinta: en algunos casos también están contextualizados, pero en otros son esbozos rápidos que nos hablan de su fascinación por los trenes y por el quehacer de los ferroviarios.





Una curiosidad final, por los mismos años que Joaquín Torres-García intentaba colocar en el mercado sus juguetes de madera, Feininger realizó unos trenes a partir de mangos de escoba de madera.

miércoles, 2 de enero de 2019

Fascinados por los mecanismos de distribución


Hay temas de arte ferroviario que, aunque poco frecuentes, no dejan de captar la atención y la curiosidad del aficionado. Uno de estos temas singulares son los mecanismos de distribución, pero no son los únicos. Caracteriza este tipo de imágenes el hecho de que el foco de la obra está concentrado sobre un detalle del universo ferroviario, que es representado de manera aislada. Hay telas y fotografías que se concentran en señales, aparatos de vía, faroles, testeros… En todos los casos el elemento se aísla y se estudia por su valor simbólico o formal. Veamos cómo pintores y fotógrafos se han dejado fascinar por los mecanismos de distribución.

Hermann Pleuer (1863-1911) pintó en 1905 el óleo Las ruedas rojas, el que abre esta entrada, que puede ser considerado un precursor. Este pintor impresionista alemán tocó el tema ferroviario en muchas de sus obras, pero fue en ésta en la que se dejó llevar por el encanto de un elemento mecánico aislado.

Con la llegada de las vanguardias artísticas, los mecanismos entraron de lleno en el arte. La fascinación por las locomotoras, los automóviles y los aeroplanos aparece en el manifiesto fundacional del futurismo y su influencia en el arte es inmediata. La vemos en Rolling Power (1939) de Charles R. Sheeler (1883-1965), que no estuvo adscrito a este movimiento. 


También influyó en la fotografía, como podemos ver en las que realizó Gabriel Casas Galobardes (1892-1973) en los años 30 del siglo pasado. Se trata de un fotógrafo que trabajó para MZA y que en muchas ocasiones dejaba de lado la fotografía documental para explayarse con composiciones singulares.


Hay que esperar sesenta años, los que tardó el hiperrealismo a hacerse un lugar en la escena plástica, para encontrar de nuevo el tema en la pintura. El pintor británico Brian Sefton (1938-) y el español Javier Banegas (1974-) son dos buenos ejemplos de este retorno. Contemplando sus óleos y sus acrílicos podemos seguir el funcionamiento de la distribución: bielas y manivelas, contrapesos, levas y articulaciones son representadas con exquisita precisión. 



En el terreno fotográfico, muchos autores siguieron este camino, como es el caso de Santiago Vila-Puig Codina (1931-), galardonado en Caminos de hierro, por su trabajo Rueda y biela (1986).


El toque cálido lo pone la obra Woman with locomotive (2009) del canadiense Gary Giacomelli. En ella se nos propone poner en contraste la máquina y el cuerpo humano, el frio del acero y el calor de la carne. Este tema también ha sido explotado por la fotografía erótica del alemán Stefan Döll.


En el fondo de todas las obras que hemos visto, yace la fascinación por las máquinas que tienen formas antropomórficas; las bielas y las manivelas son como prolongaciones de las extremidades humanas o construcciones hechas a su imagen y semejanza. La fuerza de la sangre se ve multiplicada por la del vapor. Pocas imágenes como las de los mecanismos de distribución captan tan bien la idea de que la tecnología es una prolongación del ser humano.