jueves, 30 de enero de 2014

Los haikús del tren de Eduardo Moga



En el año 2000, Eduardo Moga (Barcelona 1962, Premio Adonáis de Poesía 1995 ) compuso un conjunto de haikús impulsado por el trabajo de traducción que estaba realizando. Tomó como escenario el tren en el que viajaba dos veces al día. “El tren”, explica en el prólogo, “constituido casi una hora diaria en síntesis del mundo, me llenaba los ojos de imágenes. Y eran esas imágenes, y los instantes encarnados en ellas, lo que yo quería apresar en palabras: lo que el haikú quiere apresar en palabras.”

Los haikús se refieren al paso del tren, al paisaje contemplado desde la ventanilla, a las estaciones, a los pasajeros, incluso al propio acto creativo. El libro, pues, toma el ferrocarril en su concepto más amplio: un conjunto que va más allá de las estaciones, las vías, los trenes y los viajeros para constituirse en un sistema extendido sobre el paisaje humano y geográfico.

Los cinco haikús que se reproducen, entresacados del centenar largo que conforma el poemario, dan idea de su variedad y son una invitación a la lectura del libro, incluido su brillante prólogo.
Una paloma
hecha a volar. Esta
entrando el tren. 
Se abren las puerta:
codos, prisas, miradas:
quieren sentarse. 
Viajan calladas,
sin mirarse a los ojos,
las soledades. 
Quietud, chirridos:
el tren se coagula
en la estación. 
El tren devora
tiempo, que se amontona
en su interior.
Los haikús del tren
Eduardo Moga
El gaviero Ediciones
Almería, 2007
132 páginas
14,5 x 14,5 cm

miércoles, 22 de enero de 2014

El vaivén que tiene el tren dice su filosofía

Acomódense en sus asiento y vean este video. Luego hablamos


Lo que acaban de ver es una de las escenas con canción coreografiada de la película Coche cama alojamiento dirigida en 1968 en la Argentina por Julio Porter siguiendo su propio guión. Si la comparamos con otras películas de tema o entorno ferroviario como Kilómetro 111 (1931), La bestia humana (1957), Moebius (1996) o El último tren (2002), la película de Porter es la menos agraciada de sus compatriotas. Probablemente el director quiso hacer un musical humorístico y ye-yé que compitiera con el cine que llegaba de España, pero el resultado fue un fiasco.

El argumento sigue el esquema clásico de colocar diferentes personajes en un tren y convertirlo en un hotel de los líos rodante. En este caso coinciden en el tren de Buenos Aires a Mendoza, un tren que ni siquiera traquetea, seis ladrones que han dado un jugoso golpe, dos policías que les persiguen disfrazados de mujer, un empresario teatral, una pareja de recién casados y una de adúlteros, una madre que pretende que sus hijas encuentren trabajo en el teatro de revistas, más el personal del tren. Qué ocurre, se lo pueden imaginar.

Con el paso de los años, la escena reproducida, así como el resto de números musicales, ha adquirido una pátina que resulta, si no deliciosa, al menos sí curiosa, entre otras cosas porque uno no acaba de dilucidar si la letra de la canción es moralista ("no te salgas de la vía que derecho vas muy bien") o simplemente trivial. En cualquier caso, es difícil que la visión del vídeo no provoque una sonrisa, ni que sea de nostálgica condescendencia.



miércoles, 15 de enero de 2014

Publicidad con inspiración ferroviaria II

Además de medicamentos, relojes, hojas de afeitar y máquinas de escribir, ha habido otra gama de productos que ha recurrido al tren para su imagen de marca: la de la alimentación. He aquí un anuncio que, hoy en día, no sería permitido bajo ningún concepto:

“Ricard sobre toda la línea.
Los ferroviarios que necesitan de todo su juicio... han adoptado inmediatamente Ricard.
Qué terribles espantosas consecuencias, en efecto, podría tener para cada uno de nosotros un solo instante de falta de atención de estos “responsables” del ferrocarril. Lo saben bien – saben que deben mantenerse sobrios y por eso “en toda la línea” de Marsella a París solo beben Ricard.”La justificación de la bondad de beber este pastís es que su alcohol es muy puro y no contiene cetonas u otros compuestos deribados de una mala destilación con efectos intoxicantes."
También una destileria zaragozana recurrió a la inspiración ferroviar, aunque no era publicidad dirigida a los ferroviarios sinó que asociaba la calidad del anís, el ron y el coñac a su prestigio y seriedad. Llegó a producir un anís envasado en una botella con forma de locomotora de vapor


No sólo las bebidas se han asociado al ferrocarril, también lo han hecho cacaos, quesos, concentrados de caldo, galletas... y todo es cuestión de seguir buscando.





