domingo, 29 de diciembre de 2013

Nuevo número de Des Rails, la revista francesa del imaginario ferroviario


Des Rails, la revista semestral francesa de literatura de tema ferroviario, ya tiene disponible en su web el número 16 correspondiente a diciembre de 2013. Incluye relatos y, especialmente en esta edición, poemas. Puede leerse o descargarse aquí.

Éste es el índice:

Anick Baulard – Train de nuit page 
Gisèle Guertin– Aurélien, chef de gare page 
Claudine Bertrand – L’Amérique sous la neige page 
Françoise Coulmin – On attend le printemps page 
Chantal Danjou – Fragmentation page 
Katia Lemieux – Témoin oculaire page 
Laurent Quessette – Le chemin de fer de Cotonou page 
Thanh-Vân Tôn-Thât – La vie est rapide page 
Skaelenn Baron – Le carnet de Monsieur Séraphin page 
Lucien Francœur – Train de vie page

lunes, 16 de diciembre de 2013

Las historias del AVE de Marta Alòs


Se dice que el tren de vapor y los viajes en los expresos de entreguerras generaban más literatura que los modernos AVE o TGV. No es exacto. Hace cuatro años, la diputada autonómica Marta Alòs, que hacía casi a diario el trayecto en Ave entre Lérida y Barcelona, publicó un entrañable libro de relatos titulado Històries de l’Ave (Historias del Ave).

Los protagonistas, y a menudo voz narrativa, de los dieciséis relatos son pasajeros de distinto sexo, edad y condición, azafatas del tren, dependientas del puesto de periódicos de la estación, aficionados al ferrocarril que pasan las horas en los andenes… Algunos de los relatos tienen una acción mínima, como Juegos de caza, en el que una joven, un rico ejecutivo y la protagonista practican el juego de las miraditas y los signos sutiles. Otros, como El vagón de las quinientas, tienen una dimensión fantástica: la existencia de un coche que vaga por la red ferroviaria y aparece en las estaciones para acoger a quien tiene cara de sufrimiento y proporcionarle una aventura en la selva o una fiesta de lujo. Los ejecutivos chulescos y estresados (La brevedad de la vida) y las ejecutivas autosuficientes (El éxito de la soledad) aparecen como personajes desgraciados al lado del calor humano que desprenden los que aprecian una buena conversación (El poder de la palabra), los que se reencuentran después de años (Dime adiós) o los que contemplan con ojos nostálgicos una estación fuera de servicio (Tiempo de silencio).

El Ave es presentado como un lugar propicio para la comunicación, la aventura, el drama e incluso lo mágico y, en este sentido, Marta Alòs le hace tomar el relevo a los trenes tradicionales como escenario literario. Sus relatos se inscriben de lleno en la tradició europea de la buena literatura de tema ferroviario, de la gótica a la costumbrista, de la erótica a la memorialista. Por todo ello, el libro merece una traducción al castellano.

miércoles, 4 de diciembre de 2013

El "oataku" de Haruki Murakami


Oataku es la palabra japonesa que designa, no sin un cierto tono despectivo, a los que profesan un apego obsesivo a una afición. El mundo ferroviario está lleno de ellos, los hay en todos los rincones del globo, también en Japón, y Tsukuru Tazaki, el protagonista de Los años de peregrinación del chico sin color (2013, 色彩を持たない多崎つくると、彼の巡礼の年), la última novela de Haruki Murakami, es uno de ellos.
Este es el argumento: Cuando Tsukuru Tazaki era adolescente, se sentaba durante horas en las estaciones para ver pasar los trenes. Ahora, con treinta y seis años, es un ingeniero que diseña y construye estaciones de ferrocarril y que lleva una vida tranquila, tal vez demasiado solitaria. Cuando conoce a Sara, una mujer por la que se siente atraído, empieza a plantearse cuestiones que creía definitivamente zanjadas. Entre otras, un traumático episodio de su juventud: cuando iba a la universidad, el que fue su grupo de amigos desde la adolescencia cortó bruscamente, sin dar explicaciones, toda relación con él, y la experiencia fue tan dolorosa que Tsukuru incluso acarició la idea del suicidio. Ahora, dieciséis años después, quizá logre averiguar qué sucedió exactamente.

El protagonista comparte perfil con los de novelas anteriores: solitario, pulcro, misterioso, con algo pendiente en su interior, con un pie en una especie de realidad paralela. Así describe la voz narrativa la afición de  Tsukuru Tazaki:
Tal vez podría considerarse una afición el hecho de que le encantaran las estaciones de tren. No sabía por qué, pero desde que tenía uso de razón siempre le habían fascinado. Ya se tratara de las enormes estaciones del tren bala, de pequeñas estaciones rurales de una sola vía, o de estaciones para carga y descarga de mercancías, no importaba: todo lo que tuviera que ver con las estaciones le apasionaba.
De niño le fascinaban las maquetas de trenes, igual que a todo el mundo, pero lo que realmente le interesaba no eran las locomotoras ni los vagones construidos hasta el más mínimo detalle, ni las vías que se extendían por complejos entramados, ni los diversos dioramas, sino simplemente las maquetas de estaciones normales y corrientes. Le gustaba mirar cómo los trenes de juguete pasaban por las estaciones, cómo iban aminorando la velocidad hasta detenerse justo delante del andén. Imaginaba el trasiego de los pasajeros, le parecía oír los avisos por megafonía y la señal de partida de los trenes, se figuraba los vivos ademanes de los empleados de la estación. En su cabeza se mezclaban realidad y ficción, e incluso a veces la emoción le hacía estremecerse. Sin embargo, era incapaz de explicar a quienes lo rodeaban por qué le atraían tanto las estaciones de ferrocarril. Y aunque hubiera conseguido explicarlo, lo más probable es que lo hubiesen considerado un bicho raro. En ocasiones, él mismo pensaba que quizá tuviera un lado no muy cuerdo.
¿Qué aficionado ferroviario no se siente identificado o retratado en esta descripción? A unos nos fascinan las locomotoras y los trenes de mercancías, otros añoramos las viejas locomotoras de vapor, un tercer grupo preferirá cazar trenes en lugares remotos y, realmente, a todos nos sería difícil explicar porqué preferimos una faceta a otra. A Tsukuru le fascinan tanto las estaciones que acaba siendo ingeniero y el lector, por ajeno que sea a la afición y al mundo ferroviarios, lo comprende perfectamente después de leer el parrafo reproducido. La clave no está en si a Murakami le gustan o no los trenes, sino en su capacidad, como gran escritor que es, de usar la empatía, destreza clave de su oficio, y ponerse en la piel, la mente y el corazón de sus personajes.