martes, 16 de mayo de 2017

El Viaje (en tren) y El Escritor - Castillo & Flores


Hasta el mes de octubre de 2017 puede verse en el Centro Cultural Conde Duque de Madrid una exposición que resulta fascinante para el aficionado ferroviario, especialmente si cultiva las vertientes pictórica y literaria.

Así se presenta la exposición:
A partir de una idea del historiador Fernando Castillo pintada por el artista Damián Flores, el objetivo de la exposición es mostrar, a través de los viajes realizados por una selección de escritores, la existencia de una red cultural entre las principales ciudades del continente europeo en una época, la de entreguerras, de profundas transformaciones políticas, sociales y artísticas.
Esta interconexión se logró gracias al ferrocarril, auténtico instrumento de comunicación entre los núcleos de agitación cultural y artística que eran las ciudades, y tan protagonista de la exposición como el grupo de escritores. Aparecen así locomotoras históricas o estaciones cuya arquitectura las convierte en auténticos templos de la modernidad.
Para cada autor podemos ver su retrato ante un tren, ante la fachada de una estación, en un vestíbulo, un andén o incluso ante una infraestructura ferroviaria. Juanto al cuadro, un texto del autor sobre la ciudad en la cual ha sido pintado.


 Puede descargarse el pdf del catálogo completo de la exposició. De él hemos extraido estos ejemplos:


LISBOA

Fernando Pessoa
“Si tuviese que inscribir, en el sitio sin letras de la respuesta de un cuestionario, a que influencias literarias estaba agradecida la formación de mi espíritu, abriría el espacio punteado con el nombre de Cesário Verde, pero no lo cerraría sin inscribir los nombres del patrón Vasques, del dependiente Vieira y de Antonio, el mozo de la oficina. Y a todos les pondría, con letras magnas, la dirección clave: LISBOA”.
“Hay momentos, sobre todo en los mediodías de estío, en que en esta Lisboa luminosa, el campo, como un viento, nos invade. Y aquí mismo, en rua dos Douradores, tenemos el sueño bueno”.
“Cuando vine por primera vez a Lisboa, había, en el piso de encima de donde vivíamos, un sonido de piano tocado en escalas, aprendizaje monótono de la señorita que nunca vi”.
Libro del desasosiego

ROMA

Josep Pla
“Roma, que en invierno es una ciudad llena de color, de cualidades sabrosas y finas, se convierte en el verano, durante el día, en una explosión de luz blanca de una monotonía y de una implacabilidad abrumadora. La luz parece aspirar el color de las piedras venerables, que están cubiertas de una ligera costra de arena fina [...] El cielo, incluso los días de viento sur, es de un azul evaporado, desvaído, un azul que muere en un blanco brillante. La soledad, el vacío del cielo, es constante: toda amenaza de nubes es absorbida en la gran bóveda blanca en la que centellean puntos de luz metálicos hormigueantes como chispas”.
Obras completas, Vol 36 pp. 540-541


PARÍS

Ramón Gómez de la Serna

“En París sufrí todo lo que se sufre en París, por más que se lleve a la gran ciudad un vivo haz de voluptuosidades descontentas y la ansiedad de ver aquellas albas que duran todo el día”.
“Todo me llegó a apenar, hasta el espectáculo que se goza desde el Arco del Triunfo, y en que, ya apagada la ola verde de los automóviles, solo queda la visión de las lucecitas de sus mil faroles que como una ráfaga de fuegos fatuos, ascienden y descienden por la ancha rampa”.
“Inventé allí, para ver si reaccionaba contra el medio negro, una tertulia literaria en un pequeño café de Montparnasse, La Consigne, donde la consigna era amistad y conversación; pero todo fue inútil, aunque logré
reunir un numeroso grupo de españoles y sudamericanos en fraterna unión”.
Automoribundia



lunes, 1 de mayo de 2017

Jugarreta de Regoyos en la Thyssen de Málaga


Para el aficionado al arte de tema ferroviario, Darío de Regoyos significa óleos con trenes. Cuando se visita la colección permanente de Carmen Thyssen en Málaga pueden cuatro obras de este pintor. La primera que aparece ante los ojos del visitante es Los almendros en Flor (1905), un óleo sobre tela que el QR correspondiente describe como “una escena del litoral mediterráneo español en los meses de enero o febrero, desconociéndose la localización exacta del lugar representado, correspondiente a Castellón de la Plana, zona a la que se desplazó en 1905, cuando residía en San Sebastián.” 

Ante nosotros se extiende el campo con los almendros, después el río, a continuación una nueva franja de tierra y, al fondo, el mar; pero el aficionado ferroviario, con su incontenible obsesión fija su mirada en lo que pudiera ser el humo de una locomotora que circulase por la franja de tierra más lejana. Se acerca al cuadro para intentar distinguir el convoy junto al horizonte y, oh desilusión, descubre que el supuesto humo de locomotora es una nube de forma caprichosa, con un apéndice final que baja hasta el suelo. El aficionado da dos pasos atrás, saborea el cuadro y pasa al siguiente convencido de que Regoyos le ha dado a la nube esa forma tan particular para hacerles una jugarreta a los fanáticos de los trenes.


Más adelante, aparece ante los ojos del visitante El paso del tren (1903), del que el QR nos dice que “es una escena que se ubica en Ategorrieta, cerca de San Sebastián, y que fue llevada a cabo en otoño del mismo año en el que Darío de Regoyos se trasladó a esta ciudad desde Irún.” El aficionado da ahora un salto de alegría al reencontrarse con viejo conocido, visto mil veces en reproducciones, pero que no sabia que vivía aquí en Málaga. Juan San Nicolás, que es quien firma las descripciones de las obras a las que dan acceso los QR, dice muy acertadamente:
Por otro lado, desde sus comienzos como pintor sintió un atractivo especial por los temas ferroviarios, realizando decenas de cuadros con esos motivos y mostrando en todos ellos una enorme capacidad para captar el humo del tren, como sucede en este óleo, que sirve además para indicar el movimiento del convoy sin tener que representar la locomotora. La razón de ello quizá residiera en impedir que la máquina rompiese con su presencia la armonía natural del paisaje, considerando que los vagones de madera eran menos dispares.
(...)
Finalmente, recoge también en este cuadro la vida cotidiana. Dos mujeres contemplan el paso del tren, reflejando la curiosidad o el deseo de viajar y la monotonía de los lugares alejados de los centros urbanos.
El especialista se equivoca un poco cuando dice que Regoyos indica “el movimiento del convoy sin tener que representar la locomotora”, porque en el cuadro pueden verse el ténder y la mitad trasera de la locomotora, pero tiene toda la razón con lo del humo del tren en Regoyos. Tiene razón, sí, pero al visitante amante de los trenes no le saca de su convencimiento de que en Los Almendros en flor, el venerado pintor le ha hecho una jugarreta.