{Buena parte de las ilustraciones de esta entrada proceden del blog Imagerie populaire du chemin de fer que puede enlazarse en la pàgina Destinos}

miércoles, 8 de enero de 2014

Publicidad con inspiración ferroviaria I


La publicidad de productos farmacéuticos de nuestros días tiende a presentarnos las fosas nasales, los conductos digestivos y los pulmones como tuberías y el calmante, el protector gástrico o el laxante como un líquido desatascador en manos de un fontanero. Estas comparaciones parecen muy simples si las comparamos con esta curiosa publicidad aparecida en la revista francesa L'Illustration el 30 de junio de 1923. El anuncio reza:
"Urodonal evita la arteriosclerosis al desenquilosar las arterias y limpiarlas de todas las escorias y depósitos ureicos y calcáreos que lesionan y petrifican sus paredes.
Esta limpieza general es al organismo lo que la limpieza de su caldera y de sus tubos es a la locomotora, la cual no dejaría de rehusar cualquier servicio el día que sus diferentes piezas, invadidas por el polvo, las incrustaciones y los residuos acumulados, acabaran deteniendo su movimiento normal y regular."
Que el año 1923 una publicidad estableciera comparaciones entre el cuidado de las arterias y el de los tubos de la caldera de una locomotora es un indicador del conocimiento general sobre el funcionamiento del ferrocarril que había en aquel momento. ¿Podemos imaginar una publicidad actual comparando el cuerpo humano con motores de combustión interna o sistemas controlados por PLC? Probablemento no, y el motivo es que la cultura tecnocientífica media de la ciudadanía no mejora al ritmo que lo hacen las consecuciones tecnológicas.

Más anuncios:


¿Qué tienen en común una hoja de afeitar, una máquina de escribir mecánica y un reloj de pulsera? Que son consecuciones de la tecnología mecánica a las que se les demanda precisión, rapidez y seguridad. Visto así, no es de extrañar que los publicistas que recibieron estos tres encargos coincidieran en utilizar el ferrocarril como referente.

La hoja de afeitar argentina tomó como modelo una versión más fantasiosa que real de las locomotoras de vapor aerodinámicas americanas de su época. Pueden reconocerse las formas del diseñador Raymond Loewy que han servido de inspiración para el dibujo.

La marca italiana de máquinas de escribir apostó por la idea de rapidez, aunque pude apreciarse una cierta analogía de formato: el teclado se asemeja al apartavacas y el frontal de la máquina de escribir, a la mitad inferior del testero.

En una publicidad reciente, pero que busca una estética retro, la marca de relojes suizos propone una correlación entre su reloj de acero y el diseño de los trenes americanos de los años dorados del diesel transcontinental.

La idéntica perpectiva de los tres trenes se debe a que un ferrocarril en marcha da sensación de poderío, la misma que se insinua que tendrá el observador si compra los productos anunciados.

