lunes, 1 de junio de 2020

Snowpiercer: còmic, película y, ahora, la serie



Si en 1984 apareció la primera entrega de la novela gráfica con guion de Jacques Lob y dibujos de Jean-Marc Rochette y en 2013 tuvimos la versión cinematográfica dirigida por Bong Joon-ho (y de la que podemos leer la entrada correspondiente en este blog aquí), ahora nos llega, vía Netflix, la serie dirigida por Graeme Manson y producida por TNT.

El título francés original del cómic es Le Transperceneige, Rompenieves en español y Snowpiercer en inglés. En 1999 aparecieron las partes segunda y tercera del cómic, con guion de Benjamin Legrand porque Lob había muerto nueve años antes, pero la calidad de esos dos volúmenes es claramente inferior al primero, y esta es la razón de que película y serie se basen casi exclusivamente en éste último.

Los "colistas"

El arranque argumental es sólido y marca la clara intencionalidad de fábula política de la historia: en un intento fallido de revertir el calentamiento global, la tierra se ha helado hasta el núcleo y la humanidad superviviente viaja en un tren de 1001 coches que no se detiene nunca. En él, las personas viajan divididas en clases sociales. El héroe es un paria de los vagones de cola que intenta revertir la situación con la ayuda de una activista de las clases superiores. Como temas colaterales aparecen el culto a la locomotora, diversas historias personales, las formas de vida de las élites y las curiosidades del funcionamiento de este mundo cerrado sobre raíles.

El detective y la jefa

Si Bong Joon-ho consiguió mantener el espíritu del comic y fue capaz de hacer verosímil la acción dentro del tren, la serie, para justificar su duración, necesita introducir una trama policíaca. Un “colista”, que era policía antes de la catástrofe, es requerido por la autoridad del tren para resolver un crimen; el acepta con la expectativa de poder ayudar a la revuelta de los de su clase.

El tema de la serie es la diferencia entre clases sociales, la opresión, el desclasamiento, el afán de poder. El escenario es un tren como podría ser-lo un buque o una nave espacial. El tren es un puro contenedor, pero también es una metáfora. Habrá que ver cómo se despliega la serie, pero, ya de entrada, cuestiones argumentales al margen, los aspectos ferroviarios no son muy convincentes. 

El convoy: la novela gráfica y la película mantienen el punto de vista del lector/espectador encajado en un tren de manera creíble, sin embargo, en la serie, parece que algunas escenas ocurran en un edificio de amplias plantas y no en un tren en movimiento. La sala de los maquinistas contrasta, por su lograda ambientación tecnológica, con lo poco ferroviario del resto de vagones. Interesante el corredor inferior de servicio.

La energía: el cómic nos presentaba una locomotora con un motor de movimiento continuo, en la película le llaman de movimiento eterno, para el caso es lo mismo: es un recurso inverosímil que la ciencia-ficción rigurosa hace muchos años que abandonó.

La cabina de conducción

El motor: En la película, el motor tiene su desgaste y el dueño utiliza a niños de cinco años para substituir las piezas que se han estropeado. Es algo también inverosímil, pero que da dramatismo a la película y desencadena el final. Veremos que nos propone la serie. 

Un maquinista