jueves, 18 de abril de 2013

Viajar en tren, tango

Una y otra estación;
cada estación un pueblo,
cada pueblo un andén,
cada andén un recuerdo.

Esta es la primera estrofa del tango Viajar en tren, letra de Jorge E. Padula Perkins y música de Julio Rolon.
Escúchenlo, vean las imágenes con que los autores lo han ilustrado y encontrarán en él evocaciones de lo que escribió Vicente Blasco Ibáñez en La tierra de todos (1922) sobre el vínculo entre el ferrocarril y la construcción de Argentina:
"En el viejo mundo se creaban al principio las poblaciones, y después se construían para ellas los ferrocarriles. En esta tierra nueva ocurría lo contrario. Primeramente se habían tendido los rieles a través del desierto; después, de cincuenta en cincuenta kilómetros, se creaba una estación, formándose un pueblo en torno a ella".
Es precisamente en uno de estos pueblos nacidos con el ferrocarril que está ambientada la película Kilómetro 111, dirigida en 1938 por Mario Soffici, a la que este tango le vendría muy bien como banda sonora.
Sólo se construye arte enraizándose en la tradición, y el tango Viajar en tren es un buen ejemplo de esta máxima.


Escúchenlo... y sigan la letra.
Una y otra estación;
cada estación un pueblo,
cada pueblo un andén,
cada andén un recuerdo.

La máquina veloz
se alimenta voraz;
serpiente de metal
que deglute durmientes
sin cesar.

Una y otra estación,
cada una un jalón
de un destino final
y a la vez, un destino.

Paralelos sin fin
los rieles cortarán
el campo y la ciudad,
espacio interurbano
y agonal.

Una y otra estación;
cada una un cartel,
una historia, un ayer
y un curioso presente.

Una valija aquí,
un bolso más allá,
por influjo del tren
cada día llegarán
al andén.

Una y otra estación,
cada una un lugar
desde donde partir
e iniciar el camino.

Ventanilla y adiós.
Abrazo y ansiedad,
cuando marca el reloj
la hora de partir
o llegar.

Una y otra estación;
cada estación un pueblo,
cada pueblo un andén,
cada andén un recuerdo.

sábado, 13 de abril de 2013

Noche fantástica (1943) de Luís Marquina


Luís Marquina optó por situar la secuencia inicial de Noche fantástica (1943) en el coche restaurante para presentar a los personajes mientras cenan antes de que un incidente les obligue a pernoctar en el pueblo más próximo, donde se desarrollará la acción. Los diálogos no tienen desperdicio, y más si tenemos en cuenta que es una película rodada y ambientada en la España de los años más grises y tristes de la posguerra.