jueves, 2 de enero de 2014

El tren de los aitas, por Iñaki Arregui Goñi


Iñaki Arregui Goñi, un entrañable seguidor de este blog, a raíz de la publicación de la entrada titulada “El primer chispazo de un romance ferroviario”, en la que se hacía referencia a la novela Pilar Prim de Narcís Oller, remitió este texto que encaja de lleno en la literatura memorialista de tema ferroviario. Los padres del autor, como tantas parejas, se conocieron e iniciaron su idilio en el tren, en este caso en el de Irurtzun a Zumárraga y éste es el relato según la tradición familiar:
Si existo es gracias al ferrocarril, ya que sin él mis padres no se hubieran conocido y yo no existiría. Esta es la historia de un amor a primera vista en el tren:
Gabina Goñi subió al tren para ir a visitar a su hermana que tenía una plaza de maestra en el pueblo de Antzuola , un pequeño pueblo de unos 1500 habitantes del Alto Deva en Guipúzcoa. Era la primavera de 1930 y con 19 años había salido de madrugada de las Ventas de Arraitz en Navarra y con el coche de línea se había acercado hasta la estación del ferrocarril de Pamplona. Previamente había pasado por una confitería para comprar unos bombones de chocolate para llevar a su hermana, con quien pensaba estar unos días. El bolso y una pequeña maleta eran todo su equipaje. Era una de las pocas ocasiones que había tenido que viajar en tren hasta esa edad. Prácticamente no había salido de su pequeño pueblo en las montañas de Navarra.
El tren la llevó por Irurtzun y, pasando por todos los pueblos de la Barranca, hasta Alsasua, importante nudo ferroviario ya que desde allí una línea continuaba hacia Irún y la otra hacia Vitoria. Había un importante depósito de locomotoras y se cambiaban las máquinas de los convoyes y se cargaban de agua. La parada era larga. La Gabina debía cambiar de tren para continuar hasta Zumárraga, en la línea de Irún, desde donde se dirigiría en taxi hasta Antzuloa, población cercana a aquella estación.
Estaba en el andén esperando su tren y su desconocimiento viajero y su inseguridad le hicieron dirigirse a un joven, que también parecía esperar un tren, para preguntarle en qué andén pararía el tren que ella debía tomar.
Aquel joven, Ramón Arregui, venía de Vitoria y se dirigía hacia su pueblo, Oñate, y por eso le indicó bien qué tren debía tomar ya que era el mismo que el suyo, hacia Zumárraga. Desde allí cada uno iría hacia su destino.
Llegó el tren y Ramón, como chico galán, se ofreció para subirle la maleta y colocarla en el estante porta-maletas y se sentaron juntos sabiendo que iban al mismo destino. El tren se puso en marcha y los jóvenes iniciaron una conversación de cortesía, los motivos del viaje: ella explicó la visita a su hermana y él su trabajo en Vitoria. Ah! Pero ella llevaba unos bombones en el bolso, el hambre ronroneaba en el estómago y, con decisión, los sacó y ofreció uno a aquel joven que había sido tan amable con ella.
De Altsasu a Zumárraga aquel tren humeante debía tardar cerca de una hora parando en todos los apeaderos, tiempo suficiente para intercambiar algunas palabras y pocas cosas más... a parte de comer algunos bombones. Al llegar a Zumárraga, el galante Ramon bajó la maleta de Gabina hasta el andén y se despidieron cortesmente.
Alguna chispa amorosa debió saltar en ese tren además de las chispas que saltaban al aire por la chimenea de la locomotora, pero pobrecitos... sin WhatsApp, ni correo electrónico, ni móvil... aquella despedida podía ser el punto final de ese encuentro.
Pero no, a Ramón, que sólo sabía que aquella linda chica rubia y de ojos claros se llamaba Gabina (Gabi) y que tenía una hermana maestra cerca de su pueblo, algo le quedó en el corazón. Ella, Gabi, con coquetería quizás, había explicado a su hermana maestra, la hermana mayor, el encuentro con aquel simpático y “gixajo” muchacho, el ofrecimiento de los bombones que había aceptado de buen grado y la conversación en el vagón durante el viaje. Las dos hermanas habían reído a su costa.
Ramón, sin pensárselo dos veces, escribió una carta dirigida a la maestra de Antzuola, de quien no sabía ni cómo se llamaba, para que le diera a su hermana un escrito que iba dentro del sobre, aquella con la que habían coincidido en el tren. Le explicaba cuan agradable le resultó aquel viaje gracias a su compañía y que le gustaría volver a verla y bla.... bla.... bla...
Ya os podéis imaginar el resto de la historia y todas sus vicisitudes. Al cabo de unos años esos jóvenes se casaron y yo llegué a este mundo.
Ah, si no hubiera sido por ferrocarril... !